20 tentaciones viajeras

Es el destino soñado por los grandes viajeros, la última frontera, el lugar más salvaje, más puro y más extremo del planeta: la Antártida. El viaje al encuentro con el sexto continente es ya toda una aventura. Los barcos que navegan a la Antártida desde Puerto Williams, en Chile, o Ushuaia, en Argentina, tienen que cruzar el mar más tormentoso del mundo: el pasaje de Drake, llamado en los mapas españoles y argentinos mar de Hoces. Luego, el desembarco en las bahías de la península antártica compensa todos los sueños: témpanos de hielo –a veces de color azul– acompañan a las lanchas de los visitantes cuando se aproximan a unas playas solitarias, dibujadas al abrigo de glaciares eternos y montañas aún inexploradas. La animación la pone la presencia y el sonido de centenares de pingüinos, la figura de las focas y el elegante vuelo de los skuas. Solo se puede viajar allí en el verano austral, bajo el sol de medianoche. La temporada comienza a finales de octubre y concluye en el mes de marzo, cuando el deshielo de los icebergs facilita el paso por los canales más helados de la península y los cruceros pueden alcanzar el Círculo Polar Antártico. Conviene reservar con meses de antelación, sobre todo si se desea hacerlo en diciembre o enero.

Eclipsada por el romanticismo de la Toscana y la arrebatadora belleza de Florencia, Venecia o Roma, esta región asentada en el tacón de la bota italiana es un territorio plagado de sorpresas auténticas. Bonitas playas bañadas por dos mares (el Jónico y el Adriático), ciudades monumentales, pueblos de piedra e inmensas extensiones de huertas y olivares perfilan el alma de este genuino rincón mediterráneo. Admirar la belleza de sus municipios (desde Bari, la capital, hasta los encantadores Giovinazzo, Polignano a Mare, Martina Franca, Ostuni, Otranto…) solo es comparable a descubrir tesoros del mar tan escénicos como los farallones de la Torre de Sant’Andrea o la Reserva Natural de Le Cesine. Pero nada resulta tan singular como los trulli de Alberobello, unas icónicas construcciones de piedra sin argamasa y coronadas por un tejado de forma cónica que contrasta con sus muros blancos. Su origen se remonta a la Edad Media y se ha convertido en la seña de identidad de esta comarca, Patrimonio de la Humanidad.

Un millón de personas pasan a diario por el kousaten (intersección, en japonés) de Shibuya, el cruce de calles más famoso del mundo. Su extraordinario movimiento se debe a la densidad demográfica de Tokio y al control de tráfico que permite el paso de peatones durante 47 segundos en todos los cruces de la plaza, en línea recta y en diagonal. No es el único lugar de Japón que cuenta con este sistema, pero sí el más frecuentado. Facilita el tránsito en el epicentro de la moda, el comercio y las comunicaciones de Tokio. Shibuya acoge una estación de metro, el ferrocarril ligero y varios rascacielos con decenas de tiendas de moda, belleza, restaurantes y tecnología. Es el lugar más habitual de encuentro de los tokiotas: junto a la estatua del perro Hachiko o a la entrada del pachinko, un edificio con 1100 máquinas de juegos. Y además están los karaokes. Shibuya es símbolo de la muy agitada y a la vez ordenada vida de esta vibrante ciudad.

Avistar la espesura de la selva desde las alturas, divisar magníficas puestas de sol que, de otro modo, la vegetación ocultaría, emular la privilegiada condición de los monos para moverse entre los árboles. Todo esto puede hacerse en Monteverde, uno de los mayores bosques nubosos de Costa Rica. Un lugar que destaca por su valor natural, con nada menos que 500 especies de aves, 420 de orquídeas y 200 de helechos, solo por poner algunos ejemplos. Aquí, en esta reserva del noroeste del país con la mayor biodiversidad del mundo, existe un circuito de puentes colgantes para caminar a través de las nubes que flotan en el dosel del bosque. Un impresionante paseo que se puede hacer por libre o con guía y que, a lo largo de sus tres horas de duración, incluye también teleféricos y tirolinas que se abren paso para después desaparecer en el tupido manto de la jungla. Envuelta por una niebla permanente provocada por la combinación de la humedad con la altitud (el parque se encuentra a 1600 metros sobre el nivel del mar), la vida silvestre nunca fue tan rica y variada como desde las propias ramas, con el mismo punto de vista que tienen los colibrís. Selvatura Park y 100% Aventura son empresas que ofrecen estos paseos por el bosque nuboso.

