Casi como si se tratara de un milagro y los dioses hubieran decidido tomarla bajo su protección, esta pequeña isla indonesia no sufrió en modo alguno los devastadores efectos del tsunami, que hace ya unos meses asoló algunos de los países más turísticos del sureste asiático. Esta paradisíaca isla, famosa por sus elaborados templos y la cordialidad de sus gentes, puede ser el lugar perfecto para 慸esconectar del mundanal ruido. 揈l amanecer del mundo, así es como un Primer Ministro indio describió a Bali. Y no es de extrañar, incluso, los navegantes holandeses, que amarraron aquí en el siglo XVI, se enamoraron de la isla y de sus habitantes y se negaron a regresar a casa. Bali representa sólo un punto de 5.000 kilómetros cuadrados, pero sus playas bordeadas de palmeras enmarcan un exuberante interior de borboteantes manantiales y humeantes volcanes, densas junglas, pueblos con techos de paja y arrozales esculpidos como obras de arte. Por no mencionar los hermosos y seductores hoteles que salpican la isla.
En la playa
La mayoría de visitantes viene a Bali por el sol, el mar y la arena, y pueden elegir entre animados centros turísticos como Legian, Sanur o la antigua plantación de cocoteros Nusa Dua, que fue construida especialmente para turistas y cuenta, incluso, con su propio campo de golf. Si busca paz y tranquilidad, hay pequeños pueblos pesqueros como Jimbaran, con playas de arena dorada y un ritmo de vida muy apacible. Desde la playa Lovina, los prahus, las barcas tradicionales balinesas con estabilizadores de bambú, parten al amanecer para contemplar a las manadas de delfines jugueteando frente a la costa, mientras los considerados patrones ofrecen a los hambrientos turistas deliciosos desayunos de café y plátanos fritos.
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