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- Lisboa (Portugal)

Ciudad y Castillo de Obidos

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Imagen de la torre del Homenaje del castillo de Obidos.


Porta da Vila, en Obidos, decorada con un lujoso paño de azulejos de colores azul y blanco.


Patio de armas del castillo de Obidos.


Detalle de una de las ventanas que decoran la fachada del patio de armas.


Enfrente de la picota se alza la iglesia de Santa María. Por fuera es equilibrada y grácil. Por dentro, una exhibición de armonía y encanto. La fachada renacentista da paso a un interior ordenado en tres naves. Los azulejos trepan del suelo al techo, son del siglo XVII y hay quienes los atribuyen a Gabriel del Barco, que aún hoy no se sabe si fue español o italiano. En uno de los laterales, en la zona del presbiterio, toma asiento un sepulcro donde descansan los restos del alcaide don João de Noroña y su esposa. Se presume que el sepulcro fue tallado por Nicolau Chanterenne. De lo que no cabe duda es de que se trata de una de las obras más deslumbrantes del Renacimiento portugués.

EL LEGADO DE JOSEFA DE OBIDOS

Pero eso no es todo en Santa María. Del altar mayor penden lienzos que representan algunos de los pasajes gloriosos de la vida de Cristo, y a su lado lucen los cuadros que Josefa de Ayala pintó en honor a Santa Catalina. De la conocida como Josefa de Obidos se sabe que nació en Sevilla en 1634, que siendo aún niña su padre la trajo hasta aquí, y que fue en esta ciudadela donde se formó como artista, legando algunas obras notables que hoy se exhiben en los principales museos del país. En la iglesia de Santa María, por cierto, contrajo nupcias el Rey Afonso V con doña Isabel. La boda se celebró en 1441. El monarca tenía entonces diez años; su novia, ocho. ¿Para qué esperar?, debieron de preguntarse sus padres.

Al lado de la iglesia queda el museo municipal. En sus salas es exhibe un San Juan Bautista, una piedad del XVII, algunos cuadros de Josefa de Obidos y algunos recuerdos de la guerra contra Napoleón.

FORTALEZA DE ORIGEN ARABE

Las calles de la villa buscan un punto fijo: el castillo, una fortaleza que data de los árabes, aunque fue el Rey Dinis quien en el siglo XIV la dotó de defensas y aparatos para la guerra. Hoy acoge una de las pousadas más hermosas de toda la red. Desde sus torreones se esparcen las murallas y el camino de ronda. Por dentro muestra ventanas geminadas al más puro estilo manuelino. Desde estas alturas, con sólo atisbar hacia occidente, Obidos está tan cerca del mar como hace cinco siglos. Parece una descortesía no acercarse al oceáno. La carretera que conduce a Peniche deja a un lado el desvío a la laguna de Obidos y continúa recta hasta el segundo puerto pesquero más importante del país.

Otra calzada circunvala la pequeña península en dirección al cabo Carvoeiro. El oceáno absorbe el horizonte. A un lado de la calzada, a pocos metros de los acantilados, se alza el santuario de Nossa Señora dos Remédios. El campanario es pequeño y bajo, para no robar protagonismo al faro, que queda unos metros más allá. Una lonja da paso al interior. La iglesia es pequeña, de una sola nave, cubierta de azulejos con motivos religiosos. A un lado de la iglesia hay una pequeña capilla excavada en la roca donde se venera a un Cristo yacente de rostro desdibujado cubierto por una sábana blanca. Afuera, el Atlántico sigue batiéndose contra las rocas erosionadas de los acantilados. En este punto, Portugal es todo mar.

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