El primero de ellos se ha sentido alrededor de las 21:10 horas con una intensidad de 2,6 grados, al que le ha sucedido otro tres minutos más tarde de menor magnitud (1,6) y casi cuarenta minutos después (a las 21:54 horas) se ha registrado uno nuevo de 2,7. Durante las horas siguientes han tenido lugar otros tres seísmos: a las 23:19 horas, de 1,7 grados; a las 00:03 horas, de 2,7 grados, y el último ha tenido lugar entrada la madrugada, a las 05:21 horas, con una intensidad de 1,6.
Estas seis últimas sacudidas se suman a las más de la treintena que han tenido lugar en Lorca, después de que el pasado 11 de mayo sacudiera esta localidad dos terremotos de 5,1 y 4,5 grados en la escala de Richter, que provocaron nueve muertos, 300 heridos y cuantiosos daños materiales. En total, 4.070 personas están siendo atendidas en cinco áreas de acampada y en otras cuatro al aire libre, según Cruz Roja, de las que más de la mitad están en el Huerto de la Rueda.
Según conclusiones de la inspección técnica, seis de cada diez edificaciones de Lorca han sido declaradas como habitables y el 40 por ciento restante -unas 1.600- no son aptas para ser ocupadas, al menos por el momento. En concreto, un 28 ciento de las construcciones -unas 1.150- han sido marcadas con color amarillo, lo que significa que sus habitantes pueden entrar sólo unos minutos a recoger algunas de sus pertenencias, y el 12 por ciento restante -cerca de 500- tiene código rojo y prohibido el acceso por daños estructurales.
Aparcamientos y parques convertidos en improvisados lugares de residencia
En la cuarta noche tras el grave terremoto que conmovió Lorca todavía se pueden ver familias enteras instaladas en los aparcamientos y parques de la localidad murciana, donde intentan llevar de la mejor manera posible la desgracia de no poder volver a sus casas. Algunos se resguardan de la intemperie en pequeñas tiendas de campaña o en el interior de sus vehículos; otros sólo cuentan con cartones y mantas para pasar la noche, y los mejor preparados disponen de colchones y hasta de cocinillas de butano.
La mayoría de estas familias son extranjeras, al igual que las miles de personas que permanecen en alguna de las zonas de acampada organizadas por Cruz Roja y la Unidad Militar de Emergencias (UME), pero en su caso prefieren ir por libres, por una u otra razón. El búlgaro Atanas Asenou, de 45 años y residente en España desde hace diez años, ha explicado a EFE que él y su numerosa familia se sienten "mejor" en un aparcamiento (el del centro comercial San Diego) que en una de las zonas de asistencia, donde hay "mucha gente". Allí han instalado su propia zona de acampada, que han dotado de ciertas comodidades propias de una casa, como mesas, sillas, colchones y una pequeña cocina de varios fuegos conectada a una bombona de butano de las de toda la vida.
A solo unos centenares de metros del aparcamiento, una familia de lorquinos pasa su cuarta noche en un parque. Esta noche estrenan tienda de campaña, aunque prestada por una amiga, ha señalado Soledad Guillén, de 65 años, acompañada por su marido y sus dos hijos. La mujer se ha quejado de la poca ayuda que han recibido en comparación con la que a su juicio han tenido los inmigrantes, y se lamenta de no poder volver a su piso porque las tuberías reventaron a causa del terremoto y está "todo lleno de agua". Mientras tanto, unas 4.000 personas, en su inmensa mayoría extranjeros, permanecen en una de las zonas de acampada instaladas en diferentes puntos de la ciudad a la espera de poder regresar a sus casas.