“De Noia”. Así se presenta Javier Rey a sus seguidores. Y no le hace falta más, porque eso ya dice mucho del apego de este gallego a su tierra, el lugar que le vio nacer y del que un día salió hacia Madrid, tras dejar atrás sus estudios de técnico de laboratorio, para cumplir su sueño de ser actor. Lo confirmaba cuando le preguntaban en La Voz de Galicia sobre su lugar favorito en el mundo: “Noia. Siempre. Si no me dedicase a esto, viviría en Noia”. Y lo recalca: “Yo soy gallego y siempre lo seré, da igual que viva en Madrid, en Barcelona, en París. Soy de Noia y eso me define como ser humano… Mucha gente pensará que soy enigmático, pero la realidad es que solo soy gallego".
Además de su apego emocional, el actor tiene motivos para presumir de su pueblo y no solo por lo que cuenta la leyenda que fue el mismísimo Noé quien lo fundó al fondo de la ría de Muros-Noia, sobre todo porque posee uno de los cascos históricos más bonitos de A Coruña. Todo de piedra y tan bonito que muchos lo comparan con el de Santiago de Compostela, pero en pequeño.
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En la Edad Media, Noia estaba protegida por una muralla, era una época en el que Noia llegó a ser una de las principales ciudades de Galicia. Su vida hoy gira alrededor de la iglesia gótica de San Martiño, cuya fachada principal está inspirada en la obra de Maestro Mateo, autor del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago y adornada con un enorme rosetón. Y también en su torre inconclusa, a la que otra leyenda aporta explicación, pues cuenta que todo aquel que intentara acabarla moriría.
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Callejeando después se van descubriendo sus bonitas plazas, especialmente la del Tapal, donde se situaba la antigua fortaleza de la Mitra, pero también sus fuentes, cruceiros, el hospital de Adentro –uno de los tres que tenía Noia en época medieval–, casas señoriales como la Casa do Senra y la importante colección de pazos que posee: Dacosta, Churruchaos, Varela Radío, Pena do Ouro…
El paseo lleva después hasta la iglesia gótica de Santa María a Nova, que alberga un museo excepcional. Un conjunto de laudas sepulcrales en las que están grabados distintos elementos alusivos a la profesión del difunto. El pasatiempo más divertido será adivinar a que gremio pertenecía cada uno de ellos. Al marinero, le grababan un ancla; al sastre, unas tijeras y unas agujas; al cantero, una pica y una escuadra; al carpintero, un hacha; al zapatero, una horma; al mercader, una vara de medir; al herrero, una tenaza de fragua... ¿Y si el finado tenía estudios? En ese caso, nada de dibujos, se le representaba de cuerpo entero y se escribían con todas las letras su nombre, su apellido y su profesión. Siempre hubo clases.
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Junto a la iglesia de San Francisco queda el edificio del ayuntamiento, con su torre neogótica, y la zona verde de Noia: la Alameda y los jardines Felipe de Castro, creados durante la expansión de la villa y dedicados al artista local nacido en el siglo XVIII que fue escultor real y director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Noia posee además una joya modernista, la central hidroeléctrica del Tambre, excelente muestra del turismo industrial de la zona, obra del arquitecto Antonio Palacios –el mismo que diseñó el Palacio de Correos de Madrid–. Y otros muchos lugares por los que pasar, pero si hay que quedarse con uno es el puente Nafonso, que salva el río Tambre, un bonito paseo marítimo junto a la ría que se ha convertido en el centro de ocio de los noieses. Y también sus cuatro playas: Boa Grande, Boa Pequeña, Taramancos y la del Testal, 1,5 kilómetros de arena fina con dunas.
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PARA DESCANSAR Y DISFRUTAR A LA MESA
Junto al río Tambre y rodeado de naturaleza está el hotel Pesquería del Tambre (pesqueriadeltambre.es), ubicado en el complejo de la central hidroeléctrica, un conjunto de varios edificios independientes que datan de 1929. También cuenta con el restaurante La Central, de cocina tradicional gallega con productos de la zona. También se disfruta a la mesa en O Forno (rúa Mazacañamos, 13), y Ferrador, donde degustar percebes, navajas, merluza…