"Completamente fascinado". Así se quedó David Bisbal cuando, hace solo unos días, contemplaba, en pleno desierto nubio, los templos de Abu Simbel, durante el viaje por Egipto que acaba de realizar junto a su mujer, Rosanna Zanetti, uno de sus destinos soñados. Excavados en la roca en honor a Ramsés II y su esposa favorita, Nefertari, son la guinda de todo recorrido por el país de los faraones, y su visita ha coincidido con un gran día, pues, dos veces al año, el 22 de febrero y el 22 de octubre, tiene lugar un fenómeno único en el templo principal, cuando el sol ilumina las estatuas del faraón y los dioses Horus y Amón-Ra, quedando en penumbra la cara de Ptah, “el señor de la oscuridad”.
Cuatro grandes colosos de más de 20 metros de altura en posición sedante que representan al faraón Ramsés II entronizado y divinizado protegen la entrada al templo principal de Abu Simbel, ante los que se ha fotografiado el almeriense. Muy cerca, el de Nefertari. “No puedo decidir cuál de los dos me gusta más”. La construcción de la gran presa de Asuán, en los años 60, para controlar las crecidas del Nilo que arruinaban las cosechas hizo que los templos de la antigua Nubia cambiaran de ubicación, evitando así que desaparecieran bajo las aguas del lago Nasser. Arquitectos y técnicos llegados de los cinco continentes desmontaron pieza a pieza durante dos décadas más de una veintena de monumentos en la lista de la Unesco para volver a armarlos, como un juego de lego, en una nueva ubicación. Entre ellos, el gran templo de Abu Simbel, dedicado al más prolífico y poderoso faraón de todos los tiempos, el que gobernó Egipto durante más de 60 años.
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Así describía David Bisbal su fascinación por los templos de Abu Simbel: “Estas joyas de la antigüedad nos hablan de una época lejana, pero su majestuosidad e importancia histórica los hace sentir increíblemente cercanos. Sin embargo, no puedo evitar pensar en el destino que hubiesen tenido si no se hubiesen salvado de las aguas del lago Nasser... ¿Os imagináis qué lugar tan espectacular de buceo tendríamos si estos templos hubiesen quedado sumergidos? ¡Sería una experiencia única! Juntaría dos de mis pasiones. Ja ja ja. Aunque, claro, tendríamos que tener cuidado con los cocodrilos que habitan el lago, ¡eso sí que sería una auténtica aventura y todo un peligro! Pero, personalmente, estoy muy agradecido de que se conserven para que podamos apreciarlos en todo su esplendor”.
Tras cruzar la puerta del templo esculpido en la montaña, la visita por su interior descubre una gran sala de columnas y un laberinto de pasadizos y cámaras decoradas con pinturas, relieves de escenas bélicas que narran las victorias de Ramsés y nuevas figuras colosales del faraón y los dioses. Más al fondo está el sancta sanctorum, donde se alzan en la oscuridad la propia estatua del faraón junto a los tres dioses claves del panteón egipcio de la época: Horus, Amón-Ra y Ptah. Los de Abu Simbel, como el resto de los templos de Egipto, se pueden visitar por libre, pero lo más habitual es contratar un viaje organizado desde España o a la carta con las excursiones y experiencias que se quieran incluir.
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TEMPLO DE PHILAE
Solo en barca se puede acceder al templo de Philae, pues se sitúa en la isla de Agilkia. Se trasladó aquí para salvarlo de las aguas tras la construcción de la presa, y eso le añade mucho encanto a la visita. Dedicado a Isis, la diosa del amor, fue en este mismo lugar donde la mitología cuenta que se refugió tras la muerte de su esposo, el rey Osiris.
Desde el pequeño puerto del pueblo de Shellal parten las barcas que acercan al conjunto, formado por templos y construcciones, entre los que sobresale el más grande, con una sala hipóstila con columnas elegantemente talladas y su santuario decorado con relieves sobre Isis y Osiris. Además del templo principal, hay otros menores, puertas romanas y el nilómetro, con el que se calculaban las crecidas del Nilo siglos atrás. Si se visita de noche, sorprenderán sus juegos de proyecciones sobre los pilonos.
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TEMPLO DE KOM OMBO
Siguiendo los pasos de David Bisbal y Rosanna Zanetti, la siguiente parada a orillas del Nilo es el atípico templo de Kom Ombo, diseñado de manera doble, lo que significa que sus patios, salas, capillas y santuarios están duplicados para dos dioses: la mitad sur está dedicada a Sobek, dios de la fertilidad y creador del mundo representado con cabeza de cocodrilo; la norte, al dios halcón Haroeris. Fue bajo las órdenes de Ramsés II cuando se levantó también esta singular construcción, en cuya capilla de Hator se pueden contemplar algunas momias de cocodrilo muy bien conservadas.
