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Pueblos junto al mar que seguramente te resulten desconocidos


Actualizado 13 de abril de 2022 - 16:20 CEST
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ORTIGUEIRA, A CORUÑA

Da nombre a un importante festival de música celta y también a la ría que se abre entre el cabo Ortegal y el de Estaca de Bares, pero Ortigueira tiene muchos otros encantos, como sus palacetes indianos, sus balconadas acristaladas, el romántico pazo de Brandariz, el antiguo convento de Santo Domingo. Después de descubrirlos esperan sus impresionantes paisajes, como los de la sierra de Capelada, las playas de Espasantes o de Morouzos o los salvajes acantilados de Loiba.

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L’AMETLLA DE MAR

A este pueblo costero de la comarca del Baix Ebre se le conoce también con el nombre de La Cala, y eso es una pista de lo que vamos a encontrar en su litoral, una sucesión de calas y playas para todos los gustos. Rodeado de un precioso entorno natural donde su unen mar y tierra, L’Ametlla también posee un castillo, el de Sant Jordi d’Alfama, un conjunto de fortificaciones que lo protegieron en otro tiempo y mil experiencias para disfrutar del Mediterráneo, desde nadar entre atunes rojos a todo tipo de actividades náuticas.

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TAMADUSTE, EL HIERRO

Al sur de la isla de El Hierro, en el municipio de Valverde, encontramos este pequeño pueblo de ambiente marinero tan acogedor y bonito como desconocido, con una piscina natural que es uno de los lugares privilegiados del litoral herreño, donde podemos darnos un baño, bucear o practicar pádel surf en sus aguas tranquilas y cristalinas.

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CATOIRA, PONTEVEDRA

Durante siglos, Catoira fue una de las fortalezas defensivas más inexpugnables de Galicia, que hacía frente a los ataques de los ejércitos normandos y los piratas sarracenos. Este capítulo importante de su historia todavía se rememora en este pueblo costero durante la celebración de su romería vikinga, fiesta de interés turístico internacional. Más allá de su conjunto fortificado, atrae también por su entorno natural, un paisaje salpicado de molinos de viento, bosques, marismas y playas fluviales a solo 37 kilómetros de Santiago, en el lugar en el que se unen la desembocadura del río Ulla y la ría de Arousa.

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ORTIGUERA, ASTURIAS

En el concejo de Coaña, en el occidente asturiano y sobre las laderas que desembocan en el Cantábrico, este pueblo de cuento es una ventana a la inmensidad del mar. Posee un bonito puerto, el del Ribeiro, que sigue siendo un desconocido. Como lo es también el cabo San Agustín, en un extremo, un enclave donde vemos dos faros, jardines, un monumento dedicado a los marineros y una ermita de muros blancos. Además de todo ello posee un conjunto de arquitectura indiana que hacen de Ortiguera un lugar único para disfrutar de la tranquilidad.

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BENISSA, ALICANTE

Calas de ensueño y un barrio viejo de sabor medieval se fusionan en este pueblo del litoral alicantino situado en un alto. Sus 4 kilómetros de costa, que recorre un paseo ecológico, son la quintaesencia mediterránea, en ellos se esconden calas de color turquesa entre acantilados escarpados y salpicados de vegetación y villas. A pie por el centro histórico viajaremos al pasado, desde la Edad Media al Renacimiento, en la que despunta la iglesia de la Purísima Xiqueta, conocida como la catedral de la Marina Alta por su monumentalidad.

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SALOBREÑA, GRANADA

Cuando se contempla Salobreña desde lejos, su primera imagen enamora, con sus casonas encaladas desparramadas por el peñón. En lo más alto del casco histórico está el castillo, al que habrá que subir para contemplar una de las mejores panorámicas de la Costa Tropical, del Mediterráneo y de Sierra Nevada. Paseando ya por sus callejuelas se van descubriendo la iglesia del Rosario, con sus azulejos de estilo mudéjar, el mirador de Enrique Morente y bares donde sentarnos a disfrutar de su pulpo seco, que tiene fama.

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MUNDAKA, VIZCAYA

Cientos de aves tienen en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai su lugar de descanso, de anidación y de cría, un espacio natural único, que también es Patrimonio de la Humanidad. Es el privilegiado entorno de este bonito pueblo de la costa de Vizcaya volcado al mar, con estrechas callejuelas que desembocan en su diminuto y encantador puerto pesquero, casonas señoriales, viviendas de pescadores y miradores como los de la Atalaya y Santa Catalina. Las playas, el txikiteo en sus bares y su famosa ola izquierda que buscan los aficionados al surf también atraen.

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TABARCA, ALICANTE

Para llegar a este pueblo mediterráneo hay que tomar un barco desde el puerto de Alicante o desde Santa Pola y poner rumbo a esa isla plana y alargada que, además de ser la única habitada de la Comunidad Valenciana, está declarada reserva marina por la belleza y el valor ecológico de sus fondos. Con menos de 2 kilómetros de largo y 400 de ancho, el que fuera un antiguo refugio de piratas conserva un poblado fortificado del siglo XVIII, murallas, cisternas, la casa del Gobernador y una iglesia.

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LLUCALCARI, MALLORCA

Hay otra Mallorca que no es tan conocida, es la de sus pequeños pueblos, como este del municipio de Deià, formado por un pequeño puñado de casas, una pequeña capilla dedicada a la Mare de Deu d’Agost, algunas torres de defensa desde las que se vigilaba la llegada de las incursiones piratas y un hotel en lo alto de la colina donde podemos quedarnos a dormir y despertar rodeados de montañas y el Mediterráneo de fondo.

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