Justo en nuestras antípodas, al otro lado del mundo, se encuentra uno de los territorios más sorprendentes y fascinantes del planeta: el parque Whakarewarewa, con sus 500 piscinas naturales, 65 géiseres –siete de ellos, muy activos–, lagos azules, balnearios, parques geotérmicos y un bosque de coníferas, helechos gigantes y arborescentes. En él podría vivir, perfectamente, el último de los dinosaurios. Su nombre, más utilizado por su abreviatura, Whaka, significa en maorí “lugar de reunión de los grupos de guerra de Wahiao”. Se encuentra junto a la ciudad de Rotorua, la joya turística de la isla norte de Nueva Zelanda. Whaka es el parque por excelencia del bosque de kauris, esas coníferas gigantes que alcanzan más de 1000 años de vida. Su sotobosque está dominado por la presencia de diferentes variedades de helechos, entre ellos el plateado, emblema de los equipos nacionales de fútbol, críquet y rugby. Los kauris se elevan por encima de los 50 metros de altura y los helechos pueden crecer más de doce. Los operadores turísticos de Rotorua proponen paseos a través de plataformas, tirolinas y puentes suspendidos, para sentir el latido del bosque más antiguo, bello y misterioso del mundo austral.

El sueño de África, viajar al encuentro de la fauna salvaje de los parques naturales africanos, es aún más apetecible cuando se combina con las exquisitas atenciones, lujos y comodidades que ofrecen las reservas privadas situadas en los límites del parque Kruger, uno de los primeros espacios naturales protegidos del mundo. Cerca del aeropuerto de Skukuza se encuentran varios de los lodges más lujosos del continente. Londolozi posee jacuzzis para relajarse mientras se contempla el paso lento de los elefantes; Singita dispone de una bodega de 12.000 botellas; Earth, construido bajo tierra, cuenta con piscina en cada suite. A este rincón africano han llegado bañeras venecianas, lámparas de Bohemia o vajillas de Limoges. Todos los lodges realizan safaris fotográficos, diurnos y nocturnos, en vehículos descubiertos, con numerosas posibilidades de completar el encuentro con los big five: león, leopardo, elefante, rinoceronte y búfalo del Cabo.

Algunos de los pueblos de montaña más hermosos del continente europeo están en Austria. La esencia más pura del país que ocupa el corazón de Europa desfila por su catálogo de paisajes alpinos esculpidos con barrancos profundos, cuevas de hielo y lagos glaciares que brillan bajo las cumbres nevadas. Pero también deliciosas aldeas de arquitectura tradicional que se esconden en los pliegues de los Alpes, muchas veces al pie de pistas de esquí que son un paraíso del deporte blanco. Si en Hallein se localizan las minas de sal que dieron esplendor a este lugar, Golling esconde una fortaleza y dos cascadas atronadoras. Bischofshofen y Mühlbach se encuentran al pie del monte Hochkönig, de 2941 metros de altura, Wagrain es famosa por su renombrado mercado medieval y Bad Hofgastein y Bad Gastein son dos localidades termales tan intactas que se diría que han sido sacadas de una pintura. Pero ninguno de estos lugares resulta más idílico que Hallstatt, con sus casas de color pastel custodiadas por las montañas y reflejadas sobre el cristalino lago del mismo nombre. Una imagen de postal con la que se puede soñar si el alojamiento tiene lugar en Hallstatt Hideway, con sus lujosas suites junto a las aguas.

No hay mejor vía que la del aire para descubrir esta exuberante isla en mitad del océano Índico, al este de Madagascar, en el punto donde confluye la visceralidad africana con el exotismo asiático. Un territorio que pertenece a Francia, pese a encontrarse a unos 10.000 kilómetros de París. Sobrevolarlo en helicóptero, además de disfrutar de una perspectiva fabulosa que alcanza los rincones más inaccesibles, permite deslizarse entre los vertiginosos cañones de esta maravilla geológica, rozar la cima de las montañas y quedar salpicados por el agua de sus ruidosas cascadas. Una belleza que acaba del todo sublimada al pasar por encima de los volcanes. Todos sobrecogen, pero especialmente el Pitón de la Fournaise, uno de los más activos del mundo y que se encuentra en erupción. Contemplar la explosión de magma desde las alturas, como si se tratara de un caldero incandescente que derrama ríos de lava, es una de las imágenes más codiciadas por los fotógrafos de todo el mundo. Empresas como Hélilagon hacen posible este sueño.