TEMPLO DE EDFÚ
Siguiendo esa delgada cinta verde sobre el árido desierto africano que es el valle del Nilo, hacia el norte, en dirección a El Cairo, aparece el templo dedicado al dios halcón Horus en Edfú, que no solo está entre los más grandes de Egipto, también entre los mejor conservados, después de Karnak. Y lo mejor no es su policromía, pero sí su arquitectura, cuyo tamaño refleja la prosperidad del periodo en que se levantó, allá por el 237 a.C. Detrás de su historia, el drama sagrado que enfrentó al dios Horus con su tío el dios Seth, después de que este matara a su padre, el dios Osiris, que era el rey de Egipto, para usurparle el trono y casarse con Isis. Una batalla que aconteció, supuestamente (hablamos de mitología) en el mismo lugar donde se construyó este templo.
Impone su entrada monumental, con dos esculturas en granito negro que representan al dios Horus, el recorrido por sus salas, con columnas decoradas con relieves, la cámara sagrada, capillas y la casa del Nacimiento Divino, y el espectáculo nocturno de luces y sonidos sobre la historia del templo.
LAS CANTERAS DE ASUÁN
Estar delante de estos templos, pensar en cómo los construyeron y que sigan ahí en pie es una maravilla, pero a David Bisbal también le ha sorprendido “la forma en que han sido reutilizados a lo largo del tiempo. Se pueden ver inscripciones cristianas y grafitis de la expedición de Napoleón Bonaparte, lo que añade una capa adicional de historia y significado a estos antiguos sitios”.
De las canteras de Asuán, que también estaba en el periplo por Egipto de la pareja, salieron los valiosos materiales con los que fueron construidos los grandes monumentos del legado faraónico: pizarra, alabastro y sobre todo granito, y que luego se trasladaba por el Nilo hacia el norte. Su visita permite admirar el obelisco inacabado, el que formaría pareja con el Laterano de Karnak y hoy se puede ver en Roma.
TEMPLO DE KARNAK
La Gran Avenida de las Esfinges, un auténtico museo al aire libre sobre la historia de Egipto de casi 3 kilómetros de longitud, une los dos grandes templos de Luxor, la antigua Tebas: el que da nombre a esta ciudad a orillas del Nilo y el de Karnak, el complejo religioso más grande e importante del Antiguo Egipto. Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la imponente construcción – de las favoritas de Rosanna Zanetti– permaneció oculta bajo la arena durante más de mil años y fue redescubierta en el siglo XIX, aunque, a día de hoy, aún existen zonas por excavar. Todo en ella asombra: sus dimensiones, sus puertas de entrada o pilonos, sus jeroglíficos, la sala hipóstila, con más de 100 columnas que permanecen en pie a pesar de los 4000 años transcurridos desde que se puso en pie, el lago, el escarabajo de la buena suerte…
CRUCERO POR EL NILO
Y una experiencia “súper bonita”, como lo ha sido para la pareja, en cualquier viaje a Egipto es navegar por el río Nilo, “nos contagió su calma y nos llenó con su luz”, ha escrito en sus redes Rosanna Zanetti. “¡me puse a tocar sin conocimiento! Jajaja”. Recorrer un tramo del río más largo de África y uno de los mayores del mundo, mejor aún en una de esas embarcaciones tradicionales a velas llamadas falucas, tiene la magia de dejarse llevar por el lento fluir del río, por las perspectivas y por ir desvelando el legado de una de las civilizaciones que más han fascinado a lo largo de toda la historia de la humanidad. El recorrido más habitual lleva desde Asuán a Luxor y pocos escenarios resultan tan sorprendentes.
AL MOUDIRA, UN OASIS DE PAZ PARA DESCANSAR
En árabe, Al Moudira significa “patrona”, el nombre que los obreros y artesanos dieron a Zeina Abou Kheir, la mujer que en 1999 concibió el remanso de paz, a mitad de camino entre palacio y casa de huéspedes, donde David Bisbal y Rosanna Zanetti se han refugiado durante su estancia en Egipto. La enorme propiedad de 8 hectáreas en la orilla oeste del Nilo, frente a Luxor y muy cerca del maravilloso Valle de los Reyes, forma parte del distinguido club de hoteles de Relais & Chateaux (relaischateaux.com). Todo en él es exquisito, desde sus espaciosas habitaciones y suites decoradas con muebles artesanales y camas tienen sábanas de algodón egipcio abiertas a patios con fuentes que invitan a relajarse, a sus jardines con palmeras y limoneros, la piscina de mármol, el baño turco o su cocina, elaborada con los productos más frescos de las granjas cercanas. El tiempo aquí fluye a otro ritmo, el que marca la lenta corriente del río Nilo.