LLANES (ASTURIAS)
Difícil decidirse por el pueblo más bonito de Asturias, porque los candidatos son numerosos. De los marineros, Llanes es uno de los preferidos, con un casco histórico abarrotado de palacios y casas blasonadas, un rico conjunto de arquitectura indiana, el romántico paseo de San Pedro que recorre el adarve de la muralla y sigue la senda costera o el puerto más artístico de España, que el artista Agustín Ibarrola creó con sus Cubos de la Memoria.
GUADALEST (ALICANTE)
Aunque deslumbran los kilómetros de playas, calas y acantilados que se suceden en el litoral de la comarca de la Marina Baixa, en el interior también se descubren tesoros como Guadalest. Un pequeño pueblo medieval que se ha conservado tal y como lo construyeron los musulmanes, sobre una roca escarpada a 586 metros de altitud. Con el embalse a sus pies, dos bonitos barrios –el del Castillo y el del Arrabal–, numerosos museos y el espectacular entorno natural de la sierra de Aitana, es uno de los pueblos más bonitos de Alicante, ¡y hasta de España!
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CADAQUÉS (GIRONA)
La foto de este pueblo de la Costa Brava es la de su blanquísimo caserío asomado a la bahía y la iglesia de Santa María despuntado sobre los tejados. Solo por contemplarla ya habrá merecido llegar hasta él. Pero delicioso es recorrer sus estrechas calles de Santa María, Curós o Silvi Rahola perfumadas de plantas y flores y enlosadas con rastell, un pavimento hecho a mano con piedras extraídas de la orilla del mar. En el camino se ven edificios indianos, galerías de arte, tiendas, vestigios de la antigua muralla medieval y el museo de Cadaqués, muestra de la activa vida cultural de la localidad, la que enamoró a Dalí, cuya casa-museo queda a solo 3 kilómetros, en Portlligat.
MADERUELO (SEGOVIA)
Cruzar el Arco de la Villa, la entrada al casco histórico de Maderuelo, es como hacer un viaje en el tiempo. Los restos de la muralla y el castillo, sus iglesias de san Miguel y Santa María y las casonas recias hablan del poso dejado por los siglos en esta villa castellana. En lo alto de una colina de cima plana y alargada, su entramado urbano lo recorren dos calles unidas en los extremos que llevan a sus miradores, asomados al embalse de Linares y a los anchos horizontes castellanos. El complemento a la historia de Maderuelo está en una visita al Parque Natural Hoces del Río Riaza, uno de los espacios naturales más espléndidos de la provincia.
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PEÑALBA DE SANTIAGO (LEÓN)
El recóndito valle del Silencio, por el que discurre el río Oza, y rodeado de montañas y bosques de castaños, enmarca este bonito pueblo de arquitectura tradicional berciana. Entre los tejados negros de sus casas tradicionales despunta la iglesia de Santiago de Peñalba, una auténtica joya del arte mozárabe leonés, fundada por San Genadio en el siglo X, el ermitaño que fue obispo de Astorga y encontró en una cueva del entorno su lugar de retiro. A una veintena de kilómetros, otro oasis de espiritualidad y otro tesoro mozárabe, la de Santo Tomás de las Ollas.
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LIÉRGANES (CANTABRIA)
Lo llaman la Santillana pasiega y eso ya dice mucho de este bonito pueblo con historias en cada esquina. Paseando por el casco antiguo se van descubriendo elegantes casonas montañesas con escudos, plazas empedradas, un balneario, puentes, ingenios hidráulicos... Por tener tiene hasta una leyenda, la del hombre-pez, un ser mitológico que desapareció en el mar y al que se le recuerda con una escultura junto al puente mayor. Y fama también, su chocolate con churros y su cerveza artesanal. Lo descubrimos en los Valles Pasiegos.
ALBARRACÍN (TERUEL)
Fotografías tiene miles, ya desde la lejanía. Dijo Azorín que este pueblo de Teruel «era una de las ciudades más bonitas de España». Y aunque lo de ciudad es mucho decir, su estampa, lo corrobora, con un anillo de murallas encerrando su casco antiguo y pintado del color terroso del adobe. Caminando por sus calles de piedra centenarias, la percepción no varía, pues evocan el sabor de un pasado musulmán, renacentista y barroco y su castillo, que fue un antiguo alcázar. Quien busque naturaleza, ahí al lado están los pinares de Rodeno y la cascada del Molino de San Pedro.
GETARIA (GIPUZKOA)
En una península con forma de ratón se concentra esta preciosa villa marinera rebosante de encantos. Tiene un pintoresco y activo puerto; casas medievales, un conjunto monumental que forman la iglesia de San Salvador, la torre de los Zarautz y Olaso y el pasadizo de Cataprona. Y también playas y un paseo costero al pie de sus acantilados. Los amantes de la moda lo que llegan buscando es el museo dedicado al modisto Balenciaga, el Guggenheim de la moda, que nació en Getaria (como también Juan Sebastián Elcano) y hoy se muestra su obra en un espectacular y moderno edificio anexo al Palacio Aldamar.
VEJER DE LA FRONTERA (CÁDIZ)
Para llegar a Vejer hay que subir a lo alto del cerro en el que toma asiento, aunque antes ya se habrá atisbado desde lejos su precioso caserío encalado protegido por una muralla. En torno a su castillo se organizan sus laberínticas calles, adornadas de iglesias mudéjares –la del Divino Salvador, entre otras–, palacios y sus casas con patios. Un conjunto impecable, que comienza a descubrirse por el Arco de la Segur, tomando como punto de partida la plaza de España, con sus terracitas en las que sentarse a tomar un vino con pescaíto frito.
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FORNALUTX (BALEARES)
A los pies del Puig Major, el pico más alto de la sierra de Tramuntana, Fornalutx es un precioso pueblo medieval de montaña, de plazas tranquilas y empinadas calles de piedra por las que da gusto pasear. En la asociación de Los Pueblos más bonitos de España, en su zona más elevada se sitúa la iglesia gótica, presidiendo la plaza de España, mientras que la playa más cercana queda a solo 7 kilómetros. A su alrededor, numerosos senderos, como la ruta circular que pasa por Sóller, Binibassi y Biniaraix.
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