A pesar de su fama, de su apasionante trayectoria periodística, de haber recorrido medio mundo y de ser un referente como informador, David Cantero es un hombre sencillo. Conduce el informativo de La 1 los fines de semana y aún tiene tiempo para dedicarse a sus “pasiones creativas”. La última, en forma de libro: El hombre del baobab (editorial Planeta) una novela intimista en la que el protagonista, un hombre lleno de desidia, frustración y apatía, se encontrará a sí mismo en un recóndito lugar de África: en el interior de un árbol.
David aparece a la entrevista decidido, amable. Es atractivo e interesante. Ha guardado un hueco en su apretada agenda para Hola.com, y desde el mismo plató de los informativos, nos cuenta las claves de su último libro, y nos desvela que detrás del presentador existe otro hombre, creativo, sensible y apasionado.
Hola.com - ¿Cuándo empezaste a escribir el libro y cómo llegaste al personaje de Luis, el protagonista?
David Cantero – La idea de este libro surgió hace muchísimos años, por el 85. Desde el principio tenía claras dos cosas: por un lado, sería un personaje muy desesperado sin motivo para estarlo, y terminaría viviendo dentro de un árbol. Después de publicar Amantea, escogí (de su cabeza) otra novela, la que más más miedo me daba y la que más me iba a costar. Tenía 800 páginas, muchas de ellas manuscritas…
Hola.com- También tenías claro que tenía que suceder en África, un continente que conoces bien y en el que has recorrido más de 22 países. ¿Qué magnetismo encuentras allí?
D.C. – A Luis, el protagonista, tenía que llevarlo a África. Porque desde un inicio, esta novela la concebí como un libro para mi padre, una especie de homenaje. Mi padre vivió muchos años en África y su estancia allí me marcó muchísimo. De niño, yo preguntaba: “¿Dónde está papá?”. “Papá está en el Congo belga en una misión de paz”. Siempre deseé escribir una novela en la que “robar” a mi padre parte de su experiencia: además, me gustaban el escenario y la situación.
Hola.com - ¿Qué relación estableces con el protagonista, un hombre presa de su desgana?
D. C. - Yo me llevo fatal con el protagonista de este libro, porque yo soy muy positivo y muy optimista, y este me pone nerviosísimo. Le quería llevar al extremo para decir “eso no lleva a nada”. En la vida hay que mantener un sentimiento positivo, hasta en el peor momento. En la vida cotidiana, a veces le damos excesiva importancia a todo, a las alegrías y a las penas.
Hola.com – En la novela hay un “personaje” muy interesante, el árbol baobab donde termina viviendo Luis.
D.C. – Sí. Yo siempre sigo que quien ha visto un baobab no lo olvida nunca porque es un ser vivo absolutamente impresionante. He visto multitud en muchos sitios de África y es increíble que haya árboles así, llevan miles y miles de años, han visto de todo y son fuertes… tienen algo mágico, es algo extraño lo que transmiten. Y cuando vi ese árbol, que era hueco, que te podías meter dentro, como una enorme cueva, pensé “este es el útero que yo necesito para mi personaje, para que se encuentre consigo mismo”.
Hola.com – Un árbol que, por otra parte, recuerda inevitablemente a la obra de Saint Exupéry .
D.C. - Quien popularizó los baobabs fue Saint Expuery a través de esa historia. El Principito es ese libro que todos soñamos escribir alguna vez, a mí particularmente me habría encantado hacerlo. Pero la aparición en esta novela es pura casualidad.
Hola.com- En la novela existe una relación muy estrecha entre el hombre y la naturaleza…
D.C. - Soy un tipo muy poco urbano, me llevo muy mal con la ciudad y con la urbanización del mundo y tengo una necesidad absoluta de naturaleza. En el mundo occidental el hombre huye de la naturaleza, y quizá eso es lo que más fascina de África, allí la naturaleza es inevitable, es tan evidente que supera al ser humano, está por encima de nuestras posibilidades. Es un tema que me resulta muy interesante: al fin y al cabo, somos animales, evolucionados y con inteligencia, y a veces notamos cosas extrañas que nos recuerdan que somos bestias.
P- Luis, el protagonista, se confiesa a su hijo, al que abandonó, a través de una carta y así queda en paz consigo mismo. ¿Necesitamos confesarnos para vivir en paz?
