Si es cierto que detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer, la lucha por la Casa Blanca no se salva. Mientras los candidatos oficiales, Barack Obama y John McCain, han intentado arañar todos los votos posibles para alcanzar la victoria en las elecciones presidenciales, la atención del mundo entero también se ha fijado en sus esposas: Michelle Obama y Cindy McCain.
Michelle, la nueva Jackie O.
La esposa del candidato demócrata es una exitosa abogada que encarna ese sueño americano de las personas hechas a sí mismas. Cuando preguntan a Michelle que se decriba a sí misma, no duda: lo primero y más importante, es la madre de Malía (de 10 años) y Sasha (de 7).
Michelle nació y creció en el sur de Chicago, en una familia de clase media, no exenta de dificultades. Tuvo que esforzarse para estudiar en la Universidad de Princeton, donde se graduó cum laude, y más tarde estudió derecho en Harvard. Conoció a Barack cuando este entró a trabajar en una prestigiosa firma de abogados de Chicago en la que ella ya había desarrollado una exitosa carrera, y desde entonces, están juntos. Hasta hace poco era la vicepresidenta del prestigioso Centro Médico de la Universidad de Chicago.
Michelle tomó el protagonismo al clausurar la primera jornada de la Convención del Partido Demócrata en Denver, Colorado, con un emotivo discurso. Presenta a su marido como el mismo hombre de que se enamoró hace 20 años, un hombre leal y trabajador, trasladando la idea de que su familia es una más de tantas que trabajan todos los días por conseguir triunfar en la vida. Esta mujer de familia, además, parece la encargada de mantener los pies de su marido en la tierra y que no se le suba el fenómeno “Obama”.
Michelle ha aparcado su carrera profesional para apoyar a su marido en la carrera a la presidencia, una carrera que hasta que abandonó su trabajo era la que “llevaba el pan” a casa de los Obama. Michelle ganaba alrededor de 270.000 dólares anuales, mientas que su esposo cobraba unos 157.000 dólares como senador.
Además, Michelle ha sabido amoldarse a la perfección a su nuevo papel. Lejos de ser simplemente “esposa de”, ha demostrado tener personalidad y convicciones propias. Le han llegado a considerar la nueva “Jackie O.”, por su estilo impecable y su elegancia, que recuerdan a la más famosa de las primeras damas. Moderna, correcta y muy estilosa.
Con su casi 1,90 metros de estatura, Michelle no ha dejado indiferente a nadie. Los medios de comunicación han visto un filón en ella. El año pasado la revista Vanity Fair la colocó como una de las 10 personas mejores vestidas del mundo y es la número 58 de los 100 alumnos de Harvard más influyentes del mundo.
Cindy, una historia diferente
Cindy McCain es el otro foco de los objetivos. La historia de la esposa del candidato republicano es todo menos convencional. Durante la campaña presidencial, se ha mantenido en un segundo plano, en un papel más discreto que su marido, pero cuando ha llegado su turno, ha sabido responder a las expectativas.
La trayectoria de Cindy ha tendo momentos muy diferentes. Nació en Los Ángeles, en una familia muy adinerada propietaria de una de las más grandes distribuidoras de cerveza del país. La bella joven fue ganadora de distintos concursos de belleza, animadora del equipo del instituto y perteneció a una fraternidad. Estudió educación especial y quiso trabajar como profesora de niños con dificultades especiales.
Conoció a John cuando ella tenía 25 años en una recepción militar en Hawaii. Él, tenía 43 años, era oficial de la Marina, y estaba casado con su primera esposa, Carol. Al poco, John solicitó el divorcio y se casó con Cindy. Deseosa de ser madre, Cindy dio a luz a Meghan, de 24 años; a Jack, de 22; y, a Jimmy, de 20 años, que es soldado del ejército y está destinado en Iraq.
En 1988 Cindy fundó la American Voluntary Medical Team (AVMT), una organización no lucrativa que organizaba viajes para médicos, enfermeras y personal médico para ayudar en zonas devastadas por las guerras en Micronesia, Vietnam, Kuwait, Iraq, Nicaragua, India, Bangladesh y El Salvador. Precisamente, en uno de esos viajes a Bangladesh, se encandiló de una pequeña con un problema en el labio y la adoptó. La pequeña Bridget se convertía así en la cuarta hija del matrimonio.
Poco después, aquejada de un fuerte dolor lumbar, Cindy tuvo que tomar una fuerte medicación, tratamiento que desembocó en una adicción de Cindy a estas medicinas. Un difícil trago que ella misma reconoció y del que se repuso tras una rehabilitación.
Cindy está al frente de Hensley&Co., la empresa familiar, y continúa con sus labores benéficas. Si bien sus prioridades son la familia y su trabajo caritativo, Cindy ha demostrado que en cuestiones importantes tiene una personalidad fuerte e ideas propias. Por ejemplo, ha sido crítica con la administración Bush por la insuficiencia de las tropas en Iraq. Elegante, estilizada y con un estilo de vestir clásico, Cindy se presenta como la mujer de valores que ha sabido superar las dificultades y apoyar a los más débiles.
Pero el tanto político con el que Cindy destacó, fue sin duda la réplica a una desafortunada afirmación de Michelle Obama. Esta, afirmó: “Por primera vez me siento realmente orgullosa de mi país”, refiriéndose al mensaje del cambio que había lanzado su marido Obama. A esto, Cindy respondió tajane: “Yo sí que estoy muy orgullosa de mi país”.
En EE.UU. el papel de la primera dama se ha visto reforzado por mujeres que se han involucrado en la carrera política de sus maridos, como es el caso de Hillary Clinton, cobrando la importancia suficiente en las decisiones de sus maridos como para que se hable de ellas como la “Señora Presidenta”. Faltan horas para saber quién será la Primera dama de Estados Unidos.