Han pasado ya tres años desde que estallara la disputa familiar entre Liliane Bettencourt, heredera octogenaria de L’Oréal (y la mujer más rica de Francia), y su hija Françoise por el control de la casa de cosméticos. Madre e hija han enterrado por fin el hacha de guerra, aunque haya sido después de una durísima batalla legal y gracias a un acuerdo secreto gestado por sus abogados.
La historia comenzó en 2007, cuando la hija de Bettencourt aireó sus sospechas ante la espléndida amistad que mantenían la octogenaria y François Marie Banier, un dandi fotógrafo al que la millonaria había dado regalos por valor de mil millones de euros, incluida una isla en las Seychelles. La hija aseguraba que su madre no estaba en condiciones de administrar semejante fortuna y que Banier sólo estaba dilapidando su fortuna. Madame Bettencourt se negó a realizarse ningún examen médico, y el caso llegó a los tribunales, llegando a salpicar al propio ministro de Trabajo francés, Eric Woerth.
Ahora, Françoise Bettencourt y su marido se han salido con la suya. Dicen que no perseguía fines económicos, sino apartar Madame del “caradura” de Banier. Según su abogado, Olivier Metzner, Françoise ve a su madre “libre de todo incordio”, una vez que el dandi se ha apartado de su lado. Además, su marido pasará a gestionar el 31 pro ciento de L’Oréal, y sus hijos, Nicolas y Jean-Victor, entran en el negocio.
El resto de este “acuerdo de paz” es secreto, y por el momento tan solo han trascendido algunos detalles. Banier ha canjeado algunos regalos con tal de que Françoise Bettencourt retirara la demanda contra él por abusar supuestamente de la debilidad de Lilianne. Se queda también sin ser el beneficiario de dos seguros de vida. Ha hecho algunas “concesiones”, pero conservará las obras de arte que Madame Bettencourt le regaló (y que incluyen, desde Picassos hasta Matisses).
Tres años después del inicio de esta disputa, una paz aparente vuelve a reinar en el imperio L’Oréal. ¿Cenarán juntas esta Nochebuena madre e hija?