Si la palabra caos tuviera que definirse con una imagen, esa sería una fotografía de El Cairo. Porque la capital egipcia está viva a más no poder: abarrotada de gente en todas partes y a todas horas, además de su anarquía absoluta –aquí hasta los semáforos están apagados– también se caracteriza por la densa nube de polución que se aferra a su skyline, y que es posible contemplar desde los miradores de la Mezquita de Alabastro. Por sus carreteras miles de coches circulan a diario sin orden ni concierto, y todos sus conductores parecen tenerle especial cariño a sus cláxones, que hacen sonar sin parar. Los atascos son eternos y constantes, el ajetreo no cesa nunca. Y, sin embargo, la capital de Egipto enamora sin remedio a quienes la visitamos.
Porque es precisamente esa locura lo que caracteriza a esta ciudad que solo respira cuando la llamada del almuecín hace que el tiempo se pare. Después, llegará la incursión a su laberíntico bazar de Jan El Jalili, donde practicar el arte del regateo, tomar un té con dulces y llenar el equipaje de suvenires. También aprenderemos a cruzar una calle cairota sin miedo, nos sentaremos en una terraza a fumar narguile entre locales o visitaremos su histórico Museo Egipcio de El Cairo decididos a aprendernos los nombres de faraones y dioses que nos acompañarán durante el resto del viaje.
Además, la pronta apertura, en otoño de 2023, de su Gran Museo Egipcio, superará todas las expectativas y será la excusa perfecta para atrevernos a descubrir, por primera vez, la fascinante historia de una de las civilizaciones más ancestrales del mundo.
KÉOPS, KEFREN Y MICERINOS, ¿CON CUÁL NOS QUEDAMOS?
¡Pues con todas! Porque no hay viaje a Egipto que se precie que no cuente con la parada de rigor en Giza, a las afueras de El Cairo, el lugar donde se hayan las tres inmensas pirámides vanagloriadas por todo el universo. Entre ellas, la única Maravilla del Mundo Antiguo de las siete originarias que aún permanece en pie: la pirámide de Kefrén. ¡Y eso que atesoran nada menos que 5000 años!
Las pirámides de Egipto, un prodigio de las matemáticas y la astronomía
Solo es posible ser conscientes de la magnificencia de las construcciones al vernos frente a ellas: por muchos documentales, guías y fotografías que se hayan visto, la imaginación jamás podrá llegar tan lejos. Se dice que cada una de las piedras que se usaron para levantarlas pesa dos toneladas y que fueron trasladadas por la fuerza de veinte mil obreros. También que La Gran Esfinge, junto a la que deberemos tomarnos la debida fotografía, simboliza al faraón Kefrén protegiendo el recinto.
De paseo virtual (y con lupa) por los tesoros de Egipto
Habrá que contemplar las pirámides desde todas las perspectivas y grabarlas bien fuerte en la retina. Aún así, no habrá nada comparado a la sensación de adentrarse en sus entrañas. El Gobierno egipcio permite la entrada a solo una de ellas: de vez en cuando va cambiando la escogida para asegurar la correcta conservación de los monumentos históricos. La experiencia es tan fascinante como claustrofóbica.
SAQQARA, LA PIRÁMIDE ESCALONADA
Y la más antigua del mundo, además. Esta peculiar pirámide situada a unos 30 kilómetros de El Cairo, a 22 de Giza, y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, constituye la necrópolis más importante de la ciudad de Menfis, primera capital del antiguo Egipto. Un imponente monumento de 140 metros de largo y 60 de altura que llama la atención no solo por su forma escalonada, sino también por lo que supone: fue construida durante el mandato del faraón Zoser por Imhotep, considerado el primer ingeniero y arquitecto conocido de la historia, allá por el año 2630 a. de C. No imaginaba por aquel entonces que aquello sería un adelanto de lo que después sucedería en Giza.
CONTEMPLAR EL ATARDECER EN EL NILO
Antes o después de El Cairo, es fundamental vivir la experiencia de recorrer en barco el río más largo de África: los 6650 kilómetros del Nilo lo convierten, además, en uno de los más largos del mundo. La perspectiva que se obtiene de Egipto desde él es completamente diferente y necesaria para entender la vida y la idiosincrasia del país, y pocas cosas superan las emociones de contemplar un atardecer desde la cubierta del barco. Cuando el sol comienza a esconderse en el horizonte y los almuecines de las mezquitas de los pueblos a ambas orillas arrancan la llamada a la oración, todo se colma de magia. El recorrido más usual es que el lleva desde Asuán a Luxor o viceversa. En el camino, por supuesto, muchas más sorpresas.