Es el lugar soñado por los amantes del western. El escenario donde John Ford filmó ocho películas, entre ellas La Diligencia, Pasión de los fuertes y Centauros del desierto. Rodó tantas veces en este lugar que los navajos le consideraron uno de los suyos, le llamaron natani nez, el “jefe alto”. No fue el único director de cine cautivado por Monument Valley. El extraordinario paisaje de singulares figuras rocosas, de un color rojo intenso, primero sirvió de fondo a las aventuras del Coyote y el Correcaminos y luego acompañó a una maravillosa sucesión de joyas del cine, entre ellas 2001: Odisea del espacio, Thelma y Louise o Forrest Gump. Toda el área es una reserva protegida, gestionada por los nativos estadounidenses. Hay varias opciones de alojamiento, pero la más destacada es el hotel The View. La parte frontal de sus instalaciones es el mejor lugar para ver uno de los atardeceres más espectaculares del mundo, con el sol incendiando sus formaciones rocosas más conocidas: The Mittens y The Butte. El interior de la reserva se puede recorrer a velocidad reducida con vehículo propio (27 kilómetros de pistas), y también durante el día, a caballo, una excelente manera de sentirse parte del salvaje oeste americano.

Cinco puertos de montaña, doce lugares Patrimonio de la Humanidad, dos Reservas de la Biosfera de la Unesco y nada menos que 22 lagos. Un total de 1600 kilómetros de carreteras panorámicas hilvanan la primera ruta del mundo que se puede realizar con vehículo eléctrico. Así es el E-Grand Tour de Suiza, el itinerario que recorre las maravillas del país de los relojes. Paisajes alpinos, viñedos aferrados a las laderas, castillos coronados por la niebla y bonitos pueblos con aroma a chocolate enmarcan este escénico trayecto que cuenta con 300 estaciones de carga y 114 hoteles con puntos de repostaje para vehículos de cero emisiones. En el camino no faltan hitos tan espectaculares como Zermatt, el paraíso del esquí; la bucólica estampa del lago Lemán o el puerto de Gotardo, el más famoso de los Alpes, junto a vibrantes ciudades como Zúrich o aldeas históricas como Murten. Se recomienda abordar la ruta en unos siete días (cinco horas de conducción media) o, si no se quiere conducir tanto, disfrutar por tramos.

Esta depresión desértica mide 5000 km² y conserva los restos salinos del suelo que estuvo ocupado, hace millones de años, por un brazo del Mediterráneo. En la inmensa superficie terrosa de Chott el-Djerid centellean infinitos cristales de sal y la incidencia del sol resulta especialmente singular al amanecer y al atardecer, cuando provoca auténticos espejismos y la ilusión de divisar paisajes que los sentidos llegan a percibir como reales. Es un aliciente más para visitar el increíble sur de Túnez, el escenario preferido por el director George Lucas para rodar numerosas escenas de Star Wars, entre ellas el hogar de Luke Skywalker, que se filmó en las cuevas de Matmata. En el extremo oriental se encuentra la ciudad de Douz, puerta del desierto, que ofrece rutas en dromedario para adentrarse en el Sahara. Y en el occidental, se despliega el oasis de Tozeur, principal enclave turístico del sur, espléndido por su palmeral y sus hoteles.

Es el lugar más bello de la Tierra, según la opinión de muchos viajeros que han vivido la inigualable experiencia de admirar de cerca la preciosa masa de hielo del glaciar bautizada con el apellido y la profesión de Francisco P. Moreno, explorador y cartógrafo de los campos de la Patagonia: el glaciar Perito Moreno. Para contemplarlo, se recomienda alojarse en la ciudad de El Calafate, a unos 80 kilómetros del glaciar. Luego, la maravilla helada se presenta por primera vez al doblar la llamada “curva de los suspiros”, y en todo su esplendor, al final de la carretera. Un sendero creado con pasarelas de madera permite ver su imponente frente –cinco kilómetros de ancho y 70 metros de altura media– y el brazo sur del lago Argentino, que detiene su avance. También se puede escuchar su sonido: el estruendo que producen los constantes derrumbes de las paredes de hielo. Durante el verano austral, hay algunas compañías que proponen navegar en el lago; otras ofrecen caminatas sobre la superficie del glaciar. Cada seis o siete años aproximadamente, el derrumbe del soberbio brazo de hielo que nace y crece donde se unen el lago y el glaciar produce uno de los espectáculos más extraordinarios de la naturaleza.

