A media hora en tren o a una hora en coche de Estrasburgo, Colmar es la ciudad más bella de la región de Alsacia. El tiempo parece haberse detenido en las angostas callejuelas de su casco antiguo, levantadas en el siglo XVI, su época más gloriosa, cuando era un importante puerto fluvial. Hoy, el cuidado exquisito de sus fachadas y la decoración de sus viviendas ha aumentado aún más su encanto.
En el casco viejo de Colmar nació el célebre escultor Frédéric Auguste Bartholdi, creador de la Estatua de la Libertad. Su casa familiar, en el 30 de la rue des Marchands, se ha convertido en un interesante museo donde se contemplan moldes, dibujos y esculturas originales de muchas de sus obras, con una atención especial a la famosa figura que recibía a los emigrantes frente a la isla de Ellis. Hoy, en una de las rotondas modernas de la ciudad, se alza una reproducción exacta de la famosa estatua, inaugurada en 1886 en la isla de la Libertad de Nueva York.
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Lo más aconsejable en esta ciudad medieval es, sin duda, recorrer sus calles admirando edificios; desde la «Pequeña Venecia», en el antiguo barrio de los curtidores de Krutenaiu, hasta el Quai de la Poissonnerie, el muelle de los pescadores, con sus casas de entramado de madera, pasando por el museo de Unterlinden, donde admirar el famoso Retablo de Issenheim, obra de Matthias Grünewald, y la iglesia de los Dominicos, que alberga en su interior la maravillosa Virgen de la Rosas, un políptico de Martin Schongauer catalogado como una de las grandes joyas del gótico alemán.
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La antigua Colmar se desplegaba a través de un complejo sistema de canales que servían para transportar sus exquisitos caldos. Hoy, la ciudad es el punto de partida principal para iniciar la Ruta de los Vinos por Alsacia, cuya historia se remonta a tiempos de los romanos, y que serpentea a través de 170 kilómetros por la falda de los Vosgos, desde Marlenheim, al norte, hasta Thann, al sur.
A lo largo del recorrido se pueden encontrar varios senderos que invitan a descubrir a pie los viñedos, con una señalización muy práctica sobre la viticultura y las viñas. Y también se van descubriendo paisajes pintorescos y villages fleuris, pueblos con sus balcones rebosantes de flores que se enorgullecen de su rico pasado histórico.
Al sur de Colmar, a solo 14 kilómetros, Eguisheim es la primera parada de la ruta. Se trata de un encantador pueblecito alsaciano típico, repleto de casas antiguas con tejados puntiagudos, colores encendidos y fachadas de entramado de madera, que ganó el título de “Villa favorita de los franceses” en 2013, en el popular concurso televisivo de France 2. Concebido alrededor de su castillo, esta localidad medieval se extiende en círculos concéntricos y en ella sorprenden sus fuentes, callejones, fuentes y una iglesia que guarda en el interior una figura de la Virgen María del siglo XIII.
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En Eguisheim se encuentra el viejo pigeonnier (palomar) el segundo monumento más retratado en Alsacia tras la catedral de Estrasburgo. Es un edificio estrecho de la rue du Rampart Sud y un símbolo de la arquitectura civil y militar del siglo XV. La vía asciende en paralelo a la muralla del burgo, donde también se hallan el taller de zapatería, el taller de carpintería y el horno de pan, en medio de un conjunto de casas de entramado de madera tradicionales.
Turckheim, a solo quince minutos en coche de Eguisheim, ha alcanzado también una notoria fama por su vino Brand, aunque asombra todavía más una vieja tradición que se mantiene en la actualidad y de la que se puede ser testigo desde el 1 de mayo al 31 de octubre, a partir de las diez de la noche. Se trata de la ronda del vigilante nocturno que hace guardia por las calles vistiendo traje de época, tricornio, alabarda, cuerno y linterna.
Tomando dirección norte, a 10 kilómetros de Colmar y con los viñedos como telón de fondo, Kaysersberg embauca por su esbelto castillo en lo más alto, desde el que se divisa el río Weiss, y por sus calles con olor a vino y chucrut. La villa, que conectaba Alsacia con Lorena en tiempos romanos, también fue camino de peregrinación hacia Santiago de Compostela. Hoy uno de los pueblos que más atrae en esta ruta por sus monumentos medievales, entre los que destaca la iglesia de la Santa Cruz, impactante con su juego de luces interior y su desafiante Cristo colgado que mira a la entrada del templo hacia los fieles.
Muy cerca queda Riquewihr, la perla de los viñedos de Alsacia, pues las vides se aproximan hasta sus mismas murallas medievales, que ocultan un conjunto de calles retorcidas, patios y casas con entramados de madera. Su panorámica desde el exterior es espectacular.
Continuando la ruta hacia el norte se penetra en el llamado corazón de Alsacia. Desde Orschwiller a Rosenwiller, el mosaico de paisajes combina los viñedos con bosques dominados por las magníficas ruinas de castillos como Landsberg, Spesbourg o Bernstein. Un buen broche final del recorrido pasaría por dos ciudades: Barr, con su hermoso ayuntamiento renacentista, sede de la feria más antigua de vinos de la región, y Obernai, un pueblo auténtico donde se habla el alsaciano, las mujeres suelen lucir sus trajes tradicionales y existe un gran fervor religioso, de la que son testigos la iglesia de San Pedro y San Pablo, así como el monasterio de Santa Odilia, a las afueras, un antiguo centro de peregrinación frecuentado por personas con problemas oculares.
EL DESCANSO EN LA RUTA
En Colmar, en Le Colombier (hotel-le-colombier.fr), un cuatro estrellas abierto en un edificio renacentista con estancias que combinan tradición y modernidad. En Kaysersberg, el Hotel Kle (hotelkle.com), con una veintena de habitaciones decoradas en madera en el corazón de la ciudad vieja. En Barr, 5 Terres Hotel & Spa (5terres-hotel.fr) destaca por su spa. También recomendable la zona wellness de Hotel Le Parc (hotel-du-parc.com), en Obernai.
PARA DISFRUTAR A LA MESA
La propuesta gastronómica alsaciana se caracteriza por su influencia germánica con el inevitable chucrut, el foie gras y el tradicional puchero como platos fuertes. En el centro de Colmar, Le Quai 21 (restaurant-quai21.fr) tiene un menú interesante para el almuerzo y para la noche. En Kaysersberg, l’Alchémille (lalchemille.fr), el chef Jerome Jaegle se abastece de las verduras, plantas, frutas y flores de su huerto para elaborar unos platos creativos y muy bien presentados. En Riquewihr, La Table du Gourmet (jlbrendel.com) está dirigido por Jean-Luc Brendel, uno de los chefs más reconocidos de Francia, y posee estrella Michelin. Los interesados en las catas pueden acercarse a Le Cercle des Arômes (lecercledesaromes.fr) en Colmar.