Por la OCU
La salud de una persona sana suele sufrir diversos contratiempos a lo largo del año: dolores de cabeza, catarros, pequeños accidentes, indigestiones... Un paciente bien informado puede tratar estas dolencias por su cuenta, usando medicamentos de venta sin receta. Es decir, puede recurrir a la “automedicación”, que tiene diversos beneficios: eso sí, siempre que se haga de una manera responsable y consecuente.
Beneficios de cuidarse a uno mismo
Por una parte, el paciente tiene la gratificación de hacerse cargo de su salud dentro de ciertos límites, y cuidándose a sí mismo uno confirma que se pueden prevenir y curar algunas enfermedades o aliviarse sus síntomas sin intervención médica. Así, además, se se aligera la presión sobre los servicios sanitarios, muy saturados habitualmente.
No obstante, es muy importante recordar que, para que una persona se automedique con éxito, debe estar bien informada o correrá riesgos.
Automedicación, vale; autoprescripción, no
La autoprescripción es muy común en nuestro país. Consiste en que el paciente decide administrarse a sí mismo medicamentos que deben dispensarse y usarse sólo porque el médico los ha recetado, y se trata de una práctica muy peligrosa.
¿De dónde los saca? De tratamientos inacabados que fueron recetados en el pasado para enfermedades ya curadas, o de farmacias que incumplen su obligación de no dispensarlos cuando el cliente no lleva receta.
Un caso típico es el de los antibióticos: los españoles los consumen más que la mayoría de los europeos, a pesar de que en España no hay una incidencia mayor de las enfermedades que se tratan con ellos. Se calcula que un 25% de los antibióticos que tomamos no ha sido prescrito por el médico. Además, solemos administrarlos mal, pues menos del 10% de los pacientes adultos y apenas un tercio de los niños cumple el tratamiento recomendado; los abandonos son frecuentes en cuanto hay mejoría.
La autoprescripción es particularmente peligrosa. De hecho, uno de los criterios legales que distingue a los medicamentos con receta es que, incluso bien usados, pueden presentar riesgos si un médico no vigila su administración.
Otras particularidades que obligan a incluir un medicamento en el grupo de los fármacos sujetos a prescripción médica son el hecho de que exista una demostrada tendencia a usarlos mal y el hecho de que su toxicidad y posibles efectos adversos e interacciones sean de tal importancia, que es necesario un profesional para evaluar la relación entre beneficios y riesgos.
Fármacos sin receta: los que sí puede tomar
Hay una serie de medicamentos que podemos consumir sin obstáculos, si lo juzgamos necesario. Son los medicamentos sin receta:
■ Se venden exclusivamente en farmacias, a precio libre y sin financiación pública.
■ Están destinados a prevenir, aliviar o tratar afecciones menores.
■ Deben indicar el número máximo de días que pueden tomarse sin consultar al médico.
■ La gran mayoría de ellos puede ser objeto de campañas publicitarias dirigidas directamente al consumidor, siempre que cumplan ciertos requisitos, como dejar claro que se trata de medicamentos, no incitar al consumo ni dar por sentado que van a curar y llamar a la consulta con el farmacéutico y la lectura del prospecto.
La lista de principios activos que pueden venderse sin receta no es igual en toda la Unión Europea; además, una sustancia autorizada en todo el territorio puede no estarlo para los mismos usos en unos y otros países: por ejemplo, el ibuprofeno sólo puede venderse libremente en España como analgésico (es decir, para aliviar el dolor, como el ácido acetilsalicílico o el paracetamol), mientras que en otros países se acepta también como antiinflamatorio.
En Europa los medicamentos sin receta son mucho más numerosos que en nuestro país y se llevan entre un 15 y un 20% de la cuota de mercado. En España, no llegan al 7%, lo que demuestra que recortar el número de medicamentos a disposición del público no disminuye la tentación de autoprescribirse, en la que los españoles caen con más frecuencia que la mayoría de los europeos. Esta tentación debe combatirse con otras medidas, como educar a la población.
Tampoco están libres de riesgos
Mucha gente cree que los medicamentos sin receta son inofensivos. Pero la mortalidad y las enfermedades asociadas a su mal uso no son insignificantes:
■ Pueden enmascarar una enfermedad grave y retrasar el diagnóstico y el tratamiento correctos.
■ Pueden aumentar el riesgo de interacciones, si el paciente toma varios medicamentos.
■ Pueden conducir a una sobredosis no intencionada o facilitar el abuso con fines diferentes a los autorizados (por ejemplo, adelgazar mediante laxantes).
Medicamentos sin receta: errores más comunes
El abuso de analgésicos para tratar el dolor de cabeza los vuelve ineficaces y puede causar nuevos dolores de cabeza de “rebote”. Si esto ocurre, acuda al médico, que sustituirá el fármaco empleado por otro que calme el dolor pero corte el círculo vicioso; así podrá estudiar las causas del dolor.
Además, el uso prolongado de gotas para descongestionar la nariz puede causar igualmente efecto rebote: al dejarse las gotas, vuelve la congestión. Es imprescindible evitar esta situación, que acaba dañando severamente la mucosa nasal, de un modo no siempre fácil de reparar. Así pues, no conviene usar vasoconstrictores nasales más tiempo del indicado en el prospecto. Una alternativa posible son los lavados con productos específicos de venta en farmacias.
Uno de los más peligrosos es el uso regular de laxantes crea dependencia e irritación intestinal. Hay que usarlos sólo ocasionalmente y tomar otras medidas, como hacer ejercicio o aumentar la ingesta de fibra (fruta, verduras, cereales) y agua (al menos un litro y medio diario). Hay laxantes que funcionan gracias a un consumo simultáneo de líquido. Si no se toma líquido suficiente, la obstrucción puede agravarse.
Con los niños, cuidado doble: dependen de nosotros
En cuanto al cuidado de los más pequeños, resulta imprescindible recordar que una misma medicina o principio activo puede presentarse más o menos concentrada (por ejemplo, en jarabe y en gotas) y causar efectos más o menos potentes. Lea y respete en cada ocasión todas las indicaciones relativas a la edad. Prestar atención a los siguientes consejos puede ser muy útil cuando los niños están malos:
• No confunda cucharada y cucharadita y dé preferencia a las presentaciones que incluyen instrumentos de medida precisos (cuentagotas, medidores, etc.) y cierres de seguridad.
• Nunca aumente la dosis por su cuenta y antes de darle al niño dos fármacos a la vez, consulte al médico.
• Guarde siempre los medicamentos fuera del alcance de los niños y no los tome ante ellos, pues tienden imitan a los adultos.
• Para convencer al niño de que se tome sus medicinas no le diga que son caramelos. Querrá repetir por su cuenta.