El valle de Tobalina, que recorre el río Ebro a su paso por la comarca de Las Merindades, es recóndito y a la vez, delicioso. En sus buenos tiempos llegó a tener más de 6000 vecinos; hoy, la mitad de la mitad, o sea, poco más de mil almas. Este valle burgalés se lo reparten dos municipios: Valle de Tobalina, y la joya, la ciudad de Frías.
En realidad, y aunque no lo parezca –Frías apenas cuenta con algo más de 200 habitantes– es una ciudad. En el siglo IX, cuando Alfonso VIII repobló el valle, hizo de Frías su capital. Seis siglos después, Juan II le otorgó el título de ciudad, entonces tanto Frías como el valle eran un hervidero. Una especie de frontera física entre la cornisa verde y la meseta, pero también política entre Castilla y Navarra, que permitió medrar a familias como los Fernández de Velasco, luego duques de Frías, Condestables de Castilla y vicedioses del mundo.
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Resulta difícil imaginar el ajetreo de antaño. Cuando las mercancías fluían por este corredor y hubo que añadir una torre para cobrar peaje a los que atravesaban el Ebro por el puente medieval de origen romano. Es este un magnífico lugar para detenernos un rato, porque desde él se tiene una buena vista de uno de los pueblos más bonitos de España. Arriba, sobre la muela, el castillo en un extremo y la iglesia en otro, entre ambos las hileras de tejados cobrizos de sus casas precipitándose sobre el abismo, como un friso colgante.
La ciudad estuvo amurallada hasta la plaza del Mercado y la puerta de la Villa, o de la Cadena, por debajo de la cual se encaminaba hacia el río una de las juderías más pujantes de Castilla. El extremo opuesto al castillo lo ocupa la iglesia de San Vicente, que todavía tiene cara de susto: a principios de siglo le arrancaron la portada románica y se la llevaron a Nueva York, al Museo de los Claustros. Hay otra iglesia más abajo, la de San Vítores, y un par de conventos, el de San Francisco y el de Santa María del Vadillo. Pero es el paseo por sus calles, con su arquitectura popular, otro de sus atractivos, como también la visita al castillo y la subida a la torre para otear los Montes Obarenes y el embalse de Sobrón.
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¿DÓNDE ALOJARNOS EN FRÍAS?
En el hotel rural El Molinar (elmolinar.hottel.fun), un alojamiento moderno con vistas a la montaña y a solo 5 kilómetros de Frías, que también cuenta con restaurante. En Frías, dos alojamientos de alquiler completo: Poza de la Torca (pozadelatorca.es), que ocupa un edificio de nueva construcción al estilo tradicional, con dos viviendas de cuatro habitaciones cada una. Y ubicada en un antiguo pajar y adosada a la roca del castillo medieval, La Solana de Frías (lasolanadefrias.com), con capacidad para ocho plazas.
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EXCURSIONES CERCA DE FRÍAS
TOBERA (1,7 KM., 5')
Alrededor de Frías, el mismo ensimismamiento en otros enclaves atractivos del valle. En Tobera, casi al lado, la ermita del Cristo se agazapa bajo los pliegues de un decorado romántico y la de Nuestra Señora de la Hoz. Tras su visita muy recomendable hacer el conocido como paseo del Molinar, junto a la ermita y recorriendo el margen del río del mismo nombre, para contemplar varias cascadas y saltos de agua. Por el camino –sencillo, de apenas un kilómetro e ideal para hacerlo con niños– encontraremos varios miradores.
VILLA Y MONASTERIO DE OÑA (23 KM., 26’)
Pocos kilómetros separan a las burgalesas Frías y Oña y se recorren por una carretera que atraviesa algunos de los paisajes más bellos y sobrecogedores de la Comarca de las Merindades. La señorial villa de Oña, rodeada por un impresionante anfiteatro rocoso, vive a la sombra de un gran monasterio, el de San Salvador (monasteriodeoña.com), una poderosa abadía benedictina que fue fundada en el siglo XI. Imprescindible hacer una visita a su interior, al que se accede por un magnífico pórtico, con sus panteones reales flanqueando la capilla Mayor y el claustro gótico diseñado por Simón de Colonia con bóvedas de crucería. En lo que fueron las antiguas huertas junto al monasterio hoy encontramos una zona ajardinada conocida como el jardin secreto y la Casa del Parque de los Montes Obarenses. Al salir del monasterio es el momento de disfrutar de las terrazas de la plaza Mayor si el tiempo acompaña.
SALINAS DE AÑANA (39 km., 45’)
Para una escapada un poco más larga merece la pena acercarse acercarse a este valle salado de Álava que es Añana (vallesalado.com), situado en la villa homónima, la más antigua de la provincia. Perderse en este mundo de sal, donde las estalactitas blancas se forman gracias a este mineral escondidas entre los andamiajes de madera, es hacerlo en la historia de esta tierra donde se lleva 7000 años extrayendo sal gracias al mar de Tetis, que hace 250 millones de años cubría la zona. Los visitantes podrán hacer una visita guiada, disfrutar de un spa terapéutico y hasta participar en una cata de sal.
MIRANDA DE EBRO (37 KM., 46’)
Otro castillo que bien merece una visita es el de Miranda de Ebro, del siglo XV, y que, como no podía ser de otra manera, domina el casco antiguo sobre el cerro de La Picota. Una vez contempladas las vistas desde lo alto hay que descender a la plaza de España donde encontramos el Ayuntamiento y algunas casas señoriales. Pero hasta aquí llegan no pocos amantes de la gastronomía a disfrutar de la mesa de Alejandro Serrano (serranoalejandro.es), un cocinero joven formado en las cocinas más reconocidas como Azurmendi, Coque o DiverXO, que deleita a sus comensales con un exquisito y cuidado menú (90 €) en 10 pases (ampliables a 16). El chef cuenta con el mérito de haber sido el más joven en recibir su primera estrella Michelin, con solo 24 años, en 2021.
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