La definición más exacta del bucolismo británico reside en esta asombrosa región que encarna la imagen típica de la Inglaterra rural, donde la vida de los bellos pueblos de la campiña se parece a la de las novelas de Jane Austen o a la serie cinematográfica Downton Abbey. Los Cotswolds, emplazados a solo dos horas del bullicio de Londres, dibujan un hermoso paisaje de colinas en las que pastan las ovejas y se esconden villas con callejuelas empedradas de trazo sinuoso, puentes que salvan pequeños riachuelos y casonas de piedra con el color de la miel precedidas por esmerados jardines. Perderse por Cheltenham, uno de los municipios mejor preservados; admirar la histórica catedral de Gloucester; maravillarse con el castillo de Berkeley o empaparse de tradición inglesa en Bilbury, Burford o Bourton-on-the-Water son algunos de los planes que brinda este territorio donde todo resulta sereno, armónico e impecable. Tanto como sus famosos cottages, esas antiguas viviendas solariegas reconvertidas en hoteles que recogen la herencia de las casas medievales. Algunas como Bourton Croft, dotada de chimenea para las largas tardes de invierno, resultan deliciosas para descubrir la hospitalidad de los Cotswolds.

Extendida por un área de 2000 km² del Pacífico sur, la Polinesia Francesa se fragmenta en más de 100 islas de postal que materializan con precisión absoluta la idea que tenemos del paraíso. Una de ellas pertenece al archipiélago de la Sociedad, el mismo en el que reside la más concurrida Tahití. Tetiaroa es apenas un atolón que concentra todo el exotismo de este rincón del globo bendecido por la madre naturaleza: un mar de tonalidades turquesa, playas ocultas entre cocoteros, fondos coralinos plagados de peces, selvas de color esmeralda. El actor Marlon Brando se enamoró de estos parajes en 1962. Llegó para rodar la película Rebelión a bordo y acabó edificando un eco-hotel que es un ejemplo de preservación. The Brando Resort, que cuenta con 35 villas de lujo al más puro estilo polinesio, no solo es un alojamiento de ensueño, sino que, además, protege la riqueza cultural, la belleza natural y la biodiversidad del entorno de este atolón. Eso sí, para llegar a él se requieren al menos dos escalas y unas 20 horas de vuelo.

Es una experiencia única por el recorrido, los paisajes, el servicio, las escalas y por viajar en el tren con más historia. Nació el 5 de junio de 1883 con el propósito de establecer una línea entre París y Constantinopla. Agatha Christie contribuyó a su fama con una de sus novelas más famosas: Asesinato en el Orient Express. Algunos de los vagones en los que viajaba la célebre escritora siguen en funcionamiento, gracias al Venice Simplon Orient Express, un servicio privado creado por James Sherwood, quien en 1977 compró dos vagones que subastó la Compagnie Internationale des Wagons Lits cuando canceló su línea original. El estadounidense compraría luego más vagones, en su mayoría retirados tras prestar su último servicio en la línea entre Madrid y París. Todos llevan en sus ruedas una larga historia. El coche más antiguo es el 3309, construido en 1926 en Bélgica. La ruta habitual parte de la estación Victoria en Londres, cruza en autobús el Eurotúnel y continúa desde Calais hasta Venecia, donde se puede añadir una maravillosa extensión hasta Praga.

Pocos lugares destilan tanta magia como este archipiélago posado en el corazón del mar Egeo. Una cincuentena de islas, envueltas en su propio mito, a las que se vuelve una y otra vez como en una suerte de enamoramiento eterno. En ellas no solo se reconecta con los cimientos de la historia, sino que, además, se aspira la esencia más pura del Mediterráneo: las cúpulas azules dominando la bahía, los pueblos encalados sobre acantilados volcánicos, las playas resplandecientes, los olivares infinitos, los molinos quijotescos recortando el atardecer. Santorini y Mikonos son las más visitadas porque en ellas se capturan las postales más bellas. Pero existen otras joyas igualmente cautivadoras, como Andros, Syros y Kea, en el norte; Naxos, con su vecina Paros (y su apéndice Antíparos), en el centro; Folegandros y Amorgos, en la parte más meridional. Nada mejor que descubrirlas a bordo de un velero. Se pueden alquilar con o sin patrón en empresas como Globe Sailor. También existe la opción de embarcarse en uno de los cruceros a vela que propone la compañía Star Clippers por las Cícladas del norte o del sur. Sus travesías permiten dormir en confortables cabinas y disfrutar de sus elegantes instalaciones mientras el viento azota las velas.

