Diferenciándose de la vecina Dubái, que bate récords con sus imparables atracciones turísticas, Qatar ha apostado por el arte y la cultura para perfilar un país en el que grandes obras toman las calles invitando a la reflexión. Doha, su capital destila esencia gracias a las esculturas y a los inspiradores murales que transforman antiguos espacios en desuso. Tampoco faltan interesantes galerías, como Al Markhiya, en Katara Cultural Village, y museos cuyos edificios son auténticas joyas arquitectónicas, entre los que destacan el de Arte Islámico o el Museo Nacional de Qatar.
Entre las manifestaciones artísticas del país, las esculturas decoran algunos de sus puntos más reseñables. Las primeras obras las encontraremos en el aeropuerto de Hamad, celebrando los viajes. Flying Man, Cosmos, 8 Oryxes o Desert Horse; cada una con su propio estilo, interpretan el astrolabio más antiguo del mundo conservado en el Museo de Arte Islámico, hacen alegatos sobre los viajes en masa o rememoran los movimientos de los beduinos. Una de las más llamativas es Lamp Bear, del artista Urs Fischer, situada en la zona libre de impuestos del aeropuerto. Bajo una lámpara, un oso de peluche gigante nos traslada a la infancia.
Entre el distrito financiero de West Bay y el barrio residencial The Pearl, se levanta Katara Cultural Village, una ciudad dentro de la capital catarí que aglutina mezquitas, restaurantes, un anfiteatro de estilo griego, galerías de arte, una playa en la que realizar varias actividades y una avenida de boutiques de las primeras firmas. Este espacio es una estupenda muestra del crisol cultural que es el país como punto de encuentro entre Asia y Europa. En el centro de Katara se exponen tres esculturas bajo el nombre de Gandhi´s Three Monkeys. Están elaboradas con utensilios de cocina y otros objetos usados, y representan la célebre metáfora de Gandhi «no ver el mal, no escucharlo y no decirlo». En el anfiteatro, otra escultura hecha en bronce por Lorenzo Quinn, recuerda la fuerza de la madre naturaleza.
Nos trasladamos al zoco Souq Waqif para encontrarnos con Pouce (César Baldaccini), un dedo pulgar enorme que señala uno de los cruces de este mercado tradicional en el que hay hasta un hospital de halcones.
En el Museo de Arte Islámico, el 7, de Richard Serra, se eleva 25 metros por encima del Parque MIA como homenaje al número espiritual de la cultura islámica. También en el parque, un carrusel con asientos con formas de animales, Enchanted East, hace girar la imaginación.
Pero en Doha hay otras esculturas repartidas por la ciudad entre las que cabe señalar The Miraculous Journey (Damien Hirst), 14 figuras situadas en el Centro Médico y de Investigación Sidra –diseñado por César Pelli, autor del World Financial Center de Nueva York o las torres Petronas en Malasia-, que simbolizan el desarrollo de un feto, y Mamam, de Louise Bourgeois, una gigantesca araña que cuenta con otras hermanas en ciudades como Tokio, Londres, París, Seúl, San Petersburgo, Boston o Bilbao.
Bajo el proyecto Jedariart, varios artistas han llenado de color la capital de Qatar a través de murales que relatan la historia, la cultura y el futuro del país al mismo tiempo que hacen reflexionar. El parque Al-Abraj, el intercambiador de Doha Festival City, la estación de metro de la Biblioteca Nacional o un antiguo parque de bomberos son algunos de los lugares en los que se pueden ver estas obras. En 2014, la estación de bomberos empezó a prender la llama artística transformándose en la primera incubadora de la ciudad. Desde entonces, 18 artistas muestran su creatividad en el curioso espacio.
Entre la llamativa arquitectura del moderno distrito de Msheireb Downtown Doha (en la imagen), unos coloridos grafitis adornan una pared. Es el mural de Al-Malik, uno de los artistas más aclamados del país.
Los museos ocupan gran parte de la extraordinaria arquitectura que viste las calles de Doha. Esbozado por el afamado arquitecto Jean Nouvel, el edificio del Museo Nacional de Catar recrea una rosa del desierto en un recorrido en espiral que asciende por la historia del país. Su construcción, en torno al palacio del jeque Abdullah Bin Jassim Al-Thani, es un claro ejemplo de cómo Qatar mira al futuro cultural sin olvidar su pasado.
Otro de los museos imprescindibles en Doha es el de Arte Islámico (MIA) que acaba de reabrir sus puertas tras un año de rehabilitación. Se ubica en una isla artificial y su diseño, repleto de motivos islámicos fusionados con modernos, fue obra de I.M. Pei, artífice de la pirámide de cristal del Louvre parisino.
En la Ciudad de la Educación sobresalen la mezquita y la Biblioteca Nacional. Bajo la proyección de Rem Koolhaas, el edificio de la biblioteca, en forma de diamante, hace que resulte difícil imaginar su espacioso interior lleno de luz. Sus estanterías, integradas en el edificio, contienen más de un millón de libros a los que acceder por medio de un moderno sistema automático de búsqueda.
Además de la biblioteca, Education City dispone de un enorme patio ceremonial, un centro ecuestre, el parque Oxygen Park y varias sedes de prestigiosas universidades.
Los estadios que acogen la Copa Mundial de la FIFA tampoco se quedan atrás. Al Janoub, ideado por Zaha Hadid, se inspira en los barcos tradicionales árabes y en las perlas que tan importantes fueron para la economía del país. Por su parte, el estadio Al Bayt recuerda las tiendas utilizadas por los beduinos en el desierto (en la imagen).
En la arquitectura catarí también se come. Es el caso del restaurante Nobu, el más grande del mundo de esta cadena que se encuentra alojado en el hotel Four Seasons. Su forma ovalada corrió a cargo del grupo Rockwell y desde sus tres plantas se divisan estupendas panorámicas de Doha.
Y ARTE TAMBIÉN EN LOS CRUCEROS
Para la Copa Mundial de Fútbol de la FIFA Qatar 2022, el país da también la bienvenida a nuevos proyectos, entre los que cabe destacar Grand Cruise Terminal, la nueva terminal de cruceros con la que Doha apuesta por los buques de lujo. En ella se ha inaugurado estos días el primer barco World Class de la compañía MSC Cruceros, equipada con la tecnología medioambiental más innovadora bajo un diseño que va en consonancia con el florecimiento artístico de Catar. En él sobresale la pieza The Venom Drop @ The Spiral, un tobogán de once pisos de altura que ya es el más alto en el mar. Durante la temporada de invierno, el barco navegará por el golfo Pérsico para luego hacerlo por el Mediterráneo.