D-C – En este caso, sin duda. Luis es un tipo que no sabe vivir, que no sabe estar en la sociedad, que no sabe amar: ni a su padre, ni a su hijo, a su mujer… no se quiere a sí mismo. Huye y termina en este árbol. Y allí intenta el reto más difícil para el ser humano: olvidar. Pero un día se encuentra con dos elementos clave: un lápiz y un cuaderno. Los consigue y siente la tentación de escribir y todo lo que había conseguido olvidar vuelve: la nostalgia, el arrepentimiento… Yo creo que a veces confesarse, en el sentido humano de la palabra, está muy bien. El decir “me he equivocado y he hecho esto”. Creo que nos alivia el alma y nos sentimos mejor.
Hola.com - Todos los personajes de la novela aparecen directamente condicionados por sus historias de amor. ¿Eres un romántico?
D.C – Sí, sí, claro que soy un romántico. En el mejor sentido de la palabra romántico. El problema de la palabra romántico y del romanticismo es que están bastante violados hoy en día, están menospreciados y es absurdo. Las mejores obras literarias, pictóricas, cinematográficas, las ha dado el romanticismo. No es solamente un estado del alma o una manera de sentir o ver la vida, es mucho más que eso. Es una llamada a la creatividad. Es la intriga por lo que uno siente al amar, el desconcierto que nos produce ese sentimiento: te enamoras y pierdes el control. Amar es un proceso muy complejo, no hay que confundirlo con el enamoramiento, que tambiéne s extraordinario. El sentimiento del amor humano es muy misterioso.
Hola.com– En el libro se entrelazan dos misterios: el amor y la muerte.
D.C. - El amor, porque nos desconcierta y nos hace gozar y sufrir; y la muerte, porque nos tiene aterrorizados… nos crean un montón de incertidumbres y de preguntas.
Hola.com - El viaje es un tema unido a la literatura, y también aparece en este libro. ¿Tú, que has viajado tanto, entiendes el viaje como manera de conocerse a uno mismo?
D.C. – Casi todas las novelas tienen amor, muerte y viajes. Viajes interiores o viajes físicos, en el tiempo. Y a veces coinciden. Es lógico: yo he tenido la suerte de poder viajar mucho, es algo que debo a mi profesión. Y viajar siempre es un encuentro con uno mismo, es inevitable. Es muy interesante además viajar solo, charlas mucho contigo mismo, te ves en situaciones extrañas, en escenarios diferentes… y eso te hace volverte más introspectivo y te ayuda a conocerte un poco mejor.
Hola.com - Otro de los temas a los que recurres es el destino. ¿Cómo lo entiendes?
D.C. – No lo sé. No sé si llamarlo destino, llamarlo azar, casualidades. Pero es verdad que algo hay, algo extraño. Yo creo que todos nos damos cuenta. Me interesa mucho el encuentro con personas, porque llámalo azar, pero a veces nos encontramos con alguien que nos cambia la vida, de la forma más inesperada. Te desconcierta. No hablo solo de enamorarse, aunque a mí me ha coincidido: me he enamorado de personas que me han dado la vuelta, como un calcetín. Me gusta creer que puede ser cierto que la vida nos lleve por caminos trazados.
Hola.com – El miedo al fracaso es el temor que domina al protagonista. ¿Cómo combatirlo?
D.C.– Es un tema que a mí me interesa mucho. Este libro es muy esperanzador, no me gustan nada las moralejas, pero el mensaje es que debemos perder el miedo a la muerte y al fracaso. Para vivir de forma digna y mejor, es bueno aprender que nada tiene demasiada importancia. Relativizar todo, vivir más al día… incluso a veces el fracaso te lleva a enormes éxitos. Y el verdadero éxito es vivir de forma serena. No tener ansiedad, no tener demasiadas ambiciones… conformarse, en cierto modo. Ser feliz con poca cosa. Y verlo en positivo.
Hola.com - Cuesta imaginar que seas tan positivo, siendo testigo directo de auténticas tragedias y malas noticias...
D. C. – Es difícil. Hay días que me pesa la información, que tengo que desconectar. La visión que damos es real: el mundo está mal porque el ser humano está mal, es muy erróneo y provoca muchísimos conflictos. Pero no todo no todo es así, hay cosas muy buenas. Por eso, es bueno viajar, porque descubres que en los sitios donde supones que la desgracia es absoluta, hasta allí hay esperanza, hay bondad. Hay muchas posibilidades de corregir esta situación. Tal vez algún día los seres humanos nos demos cuenta de o nefasta que es nuestra manera de vivir. Cada vez hay más gente concienciada que quiere cambiar las cosas
Hola.com- ¿Crees que ahora, con la crisis económica, esta situación nos puede ayudar a “despertar” en cierta forma?
