Hay ganas de norte. Eso, siempre. Pero si se trata de preparar la maleta para darnos una escapada a Asturias, ya son palabras mayores. En este caso apostamos por Gijón, la ciudad más animada y canalla –ojo, en el buen sentido– del Cantábrico. Un destino donde las ganas de pasarlo bien no están solo en el talante de quienes la visitan. También, en el de su gente.
Así que habrá que preparar esta escapada dejando hueco en el equipaje para la predisposición a charlar con los gijoneses, siempre abiertos al forastero. También para la curiosidad, el entusiasmo y la alegría. Por supuesto, un poco de espacio irá reservado para toda es gastronomía que, sí o sí, será menester catar. Y, eso sí, un pequeño rincón para el chubasquero; ya se sabe que, por estos lares, más vale prevenir que curar.
PRIMERA MAÑANA
Amanece en Gijón y no hay mejor manera de darle la bienvenida al día que con un paseo de los que quedan para siempre en el recuerdo. Ponemos rumbo a la playa de San Lorenzo para experimentar el estilo de vida gijonés en su máxima esencia. Porque a lo largo de sus 1550 metros de paseo marítimo, divididos en tramos por sus famosas escaleras, se suceden las estampas más auténticas, desde los intrépidos bañistas que, sea la época del año que sea, se animan a nadar en sus aguas, a aquellos que frecuentan la zona del Tostaeru, junto al río Piles.
Al alcanzar el extremo opuesto, contemplamos la coqueta iglesia de San Pedro para, acto seguido, adentrarnos en las entrañas de la ciudad visitando las Termas Romanas de Campo Valdés, consideradas el yacimiento más importante de todo el norte de España. Nada como caminar, literalmente, sobre sus vestigios arqueológicos para entender los orígenes.
Un día en Roma sin salir de Gijón
Unos orígenes que continuamos descubriendo al perdernos por las calles de Cimavilla, el antiguo barrio marinero. Aquí habrá que tirar de instinto o, mejor aún, olvidarse del GPS. Paseando sin rumbo, parando en cada rincón sin mirar el reloj, nos empaparemos del verdadero espíritu de la zona, porque es Cimavilla un barrio de esos con solera que habla de tiempos en los que los barcos zarpaban incesantemente a la caza y captura de ballenas. Aquí, entre antiguos edificios, antiguas sidrerías y más antiguas callejuelas, contemplamos la también antigua Torre del Reloj, la ambientada plaza Mayor, o la Casa Natal de Jovellanos. Entre más de 3000 piezas de arte asturiano, conoceremos de primera mano la historia tanto del ilustre gijonés como de su hermana, Josefa de Jovellanos, primera mujer que escribió literatura en asturiano. En la última planta del museo, una parada imprescindible para escudriñar cada centímetro del cuadro de Sebastián Miranda llamado Retablo del Mar.
Cuando el hambre haga acto de presencia habrá que entrar en materia gastronómica en La Tabacalera (Vicaria, 20), una de las sidrerías más auténticas. Tras unos culines, nada como hacer una inmersión en la cocina tradicional gijonesa con su menú del día. Elegir entre un buen plato de fabes o un delicioso cachopo no será fácil, mejor tomarnos ambos platos sin contemplaciones.
PRIMERA TARDE
Para bajar un poco la comida, mejor lanzarnos de nuevo a caminar. En dirección al centro de Gijón, la primera parada la haremos en La Ciudadela de Celestino Solar, una suerte de museo que rememora los tiempos en los que la población obrera convivía en pequeñas casas concentradas en patios de vecinos ocultos tras las fachadas de los grandes edificios. Un desconocido rincón que sorprende por su autenticidad.
Sin embargo, no será el único momento en el que nos fijemos en la arquitectura de Gijón. Contemplar las fachadas de algunos de los edificios de corte modernista es un buen plan, como las que se hallan por Baxavilla, en las calles Corrida o Los Moros.
En el Paseo de Jovellanos el espectáculo continúa, aunque lo que capta nuestra mirada se halla algo más allá. El Teatro Jovellanos merece que echemos un ojo a su bellísimo diseño interior.
El Café Dindurra del Teatro Jovellanos lleva abierto desde 1901. Y una muestra del Gijón más dulce lo encontramos a dos minutos de él, en la Bombonería Gloria (losbombonesdegloria.com) elaboran más de 80 variedades de bombones, a cada cual más exquisito. Es este, por cierto, uno de los negocios que forman parte de Gijón Goloso, una ruta que propone conocer los negocios dedicados al dulce más enigmático de la ciudad.
