SAINTE-AGNÈS
Lo que distingue a este pueblo francés es que es el más alto de la costa mediterránea ¡y de Europa! Con sus casas en la montaña a 800 metros de altura pegaditas unas a otras y adornadas de flores, sus callejuelas medievales trepando por él y su fuerte suspendido en un pico rocoso.
ANTIBES
Esa idea idílica y típica de la Riviera francesa la representa como ninguna esta ciudad costera, con su casco antiguo rodeado por una muralla con forma de estrella desde la que se contemplan los yates de lujo amarrados en el puerto deportivo de Port Vauban. En la península boscosa de Cap d’Antibes, que la separa de la elegante Juan-les-Pins, lo que se ven son elegantes villas escondidas entre la vegetación.
VILLEFRANCHE-SUR-MER
Desde la Grande Corniche, la carretera panorámica que recorre la Costa Azul o desde el mar, esta villa marítima a solo 5 kilómetros de Niza, no puede ser más fotogénica de lejos. De cerca, lo que atrae es perderse por las callejuelas de su ciudadela medieval e ir descubriendo la iglesia de St Michel, la capilla decorada con escenas de pescadores de Jean Cocteau, el puerto pesquero o su mercado provenzal.
SAINT-PAUL-DE-VENCE
Han sido mucho los artistas, pintores y escritores que han caído rendidos ante villa medieval amurallada de callejuelas empedradas y situada en lo alto de una colina. A unos pocos kilómetros del mar, cerca de Cannes y Niza, por aquí pasaron Chagall, Renoir, Miró o el mismísimo Matisse, que decoró la capilla del Rosario.
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GRASSE
El sentido del olfato se despierta en esta pequeña ciudad de la Provenza que presume de ser la capital internacional del perfume desde el siglo XVI. Por sus coloridos campos de flores, sus jardines, sus callejuelas medievales y su cercanía al Mediterráneo, no se puede ser más cautivadora.
MOUGINS
Un pueblo de artistas, así se podría definir Mougins, pero de uno muy especial que nos toca de cerca, Picasso, pues fue aquí donde pasaba sus vacaciones el artista malagueño, primero alojado en el hotel Vaste Horizon y luego en una casa provenzal que compró junto a su esposa Jacqueline y donde le sobrevino la muerte. De aquello han pasado ya 50 años. Sus callejuelas medievales, la tranquilidad, la naturaleza y sus numerosas galerías de arte resumen son solo parte de su encanto.
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PEILLON
De esta pequeña joya medieval y amurallada de la Costa Azul gustan muchas cosas, empezando por su ubicación, encaramado en un acantilado y sus vistas son espectaculares. También porque es peatonal, por sus escaleras empinadas y sus pasos abovedados y, además, no tiene tiendas de souvenirs ni restaurantes con fotos en la puerta. Que siga siendo un secreto a solo 18 kilómetros de Niza, es tan increíble como maravilloso. Y que duré así por muchos años.
MENTON
Las casitas de colores encaramadas al acantilado son la foto indiscutible de esta preciosa ciudad costera de la Costa Azul entre el mar y la montaña. Pero, ¿y se le añadimos jardines junto al mar, elegantes palacetes, playas, museos interesantes y el olor a cítrico de sus limones que embriagó al poeta Jean Cocteau perfumando el ambiente?
ÉZE
Llegar a la cima del castillo que domina Éze requiere esfuerzo, pero las vistas compensan el esfuerzo. Cuentan que al final de su vida, Nietzsche subió ascendió por sus estrechas y empinadas callejuelas y la dificultad le inspiró para escribir Así habló Zaratustra. Lo cierto es que este pueblito medieval es un prodigio de la luz y del genio creativo de la Provenza. Tiendas gourmet y galerías de arte salpican su casco antiguo, el lugar ideal para hacer compras y quedarse con la mejor de las sensaciones.
ROQUEBRUNE-CAP-MARTIN
El torreón de un antiguo castillo del siglo X domina este pueblecito entre Menton y Mónaco que se extiende en la ladera de la montaña. Paseando por sus calles con pendiente se ven pequeñas plazas, puertas fortificadas, pasajes abovedados y magníficas panorámicas. Y siguiendo el paseo Le Corbusier que recorre el Cabo Martin, jardines llenos de flores y pequeñas playas bañadas por el azul del Mediterráneo.