Una de las habilidades más preciadas del hombre es la imaginación. La creatividad y el ingenio tienen muchas aplicaciones en la vida diaria, pero en ocasiones la agudeza mental se pone a prueba en situaciones no siempre positivas. Un estudio elaborado por el profesor de psicología R. Edward Geiselman, de la universidad de UCLA (Estados Unidos) y publicado en el American Journal of Forensic Psychiatry analiza los indicadores de cuándo una persona dice la verdad… y cuándo echa mano de la fantasía para construir una mentira. Algo así como un perfil del mentiroso.
Uno de los principales rasgos del mentiroso es que en general quiere hablar lo menos posible. Aunque Geiselman creyó en un principio que los mentirosos contarían una historia muy elaborada, la mayoría de los sujetos de su estudio preferían ser lo más escuetos posible.
Asimismo, aunque no dicen mucho, sí que tienden a dar una justificación espontánea por lo que están diciendo, aunque no se la hayan pedido. También suelen repetir las preguntas que se les formulan, posiblemente para ganar tiempo para pensar antes de ofrecer una respuesta.
Por otra parte, según el perfil psicológico que revela la investigación, a menudo suelen escrutar la reacción de la otra persona ante sus afirmaciones: “Intentan leer si les estás comprando la historia”, dice el profesor. También suelen ser lentos en su discurso, porque tienen que construir una historia y además averiguar si está calando en el interlocutor, aunque el hecho de expresarse con lentitud les pone nerviosos: “Las personas sinceras no se molestan si hablan despacio, pero los mentirosos suelen pensar que un discurso lento puede parecer sospechoso”, añade. Y es que cuando se dice la verdad “no se altera dramáticamente la velocidad del discurso”.
Además, el mentiroso de manual no acostumbra a terminar las frases, en muchas ocasiones empiezan a responder y dan un rodeo para no terminar la frase.
También la actitud corporal revela mucho de quien está hablando. Según el análisis, los que falsean son más propensos a presionar los labios ante preguntas delicadas y suelen moverse, tocándose el pelo. Gesticular hacia uno mismo suele ser sinónimo de mentira, mientras que hacerlo hacia fuera implica un tono sincero.
Asimismo, cuando a una persona que está diciendo la verdad se le pregunta si miente, suele negarlo y ofrecer más detalles sobre el asunto en cuestión, mientras que quien miente, prefiere no ser más específico. Ante preguntas difíciles, las personas que contestan sinceramente suelen mirar a lo lejos, porque la cuestión requiere una dosis de concentración, pero por otro lado, quien va a mentir lo hace muy brevemente.
Y lo más llamativo: cuando alguien que está mintiendo intenta parecer que no lo hace, las cosas se vuelven más obvias, dice Geiselman.