Están en el océano Glacial Ártico, al norte del continente europeo, a poco más de 1000 kilómetros de distancia del Polo Norte. Son las frías y remotas islas Svalbard, un lugar ajeno a todo lo conocido. Montañas de nieve, fiordos imposibles y glaciares azulados no solo son el hogar de aves, leones marinos, morsas, focas, zorros y renos árticos, sino que, además, acogen un importante asentamiento del mayor depredador terrestre: el oso polar. Se calcula que en el archipiélago hay más ejemplares que humanos. Viajar a este misterioso rincón del globo donde la tierra se muestra primigenia es vivir una aventura única. Porque el encuentro con estos animales que pueden alcanzar dos metros de altura y 600 kilogramos de peso queda para siempre grabado en la memoria. También lo hacen las auroras boreales, que, en las noches gélidas, iluminan el cielo con un juego de cortinas multicolores que viran desde el verde hasta el púrpura. Se puede hacer el viaje por cuenta propia con llegada a la ciudad de Longyearbyen, en la isla de Spitsbergen (allí se contratan las excursiones, por tierra o por mar, en catamaranes o pequeñas embarcaciones), o a través de un crucero como los que organizan Hurtigruten, Plancius, MSC, Ponant, Mundo Ártico o Quark Expeditions.

Con su condición de vergel en medio del océano y sus temperaturas suaves durante todo el año, Madeira es una suerte de trópico en versión europea. Una isla dominada por una vegetación exuberante y otros elementos que completan un paisaje espectacular: costas salpicadas de barrancos, bosques milenarios de laurisilva y abruptas montañas que se elevan sobre las nubes. Por todo ello, este territorio portugués es un destino para gastar las botas. Hacer senderismo por sus rutas señalizadas supone descubrir joyas como el cabo Girão, con algunos de los acantilados más altos de Europa; o el recóndito valle Curral das Freiras, con su mirador Eira do Serrado. También los paisajes que jalonan la bahía d’Abra y la punta de São Lourenço, en el extremo oriental, o el pico Ruivo, el más alto de la isla, de 1861 metros. Pero los paseos con mayor tradición recorren las características levadas, esos canales de irrigación que se construyeron en el siglo XVI para transportar el agua. Una red de 3000 kilómetros que se recorren a pie o en bicicleta. A veces rasgadas en la roca, sobre profundos abismos, otras atravesando montañas como larguísimos túneles, todas las levadas atesoran, al igual que el resto de la isla, una explosión de naturaleza sin igual.

Es una explosión artística apabullante, una concentración de obras maestras inigualable en el mundo. Hablamos de la Isla de los Museos de Berlín, que forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad. Emplazada sobre el río Spree, más de 6000 años de historia desfilan por este complejo reconstruido por completo en 1999. Lo que hoy vemos son cinco museos (el Museo de Pérgamo, el Neues Museum, el Bode-Museum, el Altes Museum y la Alte Nationalgalerie) en los que descansan algunas de las piezas más valoradas de la historia (como el Altar de Pérgamo, la puerta de Istar de Babilonia o el busto de Nefertiti), a los que recientemente se ha incorporado la James-Simon-Galerie, obra de David Chipperfield. En este baño de arte, no está de más descubrir el flamante Foro Humboldt, enfrente de la isla, que combina elementos arquitectónicos ultramodernos con la remozada fachada barroca del antiguo Palacio Real.

El pez más grande de los océanos se acerca cada año, entre los meses de mayo y septiembre, a un cálido rincón en los límites del Caribe mexicano para darse un festín gastronómico. Allí, frente a la costa norte de la península de Yucatán, las aguas que bordean la isla de Holbox (y también las de Cancún e Isla Mujeres) ofrecen enormes banquetes de plancton, su alimento favorito. El tiburón ballena, que puede alcanzar hasta 12 metros de longitud y superar las 15 toneladas de peso, es un gigante marino tan imponente como inofensivo, lo cual permite que se pueda nadar a su lado en una experiencia apasionante. Acompañarlo en su danzar bajo las aguas, bien con botella de oxígeno o con gafas y tubo, supone constatar la pequeñez del hombre, conectar con la vida acuática y fundirse con el inabarcable poder de la naturaleza. Agencias como Holbox Adventure están especializadas en esta aventura, que solo es posible realizar con guías certificados y que implica seguir una serie de normas para no alterar el hábitat de los escualos.