LUXOR, IDILIO CON EL PASADO
La antigua ciudad de Tebas, hoy bautizada como Luxor, se alza junto al Nilo y cuenta con dos de los templos más emblemáticos del país: entre el Templo de Luxor y el de Karnak discurrió en el pasado una avenida de casi 3 kilómetros decorada con más de mil esfinges. Hoy, solo permanecen algunas decenas de ella, que se alzan imponentes dando la bienvenida al Templo de Luxor, construido en honor a Amón por Ramsés II (la parte exterior, de la interior se encargaría Amenhotep III). A la entrada se puede contemplar un inmenso obelisco de 25 metros de altura, aunque originariamente eran dos: el segundo se halla en la plaza de la Concordia parisina, pues fue donado por Mohamed Alí a Francia décadas atrás.
El vecino Templo de Karnak, Patrimonio de la Humanidad, se construyó por partes en un periodo que abarcó los dos mil años de proceso, por eso intervinieron en él tantísimos faraones diferentes: desde Hatshepsut a Ramsés II o Ramsés III dejaron su impronta en sus 4200 metros de extensión. Tras permanecer oculto bajo la arena durante más de mil años, fue redescubierto en el siglo XIX, aunque, incluso a día de hoy, aún existen zonas por excavar. Tendremos que disfrutar tratando de descifrar sus increíbles jeroglíficos, quedarnos sin palabras en su sala hipóstila –aún cuenta con más de 100 columnas que permanecen en pie a pesar de los 4000 años transcurridos– o rodear tres veces su figura del escarabajo para asegurarnos así felicidad, ¡y la vuelta a Egipto!
EL VALLE DE LOS REYES, UNA NECRÓPOLIS COLOSAL
También junto a Luxor, los egipcios decidieron levantar este enclave funerario. Sería en la orilla oeste del Nilo, porque cada día el sol se ponía por Occidente y esto simulaba la muerte. Los pueblos, sin embargo, se hallaban siempre en la orilla este: el lugar por el que el sol amanecía y daba lugar a una nueva vida. La cuestión es que en este paisaje prácticamente desértico y sin aliciente alguno, decidieron comenzar a enterrar a la mayor parte de los faraones pertenecientes al Nuevo Imperio. ¿La razón? Se dice, se cuenta, que por el perfecto clima para que las momias se conservasen.
Así es el Desierto Blanco, la joya natural más asombrosa de Egipto
Un inmenso puñado de tumbas que, en aquella época, los faraones decidieron comenzar a construir bajo tierra para tratar de evitar así el saqueo y las expoliaciones. Sin embargo, no tuvieron mucho éxito. Bien supo de esto el mismísimo Howard Carter, egiptólogo y arqueólogo, que se llevó una grata sorpresa cuando, en 1922, descubrió la tumba más venerada y causante de mayor expectación de todas: la de Tutankamón sí que conservaba su tesoro intacto. Un conjunto de piezas de valor incalculable que hoy se puede contemplar en el Museo Nacional de Arte Egipcio de El Cairo, por supuesto.
HATSHEPSUT: ODA A LA MUJER
Se trata del único templo dedicado a una faraona, en femenino, por lo que inmediatamente esta hermosa y peculiar construcción pasa a ser una de las más especiales que visitar en Egipto. Levantada en Deir-el-Bahari, cerca del Valle de los Reyes, en honor a la reina-faraón Hatshepsut de la dinastía XVIII egipcia, para alcanzar la entrada del recinto en el que se encuentra hay primero que tomar un turístico trenecito.
El arquitecto Senemut fue el responsable de su construcción y quien ideó que parte del templo fuera construido en el interior de la roca, en la ladera de una montaña. Por su disposición y su color, llega incluso a mimetizarse con el entorno. Una vez dentro, es fácil enamorarse de las preciosas pinturas y relieves que decoran sus paredes, muchas de las cuales están dedicadas a contar la historia de la propia faraona. Eso sí: hay numerosas muestras que fueron destruidas por su propio hijastro, Tutmosis III, quien actuó de manera rebelde por arrebatarle el reinado. Los Colosos de Memmón, ubicados muy cerca, son dos inmensas estatuas que representan al faraón Amehotep III y que no hay que olvidar visitar.
