Julio Iglesias ha querido expresar su pesar tras el incendio que ha afectado a la casa que tiene en Marbella, a través de un manifiesto que publica la revista ¡HOLA! de esta semana y que reproducimos a continuación:
Ante tantas llamadas de medios informativos sobre el incendio de mi finca “Las Cuatro Lunas” en los municipios de Ojén y Marbella, y en la imposibilidad de responder a todos individualmente, deseo hacer las siguientes consideraciones:
Esta vez, en efecto, me ha tocado a mí la desgracia del fuego. Pero soy uno más de los miles de familias que han visto sus tierras y sus bosques arrasados por los incendios de este verano. A todas ellas les expreso mi solidaridad y afecto. Comparto con ellas el dolor y la indignación. Los comparto, sobre todo, con las familias que han perdido a un ser querido en las tareas de extinción o por el propio incendio. Juntos pertenecemos al colectivo de ciudadanas y ciudadanos que han sido víctimas de actos que solo pueden ser considerados como criminales cuando han sido incendios intencionados.
España termina el verano de 2012 herida en su territorio. Se han quemado miles de hectáreas. Árboles que han tardado siglos en hacerse fueron devorados por las llamas en un minuto. El trabajo de generaciones ha sido destrozado. Paisajes que seducían por su belleza son hoy un territorio desértico.
Mi desolación personal es inmensa, pero no puede ser mayor que la sentida por aquellas personas a quienes les han arrebatado su medio de vida o gran parte de su patrimonio. Tampoco debiera ser mayor que la sentida por toda la sociedad española, porque cada bosque quemado es un trozo de vida perdida. Todos podríamos decir hoy con el poeta “amo a la tierra por la tierra que hay en mí”. Hoy es una tierra cubierta de cenizas y desolación.
Desde el punto de vista estrictamente personal, el incendio que asoló los montes desde Coín hasta Marbella y calcinó la riqueza forestal de “Las Cuatro Lunas” fue una de las noticias más tristes de mi vida. Compré esa finca movido por la ilusión de tener allí mi refugio y el de mi familia.
Era y es para mí la culminación de mis sueños. La traté con todo mi cariño. Hice revivir los alcornoques enfermos. Construí cortafuegos. Sembré hierba donde solo había peñascos. Hice crecer hortalizas y frutales donde había vegetación salvaje. Me preocupé profundamente en la prevención y en el cuidado de las especies arbóreas existentes y en la incorporación de otras nuevas. Con el esfuerzo de tanta gente que siempre estuvo a mi lado, construimos una finca de gran belleza, quizá única en la Costa mediterránea.
Al ver las fotografías de los árboles y la tierra calcinada, siento profundamente el dolor de la pérdida de algo muy querido, la tierra y nuestro perro “Chaplin”, compañero de mis hijos. Me siento desolado y triste. Cada árbol quemado es como un trozo de nuestras almas, arrebatado por una mano criminal.
Pero no quiero, en modo alguno, personalizar la tragedia de incendios forestales que ha sufrido España. Soy, insisto, uno más, un ciudadano más entre todos los que han visto el fuego a la puerta de sus casas. Me duele la cantidad de familias que lo han perdido todo en los pavorosos incendios de León, de Andalucía, de Cataluña, de la Comunidad Valenciana, de la Sierra de Madrid o de Canarias. Tengo ganas de rebelarme contra esa destrucción de montes y valles. Sumo mi voz de protesta a quienes se indignan ante la impunidad de los incendiarios o no entienden la ineficacia de las políticas de prevención. Y no dejo de preguntarme si es solo casualidad que en un mismo verano se hayan intentado quemar joyas naturales como las Fragas del Eume, Doñana, parques nacionales, reservas naturales de casi todas las regiones y, finalmente, la Costa del Sol. Parece una acción criminal planificada y ejecutada con infinita maldad.
Frente a todos estos sentimientos, hoy, sobre la tierra quemada y la imagen fantasmal de los árboles muertos, me pregunto si existe voluntad política para endurecer las leyes que persiguen y condenan a los incendiarios, que son los grandes responsables de esta desgracia nacional. Pero no tengo dudas al mismo tiempo que todos juntos conseguiremos que estas tierras quemadas vuelvan a florecer. Pido que ese sea también el esfuerzo y compromiso de los poderes públicos.
Julio Iglesias