Combarro y los monasterios de Poio y Armenteira

Una pequeña aldea de pescadores

Desde Poio, la misma carretera, la C550 conduce hasta el puerto de Combarro, en un recorrido de menos de cuatro kilómetros.

Combarro es una pequeña aldea de pescadores, como otras cientos que se reparten a lo largo de los mil kilómetros de costa cantábrica y atlántica con que cuenta Galicia, pero en este caso con una peculiaridad: sus cerca de 30 hórreos fueron construidos pegados a las casas, sí, pero «colgados» sobre las olas, que ya en estas aguas de la ría han perdido gran parte de su fuerza.

Los pescadores ya no se pelean con sus vecinos del gremio de A Moureira, en Pontevedra, como sucedió en mil y una ocasiones en el pasado. Ahora lo que abunda es la taberna típica y el restaurante, cuyas especialidades son, por supuesto, el pescado y el marisco, que llegan vivos a la cocina. Además, la Administración ha tomado cartas en el asunto y desde hace décadas Combarro goza del estatus de Conjunto de Interés Artístico y Pintoresco. No gracias al marisco, claro (aunque lo pueda merecer), sino a su estado de conservación, a sus hórreos, a su sencilla iglesia parroquial de San Roque y a las casas de granito con esbeltas solanas que recuerdan a los elegantes pazos que salpican la Comunidad Autónoma.