PASARELAS DE LAS DUNAS DE CORRUBEDO
El Parque Natural de Corrubedo y lagunas de Carregal y Vixán recuerda al inmenso desierto del Sáhara. Son casi 1000 hectáreas de dunas de arena blanca, una de ellas inmensa y móvil, con más de un kilómetro de largo y 20 metros de altura. Para disfrutar de ella, de su particular fauna y flora, de los miradores de Castrocidá y Piedra de la Rana, de sus lagunas y playas existen caminos y pasarelas de madera que protegen el entorno y a los que se accede desde los aparcamientos de Olveira y O Vilar, donde está el Centro de Recepción de Visitantes.
PASEO FLUVIAL DEL RÍO ANLLÓNS
Del área recreativa de Gabenlle, en el municipo coruñés de A Laracha, parte este paseo circular de algo más de 4 kilómetros de largo que acompaña un tramo del río Anllóns y discurre en su totalidad por pasarelas de madera. El recorrido fluvial es ideal para realizar con niños, porque en el camino se ve un conjunto de molinos de agua restaurados, pequeñas cascadas y se salvan varios puentes que cruzan el río de un lado a otro. Cerca queda el antiguo monasterio benedictino de San Pedro de Soandres.
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PASARELAS DE LA CASCADA DE ÉZARO
Lo que hacen única a esta cascada del concello de Dumbría, en la Costa da Morte, es que es la única de Europa que desemboca en el mar. Por ella se precipitan las aguas del río Xallas desde 40 metros de altura en el entorno del monte Pindo. En lo alto hay un mirador con magníficas vistas, pero si se quiere llegar hasta el salto hay que descender al nivel del mar, aparcar el coche y luego caminar por la pasarela de madera que se acerca a él. Otros, en vez de pasear, prefieren aproximarse alquilando un kayak.
PASARELAS DEL EUME
Pontedeume es la villa del puente sobre el río Eume, donde acaba la Costa de la Muerte y nacen las Rías Altas. Ahí al lado están las Fragas del Eume, el bosque costero atlántico mejor conservado del continente. En su interior se esconden castillos y monasterios medievales, helechos de hace millones de años y una espesura boscosa apabullante. Varias rutas descubren lo recorren, pero la más conocida es la de Os Encomendeiros, que conduce por las orillas del río hasta el monasterio de Caaveiro y en su primer tramo discurre desde la pasarela colgante de Cal Grande a la de Fornelos, que está 3 kilómetros Eume arriba.
PASARELAS DE FUCIÑO DO PORCO
O Vicedo, en la Mariña lucense, tiene un saliente en la costa que marca el extremo oeste de la ría de Viveiro. Es la punta Socastro, aunque todo el mundo lo conoce como O Fuciño do Porco, hocico de cerdo. Un larguísimo y zigzagueante camino costero que sube y baja por un sendero y pasarelas de madera, con algunos tramos de escaleras, recorre este mirador natural sobre los acantilados que se asoman a las playas de Pereira y San Román (Area Grande). El coche se deja cerca de la playa de Abrela para tomar la senda azul que lleva hasta el escarpado cabo.
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PASARELA A LA FERVENZA DE CASTRIZ
La carretera que une Coristanco con Santa Comba y Muros lleva, sin pérdida, hasta esta cascada coruñesa por la que saltan las aguas del río Mira, afluente del Xallas, en medio de un precioso entorno natural. En el lugar se ha creado un área recreativa con cinco molinos restaurados y pasarelas de madera que bordean el río y permiten admirar la espectacular caída de agua.
SENDERO DE PEDRAS NEGRAS
La península de O Grove concentra la naturaleza más espléndida de las Rías Baixas. Aquí empieza una de las playas más famosas de Galicia, la larguísima A Lanzada, paraíso de surfistas; están las salvajes de Abelleira y Canelas y también uno de los mejores lugares para observar aves: el Complejo intermareal Umia-O Grove y el monte Siradella. El sendero de Pedras Negras de San Vicente, una larga pasarela de madera de 2 kilómetros, permite disfrutar de este hermoso paisaje costero.
PASARELAS DEL CAÑÓN DEL RÍO MAO
Sobre el cañón del río Mao se construyó una fábrica de luz que hoy, además de testigo industrial, centro de exposiciones, albergue y restaurante, es el punto de partida de una ruta de 11 kilómetros que se adentra en lo más profundo de la Ribeira Sacra. El tramo más corto, menos de 2 kilómetros, discurre por pasarelas de madera sin apenas desnivel más que en su última parte y avanza sobre la escarpada margen izquierda del río Mao en dirección a la desembocadura en el Sil. Andando se ven bosques y aldeas que apenas han cambiado desde que los eremitas descubrieron este rincón ourensano en la Alta Edad Media. El paseo se puede alargar llegando hasta la aldea de Barxacova.