Y si somos unos foodies empedernidos, dos paradas más. La primera, en la calle San Antonio, donde Coalla Gourmet (coallagourmet.com) es ideal para dar buena cuenta de las delicattessen más valoradas de Gijón, pero también para hacer acopio de ellas y llevarse una muestra de quesos, vinos o conservas a casa. También son especialistas en el tema en La Gijonesa Comestibles (lagijonesa.es), con tienda tanto en la calle Covadonga como en San Bernardo. La tentación de comprarlo todo será irresistible.
A la hora del atardecer, regresamos a Cimavilla para, en un agradable paseo, alcanzar lo más alto del parque del Cerro de Santa Catalina, zona de retiro también de los propios gijoneses, que aprovechan para practicar deporte o, simplemente, disfrutar del lugar. Nosotros lo hacemos bajo la inmensa escultura de hormigón que Chillida moldeó para los propios habitantes de Gijón. El Elogio al Horizonte nos invita a abrazar el Cantábrico en todo su esplendor.
Paraísos de bienestar para relajarte en Asturias
¿La cena? En Auga (restauranteauga.com), el proyecto gastronómico de Gonzalo Pañeda y Antonio Pérez, que ya tiene en su haber una estrella Michelin y dos soles Repsol. Ubicado en el puerto deportivo de Gijón, en su cocina se defiende el producto de mercado y la estacionalidad en el plato con propuestas sugerentes y deliciosas. El mejor fin de fiesta que podíamos encontrar.
SEGUNDA MAÑANA
Amanece en el Parador de Gijón (parador.es), uno de los alojamientos más encantadores de la ciudad, ya que ocupa un viejo molino centenario en pleno parque de Isabel La Católica –para una opción menos clásica, otra propuesta es hospedarse en el NH Gijón (nh-hoteles.es), con vistas a la playa de San Lorenzo y a la desembocadura del río Piles–. Este segundo día lo hemos reservado para descubrir los encantos de la ciudad más allá de su corazón.
Y la primera parada la hacemos en uno de los monumentos arquitectónicos más representativos y alabados, no solo de la ciudad, sino de toda España: La Laboral (laboralciudaddelacultura.com) es el edificio civil más grande de todo el país. Lo mejor para explorar cada uno de sus recovecos y conocer su interesante historia, es apuntarse a una de las visitas guiadas que se organizan para descubrirla. Entre 60 y 70 minutos de recorrido en los que se conocen detalles como que, en sus orígenes –a mediados del siglo XX–, fue proyectado por Luis Moya como orfanato minero, aunque más tarde funcionó como la primera Universidad Laboral del país. Actualmente acoge numerosos proyectos culturales.
Nos fijamos en la asombrosa cúpula que corona la antigua iglesia, en las sorprendentes obras de arte que decoran sus grandes salones, y en la sobrecogedora imagen que se contempla desde su plaza central. Antes de terminar la visita, subimos hasta lo más alto de su torre: la panorámica es de las más completas de la ciudad. Y una de los lugares que llama la atención desde las alturas es la enorme zona verde que se despliega a solo unos pasos: se trata del Jardín Botánico del Atlántico, compuesto nada menos que por 25 hectáreas de extensión. En ellas crecen más de 80.000 árboles y plantas, una segunda parada maravillosa para completar la mañana.
SEGUNDA TARDE
Tras tanto caminar y aprender, es buena idea recobrar fuerzas con un buen almuerzo. Esta vez optamos por Gloria Gijón (estasengloria.com), de los hermanos Manzano, qué mejores embajadores que ellos para disfrutar de la gastronomía gijonesa. En esta propuesta más informal, afincada en un local de diseño minimalista y con la vanguardia por bandera en la plaza Florencio Rodríguez, nos deleitaremos con recetas como su alcachofa frita con flor de sal y limón, la tortilla de patata Monalisa o el arroz con pitu de Caleya al estilo Casa Marcial. Para chuparse los dedos.
Ahora sí, tanto consumir calorías tiene un precio. Y ese precio tiene nombre propio: Senda del Cervigón. En otras palabras, una ruta por el litoral gijonés repleta de sorpresas a modo de paisajes y obras de arte. También llena de subidas y bajadas que nos harán contemplar los agrestes acantilados desde puntos de vista imposibles y llenarnos los pulmones de esa brisa del Atlántico que envuelve intensamente.
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Nada como descubrir playas, ya sea caminando o en bicicleta, como la del Rinconín, accesible para perros, o la del Cervigón. A cada paso, una parada para contemplar originales estructuras como los populares Les Chapones o la queridísima La lloca. Cuando encontremos nuestro rincón preferido –por ejemplo, junto al Cantu les días fruxios– buscaremos un espacio en el que sentarnos con la mirada allá en el horizonte, donde el Cantábrico se pierde. Un lugar inigualable y perfecto para despedirnos de Gijón hasta la próxima. Porque sí, la ciudad asturiana tiene mucho más por ofrecer.