Lo único que puedo decirte es que cada uno de nosotros tiene su destino y cada destino es diferente del otro en el ámbito de una familia o de una sociedad. Hay que aceptar las cosas que pasan. Recuerdo que en aquellos tiempos acepté una tournée en Ecuador para ver si podíamos pasar la Navidad juntos. Ylenia, muy raramente, se escapó otra vez. Tenía un espíritu indómito, como yo, que a los diecisiete años me marché a Milán, inventándome cosas que no existían, simplemente porque quería dar rienda suelta a mi nueva vida y a mis pensamientos. Trabajé más duro en los años de Milán que cuando me vine al Sur de Italia, muy duros de por sí. Entonces, bajo esa búsqueda del equilibrio, me doy cuenta de que mi hija estaba buscando algo a través de la literatura y de la escritura. Quería probar en sí misma su realidad, su experiencia.
¿Te sentiste culpable alguna vez?
Todos somos culpables. Podría decir que soy culpable de ser el padre. Es un dolor que nunca tiene fin. Me acuerdo de que cuando ella decidió irse a Belice a escribir un libro sobre los sin techo le dije: "¿Por qué no terminas antes la Universidad y después te marchas como siempre has hecho en tu vida? Cuando te marchaste al desierto de Atacama, nadie te dijo no; cuando querías ir a Roma a estudiar, cuando querías ir a la Universidad en Londres...". Le quedaban sólo ocho meses para terminar sus estudios y me respondió:"Ahora siento la necesidad de hacer este tipo de trabajo y quiero hacerlo".Puede ser que de lo único que me siento culpable es de no haber sido lo bastante duro en aquellos momentos. Sólo escuchaba:"Déjala ir".Y yo representaba la minoría. Tenía que haber sido más duro.
¿Y cómo te han afectado todas estas noticias en torno a Ylenia que han surgido de nuevo?
¿Cómo se permiten decir que yo he ido a la República Dominicana? Yo no he estado allí en mi vida. También han informado de que un hombre me ha apuntado con una pistola indicándome que me marchara. Todo es absurdo. Si yo supiera que mi hija estaba allí, tengo medios poderosos. No siento miedo de una pistola ni de una ametralladora. Carezco del más mínimo miedo. Esa falta de corrección, de humanidad, me disgusta. Sólo veo maldad en todo lo que se dice sobre mi hija.