El pasado lunes, un potente seísmo de magnitud 5,8 en la escala de Richter sacudió el centro de Italia, cobrándose la vida de más de 280 personas y dejando más de 1.500 heridos. El epicentro del movimiento de tierra tuvo lugar a pocos kilómetros de la ciudad de L'Aquila, capital de la región de Los Abruzos. Decenas de desaparecidos, incalculables daños materiales, familias que han perdido todo y 70.000 personas sin hogar es el panorama dantesco que se puede ver estos días. Muchas son las personas que se han prestado para ayudar en las tareas de búsqueda. Mientras, otros tantos, aprovechan la ocasión para sacar partido. Se trata de otra de las caras más tristes de esta catástrofe.
Los saqueadores no han tardado en hacer su aparición en las localidades cercanas. Ayer, la Policía Nacional anunciaba la creación de un comando especial para evitar estos saqueos. Está compuesto por 90 agentes cuya labor será la de patrullar las calles de L'Aquila y las zonas afectadas en grupos de cinco para así vigilar que no se produzcan hurtos. Además, ayudarán a los bomberos en las tareas de reconocimiento. Siendo Italia uno de los países europeos más fuertes, sorprende encontrarnos con este terrible escenario.
La gravedad del fenómeno es tal que los medios aseguran que el primer ministro, Silvio Berlusconi, se plantea la posibilidad de introducir en el código penal italiano un nuevo delito que castigue este tipo de actos. De hecho, la población teme que, al regresar a sus casas, lo poco que les pueda quedar haya desaparecido. "Registramos en estos días una fuerte preocupación por parte de la población por operaciones de saqueo en las casas que han quedado abandonadas".
Por suerte, los medios de seguridad están en alerta y ayer la Policía italiana detenía a dos supestos saqueadores en la localidad de Onna, próxima a L'Aquila y una de las más afectadas por el terremoto. El botín que ambos llevaban ascendía a unos 80.000 euros, según informaron los medios locales.