La plaza de la Torre del Reloj Tophane, levantada por el sultán Abdülmecid en el siglo XIX, marca los nuevos tiempos a orillas del Bósforo. Lugar de celebración de numerosos conciertos y festivales a lo largo del año –como la Ruta Cultural de Beyoğlu–, sus 14.000 metros cuadrados son la entrada para, desde tierra firme, acceder al nuevo reclamo de Estambul. La plaza se ubica en el puerto histórico de Galataport, cuya brisa recuerda aquel carácter cosmopolita del Imperio bizantino.
ARTE SOBRE EL AGUA
Puerto para navegantes que hacen escala para recorrer los 8000 kilómetros de costa turca o descubrir distintas joyas del Mediterráneo y del Mar Muerto –en 2022 pasaron por el muelle 350.000 cruceristas–, Galataport también ofrece un nuevo enfoque local para las cerca de 15 millones de almas que entretejen el encanto de la ciudad turca por excelencia.
El arte goza aquí de un espacio privilegiado con vistas al mar: el Museo Estatal de Pintura y Escultura de Estambul de la Universidad de Bellas Artes Mimar Sinan, que destaca por una llamativa colección de caligrafía y obras tardías ubicadas en salas interconectadas y en un edificio que rememora su pasado industrial. Fotografías, arte y otras expresiones de autores turcos del siglo XX conforman el corazón del Museo de Arte Moderno, que destaca por su continente, ya que se trata de un proyecto firmado por Renzo Piano, premio Pritzker. La luz mediterránea se cuela sin pudor entre su piel de vidrio y su atmósfera cambia con el movimiento del sol sobre el Bósforo.
LAS CISTERNAS DEL SIGLO XXI
Con la pandemia el mundo echó el ancla y Estambul no fue una excepción. Galataport tuvo que esperar hasta octubre de 2021, fecha en la que los pasajeros del primer barco que atracó en su muelle descubrieron que, bajo el mar, inauguraban una obra de ingeniería titánica y arquitectura moderna, con guiños evidentes al esplendor del pasado. Las últimas tecnologías han permitido que esta terminal de cruceros, situada en la costa de Karaköy, sea pionera a nivel mundial.
Por la Riviera turca en busca de playas de ensueño, licios y leyendas
Sin coches, sin ruidos, sin malos humos y con mucho rollo, los 29.000 metros cuadrados de la terminal se inspiran en las cisternas antiguas construidas durante los imperios romano y bizantino. De hecho, una de las visitas indispensables en Estambul es la que recorre la Cisterna Basílica, construida en tiempos de Justiniano (siglo VI). En Galataport, el Palacio Sumergido de 336 columnas se ha transformado en una sucesión diáfana de pilares robustos y redondeados, al más puro estilo de La guerra de las galaxias. El proyecto ya tiene su premio Red Dot Design.
DELICIAS TURCAS
La brisa cálida en la piel y las inconfundibles bocinas de los barcos son parte de los sentidos que se activan en este puerto pensado para aliviar cualquier antojo. Si en sus galerías se suceden tiendas de diseño de firmas locales, variadas y de calidad, el gusto también recibe sus mimos. En este paseo marítimo que se abre al mundo tras 200 años de silencio abundan los garitos para disfrutar de un brunch aderezado con aceitunas, quesos locales, mieles, hummus o revani, un pastel de sémola borracho de aromáticas. Tampoco faltan delicias turcas al peso y restaurantes sofisticados.
Cerca de la oficina de Correos, el edificio más antiguo, se encuentra Liman Restaurante (limanistanbul.com), un ejemplo de cómo innovar el patrimonio culinario turco y conectar con las emociones a través de los sabores tradicionales con matices europeos (en la imagen). Entre manteles de lino almidonado, porcelanas y cubiertos de plata, el ambiente es elegante y muy relajado. Una poesía, al igual que el Bósforo y Estambul, a caballo entre Oriente y Occidente.
RONRONEAR EN UNA CAPITAL MUSICAL
Las vistas desde el puerto invitan a bucear en otra orilla, la que concentra el legado histórico incluido en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. No importa volver una y otra vez a Santa Sofía, al Palacio de Topkapi, a la Mezquita Azul. Su magia, lejos de caducar, se multiplica con cada nueva mirada. Al encanto de la Ciudad Vieja, donde los gatos deambulan con todos los honores, se suma el Estambul contemporáneo.
El AKM (Atatürk Kültür Merkezi), en la pintoresca plaza Taksim, es el epicentro actual de la cultura y el arte. Bajo sus 14.000 placas cerámicas rojizas, el escenario más creativo de la ciudad presenta, también desde octubre de 2021, un programa anual de conciertos, óperas y recitales de las sinfónicas más importantes del mundo. Sus precios son muy asequibles, por lo que es más que recomendable ser una de las 2040 personas que permite su aforo.
EL ARTE DE REGATEAR
El graznido de las gaviotas se eleva, al igual que las cinco llamadas obligatorias a la oración, sobre los tejados de Estambul. Despegar los pies del suelo tiene su recompensa, más allá de tocar con la mirada, desde las azoteas adecuadas, las cúpulas y minaretes de sus más de 3000 mezquitas. Solo el año pasado, más de 40 millones de personas se perdieron entre el laberinto tentador del mítico Gran Bazar, el más antiguo del mundo. De hecho, su origen se remonta a mediados del siglo XV y, su razón de ser, al incremento de los ingresos de Santa Sofía, gracias al comercio de objetos exóticos, joyas y metales preciosos. Hoy en día, al ritual de regatear se suma el de husmear, con la visita guiada adecuada, entre los talleres artesanos de alfombras y la creatividad de los herreros del metal.
Los secretos también soplan entre los tejados del Gran Bazar: en una de sus terrazas se filmó la persecución de James Bond en Skyfall. De película también es la que, con el nombre Christea Turris, levantaron los genoveses en 1348. Al atardecer, desde este mirador 360º, el pasado glorioso de la antigua Bizancio se deshace en tonos rojizos. Algunos se quedan embelesados, y tienen razón. Otros bajan sus escaleras de caracol para dar un paseo por la concurrida Istiklal Caddesi y hay quien aprovecha para llegar puntual a su mesa reservada en el restaurante Hamdi (hamdi.com.tr) Está al lado del Bazar de las Especias y sus vistas se combinan con el sabor de un ayran y del que dicen es el mejor kebab de Estambul. En su último piso, el sabor auténtico de Estambul está servido.