¿CÓMO LLEGAR A PLITVICE?
El inicio de nuestra ruta en el Parque Nacional de los Lagos de Plitvice se encuentra a 150 kilómetros de Zagreb, la capital croata a la que se llega en vuelo directo desde España. Compañías como Iberia operan vuelos directos desde Madrid y Croatia Airlinies desde Barcelona. Entre Plitvice y Pula, en el extremo sur de la península de Istria, hay unos 258 km. Lo mejor será recorrerlos en coche, a nuestro aire y disfrutando de cada una de las paradas de esta ruta. Croacia tiene una excelente red de carreteras y se puede alquilar un coche desde el mismo aeropuerto.
¿CUÁL ES LA MEJOR ÉPOCA PARA IR?
Cada época tiene su encanto. El otoño Plitivice estalla en tonos marrones, ocres y rojizos. En primavera, tras las lluvias del invierno y el deshielo, las cascadas están aún más espectaculares. En ambas estaciones no hay tanto turismo y los precios son más bajos. Durante el verano habrá más gente, pero en la ruta hay unas cuantas playas y será el mejor momento para disfrutar de ellas. El invierno no es recomendable, suele ser bastante ventoso.
LOS LAGOS DE PLITVICE, EL INICIO DE LA RUTA
Del gris plateado al azul zafiro, pasando por un turquesa radiante propio de una playa caribeña. Esta gradación de colores es la que experimentan los 16 lagos de Plitvice según avanzan las horas. Sus 30.000 hectáreas de vegetación esconden un sistema lacustre enlazado por estrepitosas cascadas que actúan como vasos comunicantes. Estos lagos que desaguan los unos en los otros, como si se tratara de una fuente de varios pisos, conforman uno de los reductos naturales más impresionantes de Europa.
La entrada al parque incluye un paseo en barco por el lago Kozjak, el más grande y profundo del recinto, que en verano zarpa cada media hora. Explorar Plitvice no solo es escuchar una orquesta de mil grifos a cargo de estas aguas que provienen de los ríos Bijela y Crna Rijeka, es también maravillarse con las 150 especies de aves que habitan este vergel y conviven con corzos, lobos y hasta esquivos osos con los que, por suerte, es imposible cruzarse.
Una larga pasarela de madera permite sumergirse en este territorio, declarado Patrimonio de la Humanidad, a lo largo de cinco rutas que discurren entre bosques de hayas.
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ISTRIA, LA PENÍNSULA EN FORMA DE CORAZÓN
Desde Plitvice partimos hacia la península de Istria, la más grande del Adriático. Su posición geográfica la ha contagiado de la pasión italiana por la buena vida que otorga un carácter cálido a sus gentes y la hacen de lo más hospitalaria. La gastronomía aquí, puramente mediterránea con marcada influencia italiana, es un festín para el paladar. Sus platos se basan en aceite de oliva, ajo, hierbas y excelente pescado. Uno de los mejores lugares para degustarla es el restaurante Monte (monte.hr), en Rovinj, con una buena selección de especialidades de Istria, tanto de mar como de montaña, acompañados de más de un centenar de vinos locales.
Nos ponemos en marcha por la carretera que bordea el perfil costero de esta península recalando en sus localidades más hermosas, para descubrirla con calma.
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EL PUEBLO FORTIFICADO DE LABIN
Antes de avanzar rumbo sur hacia los destinos más turísticos hacemos parada en Labin, en la costa este. Una pequeña localidad medieval y fortificada, situada sobre una colina, que a menudo pasa desapercibida, pese a contener un seductor casco antiguo con pasajes adoquinados y fachadas barrocas. Desde lo alto de su fortaleza se divisan las montañas y al fondo, el mar. Durante el verano celebra su festival Labin Art Republika que llena las calles de artistas, talleres, música y un montón de actividades.
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PULA, LA ROMA CROATA
Mucho más concurrida está la localidad de Pula, en la punta meridional de la península, donde hoteles, restaurantes y tiendas apenas desentonan con los vestigios romanos de una ciudad que estuvo ocupada por el Imperio durante más de dos mil años. El arco de triunfo de Sergio, el foro y un pequeño pavimento con mosaicos del siglo III son algunos de los restos, aunque la joya de la corona es el majestuoso Anfiteatro, un coloso que data del siglo I –la época en que se construyó el Coliseo de Roma–.
Para alojarse en Pula, el hotel-boutique Valsabbion (valsabbio.hr/hotel), a los pies de una bahía, es una opción excelente.
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UN ALTO EN LAS BRIJUNI
Al abandonar Pula en dirección a Rovinj, nuestra próxima parada, conviene hacer un alto para conocer el archipiélago de las Brijuni. 14 islas cercanas a la costa, declaradas parque nacional, que son refugio de aristócratas y gente pudiente. De las 14, solo pueden visitarse las dos más grandes, Veli y Mali. Desde Pula se ofrecen tours guiados que incluyen el transporte en barco, un recorrido en tren turístico y un paseo a pie o en bicicleta. Allí nos esperan más ruinas romanas, impresionantes miradores y una naturaleza fantástica –que incluye hasta un Safari Park con animales exóticos– (np-brijuni.hr/es).
ROVINJ, LA POSTAL PERFECTA
Quizás cueste abandonar Pula pero es porque se desconoce el encanto de la próxima parada, la localidad de Rovinj, 50 kilómetros al norte por la costa occidental de Istria. Su perfil de cuento de hadas y su sabor marinero la convierten en la postal perfecta: reflejado en las aguas del Adriático, un conjunto de casas coloridas escala por una colina hasta llegar a la catedral de Santa Eufemia. Fotogénica hasta el extremo, a Rovinj hay que descubrirla caminando para convencerse de que se trata de uno de los puertos auténticos que quedan en el Mediterráneo.
Para los que quieran alojarse aquí dos buenas opciones son el hotel Monte Mulini (maistra.com) es un lujoso cinco estrellas de diseño, o el hotel Lone (maistra.com), rabiosamente contemporáneo y basado en una funcionalidad elegante.
POREČ, EL FIN DE LA RUTA
Desde Rovinj nos dirigimos a Poreč, 35 km al norte, para maravillarse con la basílica de San Eufrasio (en la imagen), de los más intactos ejemplos del arte bizantino. Aquí encontramos otra Istria. Menos gente, menos ajetreo turístico y un ritmo de vida sosegado. Allá donde dirijamos los ojos veremos olivos y viñas tapizando espolones rocosos, en cuyas cimas se asientan bellas aldeas medievales. Por algo hay quien ha bautizado este lugar como la «nueva Toscana».
Esta localidad será el colofón perfecto para decir adiós al litoral y quizás emprender una nueva ruta por los pueblos altos que aguardan en el interior de la región.