KOM OMBO, UN TEMPLO AL CUADRADO
Seguramente sea esta su mayor curiosidad: que fue diseñado de manera doble, es decir, con cada una de las partes y elementos propios de un templo –santuarios, patios, capillas…– duplicados para que una parte –la sur– estuviera dedicada al dios cocodrilo Sobek, y la otra —la norte— al dios halcón Haroeris. Que, además, su estructura haya sido capaz de llegar a nuestros días casi al completo, sin haber sido afectada por el paso de los miles de años ni por los acontecimientos naturales que han podido actuar sobre él –como las constantes crecidas del Nilo sufridas hasta la construcción de la presa de Asuán en 1970–, es, como poco, curioso.
Y es que el singular templo se halla a orillas del Nilo y es una de las excursiones imperdibles en un crucero por sus aguas. Sus columnas y paredes reflejan representaciones de los dos animales que simbolizan a los dioses, pero también de instrumentos quirúrgicos, algo inaudito para la época. En el museo aledaño, dedicado a los cocodrilos, se pueden contemplar desde crías de los animales a momias de las mismas. Antes de abandonar Asuán, dos paradas importantísimas más: la propia presa, que llevó a la creación del lago Nasser, de 500 metros de longitud, provocando que muchos monumentos antiguos desaparecieran bajo sus aguas, y el templo de Filé (en la imagen), que fue trasladado a tiempo a la isla de Agilkia para salvarlo.
ABU SIMBEL, LA JOYA DE LA CORONA
Como ocurría con las pirámides de Giza, nada, absolutamente nada de lo que se diga de este enclave, hará justicia a su magnificencia y belleza. Hablamos de los increíbles templos dedicados a Ramsés II, que gobernó durante más de 60 años, y a su esposa, la reina Nefertari. Los cuatro colosos que se alzan en la entrada representan a Ramsés II entronizado y divinizado y alcanzan los 20 metros de altura. El efecto wow al encontrarnos frente a ellos es insuperable.
Como también lo son los relieves que se pueden contemplar en el interior, o la sala hipóstila con sus ocho estatuas osiríacas con las que el faraón se compara con el dios Osiris. Descubiertos por el explorador suizo Buhkard en 1813, Abu Simbel tuvo que ser trasladada piedra a piedra para ser salvada de la inminente construcción de la presa de Asuán. Llegar hasta este remoto enclave es posible en barco, en avión o en autobús tras varias horas de traslado en la madrugada desde Asuán, opción por la que optan la mayoría de viajeros. El esfuerzo, eso sí, merece la pena.
ALEJANDRÍA, MUCHO MÁS QUE UNA BIBLIOTECA
Cosmopolita a más no poder, la que fue considerada el principal centro cultural del mundo antiguo fue fundada por Alejandro Magno en el 332 a. C. y es una de las paradas obligadas en cualquier ruta. Y lo es más por lo que un día fue, que por lo que es hoy: a pesar de contar con una gran vida y con reclamos como la Fortaleza de Quaitbay o la nueva Biblioteca de Alejandría inaugurada en 2003, lo que realmente nos atrae hasta ella es la nostalgia por lo que un día albergó.
Y con esto nos referimos, por ejemplo, al Faro de Alejandría, considerado una de las grandes maravillas del mundo antiguo pero destruido tras un terremoto en el siglo XIV, o la mítica Biblioteca de Alejandría, del siglo III, que conservó en su interior casi un millón de documentos con lo que se trataba de aunar bajo un mismo techo todas las obras del ingenio humano de todas las épocas y de todos los países. El incendio que acabó con ella sucedió en extrañas circunstancias.
EXPLORAR LAS PROFUNDIDADES DEL MAR ROJO
Porque no solo de sus monumentos históricos y de sus faraones vive Egipto: el país también cuenta con reclamos naturales absolutamente fascinantes. Entre ellos, el Mar Rojo, una fantasía para los amantes del submarinismo y un auténtico paraíso bajo el agua. Así que optamos por Sharm el Sheikh, cuna de esta actividad y un imprescindible en el que disfrutar, en las profundidades del mar, de hasta 1200 especies de peces diferentes, la mayor parte, endémicas del lugar. También de barcos hundidos o de jardines de coral. Ubicado en el extremo sur de la península del Sinaí, Sharm el Sheikh es una importante localización de vacaciones y se halla colmada de resorts y hoteles a pie de playa, campos de golf y restaurantes.