Hablar de Cádiz nos sugiere muchas cosas. Están sus playas infinitas en las que empaparse de sol y mar, o su deliciosa gastronomía repleta de maravillas con nombre propio –se nos hace la boca agua solo pensar en sus tortillitas de camarones o en su pescaíto frito–. También sus pueblos de fachadas encaladas coloreando el verde de sus sierras y sus bodegas, esas que nos regalan los caldos más deliciosos. Y después está aquello intangible. Eso que, tan arraigado se encuentra a la forma de ser de su gente, que no hay manera de entender Cádiz sin él. Hablamos de su buen humor.
Un claro ejemplo de ello se halla en que todos los años sus pueblos y ciudades salen a la calle a demostrar que, a ingenio y guasa, lo sentimos, pero no hay quien les gane. Hablamos del carnaval, que en Cádiz capital es casi una religión. Entre el 16 y el 28 de febrero de este año, la antigua Gades se viste de fiesta para reírse, una vez más, de todo y de todos, incluso de sí mismos. Una fiesta declarada de interés turístico internacional en la que se implican no solo los gaditanos, sino también los miles de visitantes que cada año se acercan hasta la Tacita de Plata para disfrutar de la vida como solo aquí lo saben hacer.
Carnavales que son Patrimonio Mundial y uno (español) que aspira a serlo
EL CONCURSO
Un detalle importante antes de seguir: hay que saber que el Carnaval de Cádiz arranca oficialmente a mediados de enero, cuando da el pistoletazo de salida el concurso del Gran Teatro Falla. Sobre su escenario, y a lo largo de más de un mes, desfilan agrupaciones de cuatro modalidades –coros, comparsas, chirigotas y cuartetos– que plasman toda su creatividad en unas letras, ya sean más humorísticas, irónicas o serias, en las que los temas de actualidad tienden estar muy presentes. Los disfraces, trabajados hasta el último detalle, suelen ser también un auténtico festival visual.
Un espectáculo sin igual que tiene un enorme arraigo popular incluso más allá de las fronteras andaluzas y que transmite pasión y emoción a raudales. La crítica también es una clave en sus composiciones: la audacia de quienes conforman las agrupaciones no suele dejar títere con cabeza, aunque la manera de hacerlo normalmente haga reír a carcajadas. La Gran Final, que se celebra el 17 de febrero, marca el inicio de la fiesta en la calle… Una cita única que no hay que perderse.
EL CACHONDEO... ¡EN LA CALLE!
Y empieza la fiesta popular. Un fenómeno turístico originado en la segunda mitad del siglo XVI que atrae a propios y a extraños a disfrutar del buen ambiente que se desarrolla en el corazón de Cádiz. Los barrios más emblemáticos de la ciudad encienden su alumbrado carnavalero y sus calles se llenan de miles de personas luciendo –eso no puede faltar– los disfraces más originales. El ingenio que se despacha a la hora de diseñarlos, ya sea de manera individual o en grupo, es de lo más divertido del carnaval. ¿Un consejo? Deja de lado el programa oficial de la fiesta y guiarse por el instinto. Los mejores momentos suceden donde y cuando menos se espera, así que perderse por las calles del centro de Cádiz y hacer parada de tanto en tanto en sus bares para recargar energías, no suele fallar. Las risas, con una copita de vino en la mano, suenan mejor.
En las semanas previas de enero e inicios de febrero, eso sí, se habrán calentado motores con las tradicionales pestiñada, ostionada o erizada, aunque muchos consideran los carruseles de coros, que se celebran únicamente los días festivos de carnaval, los momentos álgidos de la fiesta. En torno al Mercado de Abastos de Cádiz se instalan bateas, escenarios móviles desde los que los coros ofrecen sus tangos a las miles de personas que se congregan frente a ellos. También, cada vez más, a lo largo y ancho de algunas de las principales plazas y calles de la ciudad. Actuaciones muy esperadas que animan el ambiente con sus letras, irreverentes y descaradas, y aseguran buenos ratos.
Paco Alba está considerado el creador de la comparsa del carnaval de Cádiz y la ciudad le rinde homenaje con un monumento en piedra obra del artista Fernando Benítez, (Nando) que se encuentra en la glorieta de entrada a la Caleta.
ENTRE CABALGATAS E «ILEGALES»
Hay mil maneras de disfrutar del carnaval. Y una de ellas es asistiendo a una de las dos cabalgatas que tienen lugar durante los días grandes. La primera de ellas recorre, el primer domingo de carnaval, la principal avenida de Cádiz, donde se reúnen aproximadamente 100.000 personas dispuestas a disfrutar del colorido y alegría de los disfraces y la música. Cuatro horas de diversión en las que se recorren los tres kilómetros y medio de avenida y en el que no solo participan carrozas y agrupaciones, también hay lugar para grupos de amigos y familiares disfrazados con los trajes más originales, y espontáneos. El segundo desfile se celebra por las callejuelas de la parte histórica de la ciudad el último domingo de carnaval y es mucho más informal: en ella participan gaditanos y forasteros, que son bienvenidos y acogidos con los brazos abiertos siempre.
Pero, más allá de los actos y festejos que siguen un patrón repetido año tras año, el Carnaval de Cádiz es también espontaneidad. Así, la magia del cachondeo y el buen ambiente que impregna la ciudad durante los días de fiesta surge también en sus bares y tascas, en sus rincones más insospechados y a cualquier hora: ya sea de día o de madrugada, en torno al Mercado de Abastos o en la puerta del Edificio de Correos, «las ilegales», que es como se denomina a los grupos de amigos-compañeros de trabajo-familiares o peñas que crean sus agrupaciones al margen de las oficiales, despliegan su ingenio y carisma actuando para el gentío por amor al arte. Merece la pena propiciar el encuentro con ellas porque las risas, ya lo avisamos, están más que aseguradas.
Chirigotas, comparsas y drag queens en el Carnaval Romano de Mérida
LOS JARTIBLES TAMBIÉN SALEN GANANDO
¿Y quienes son estos? Aquellos que nunca se cansan, que siempre piden más. Los que viven el carnaval al 100% todos los días del año y 10 días de fiesta se le quedan cortos. Nos explicamos: tras los días oficiales de carnaval, hay un tercer fin de semana al que se le conoce popularmente como el «Carnaval chiquito» o «de los Jartibles». Las agrupaciones ilegales vuelven a salir a la calle a compartir sus coplas y letras con el público, que suele ser menos numeroso en esta ocasión. Es una forma de poder disfrutar del carnaval sin el bullicio propio de los días clave, de una manera más íntima y tranquila.
Normalmente las actuaciones se llevan a cabo en los lugares más emblemáticos del carnaval, como en la plaza de las Flores (en la imagen), junto a la catedral, en San Agustín, Candelaria o los Callejones, así como en el barrio de El Pópulo. Una última oportunidad de hacer de la guasa y el sarcasmo de sus composiciones, antes de esperar al siguiente año. Aunque el Carnaval de Cádiz, por mucho que se quiera, está presente en la vida de quienes lo sienten de verdad todos los días.