D.C. – Estas etapas de crisis pueden venir “muy bien”, en el sentido de que pueden ser una magnífica cura de humildad. Yo tuve la suerte de conocer la miseria, la he podido ver de cerca la muerte, la violencia y la guerra, que es el escenario que reúne todos los horrores del ser humano. Está muy bien ver eso de cerca: ver a la gente que pasa hambre, porque te das cuenta de lo extraordinariamente afortunado que eres y de que no tienes derecho a quejarte absolutamente de nada. Ahora, al vernos todos amenazados por tiempos difíciles, el ser humano es más solidario. Cuando somos humildes, comos mejores. A raíz de esto, hay más hermandad, y se nos quita mucha tontería. En los años 50 ó 60 la gente tenía un coche sencillo y una tele (el que podía), pero quizá eran más felices que ahora, que tenemos de todo. Que tengamos de todo no nos hace más felices. Estas etapas de restricción nos pueden llegar a recordar que no hace falta tener de todo para disfrutar de ciertas cosas, o estar bien con menos.
Pero la crisis "gorda" no la tenemos nosotros, sino los países del tercer mundo, y esto parece una perogrullada, pero es así. Con nuestra crisis hemos multiplicado la suya por diez. Seguimos siendo unos privilegiados a pesar de todo.
Hola.com – Según has comentado, esta novela desnuda los sentimientos de los hombres. ¿Hay tantas diferencias entre hombres y mujeres?
D.C.- Podría decir siento “más mujer que hombre” en muchas cosas, y lo digo esto desde mi absoluta masculinidad. Eso no está reñido con admirar, entender y envidiar lo que sé de las mujeres. No me gusta generalizar, cada uno somos como somos. Pero los hombres me parecen muy simples muchas veces. Nuestra obligación es conocernos, intentar empatizar, eso nos igualaría, entenderíamos mejor al otro. Y en esto, la palma se la llevan las mujeres. Creo que son mucho más inteligentes, organizadas, eficaces, aptas… El hombre tiene demasiado poder para lo incompetente que es en algunos asuntos.
Hola.com- ¿Qué te resulta más gratificante, tu faceta de escritor o la de periodista?
D.C. – Son cosas completamente diferentes. Para mí mi trabajo es muy satisfactorio, tengo esa suerte, me he ganado la vida haciendo lo que me gusta. El periodismo es para mí todo lo contrario a la creatividad: soy ferviente defensor del rigor, de la concreción, de la verdad, de la objetividad, del equilibrio, de la independencia. Tengo mucho respeto al trabajo. Y en el otro lado está la fantasía, ese mundo en el que vale todo, en el que solo hay unos límites que marca la buena educación o el sentido común. El David que pinta y escribe está en un sitio y David periodista está en otro.
Hola.com - ¿Y el aspecto más importante en tu vida?
D. C. – Mis hijos. Ese es el primer empeño: no conozco ninguna tarea más fascinante que la de ser padre, eso es lo primero. Para eso sí que hay que sacar tiempo. Lo demás, son anécdotas.
Hola.com- ¿Cómo consigues compaginar y conciliar tanta actividad y tu vida personal?
D.C. – Saco el tiempo de donde no lo hay. Me gustaría que los días tuvieran 72 días… Las madrugadas son un territorio muy fértil para mí, porque me apaño durmiendo poco, y cuando todo el mundo ya se ha retirado yo me quedo solo conmigo mismo y me dedico a mis pasiones creativas, siempre pinto y escribo de noche, es cuando más a gusto me siento y ahí hay muchas horas para aprovechar, da mucho de sí.
Hola.com - ¿Cuáles son tus proyectos más inmediatos?
D.C. - Los primero, algo que me hace muchísima ilusión: un libro ilustrado para niños. Me encanta dibujar y las historias para niños me fascinan. Es como escribir una novela con mucho cuidado, atendiendo a un público lleno de posibilidades, abierto a todo, que todo le puede fascinar, que aún está muy cerca de la ternura. Yo creo que los seres humanos nos estropeamos con la edad, somos lo que debemos ser cuando somos niños. Después del verano espero tener terminado ya lo que tengo entre manos, y elegir otra novela… tengo tres (en mente).