MONELLS
Desde que se rodaron en él algunas escenas de la película Ocho apellidos catalanes, muchos han descubierto este pequeño pueblo del Baix Empordà, en Girona, próximo a Peratallada y a Pals, que, desde mucho tiempo atrás, ya era un lugar importante en época medieval. Son poco más de 200 vecinos los que residen hoy en este bonito pueblo con un encanto especial y pasean por su plaza mayor porticada, el carrer dels Arcs y entran en la iglesia de San Ginés.
SIURANA
Cuando un pueblo está colgado en un altozano, suma puntos. Es lo que le pasa a este de Tarragona, que se encuentra al borde de un precipicio y con unas vistas espectaculares a las montañas de Prades y el pantano al que da nombre. Pero es que además está adornado de callejuelas empedradas, casonas medievales, rincones perfumados de geranios y miradores. El que nadie quiere perderse, especialmente a la hora del atardecer, es el Salto de la Reina Mora, que tiene también su leyenda, pues la hermosa reina Abdelazia saltó desde él con su caballo blanco antes de verse sometida al ejército cristiano que sitiaba la fortaleza árabe que lo corona.
SANTA PAU
De ruta por los volcanes del Parque Natural de la Garrotxa, muy cerquita de los de Santa Margarita y del Croscat se descubre este encantador pueblo de piedra, amurallado y bien conservado, que tiene un castillo en lo alto. De su bonita plaza porticada parten todas las calles del conjunto histórico. Un verdadero laberinto para entretenerse subiendo y bajando por sus cuestas adornadas con plantas, tomando un respiro en sus mil y un rincones o miradores y acabar degustando la rica gastronomía de la comarca en Cal Sastre (calsastre.com), un acogedor restaurante en cuya carta reinan los productos de temporada y de kilómetro 0.
CASTELLFOLLIT
Puerta de entrada al Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, lo primero que llama la atención de Castellfollit, en Girona, es su hermoso perfil, pues este pequeño pueblo se levanta y se estira sobre un espectacular acantilado de roca basáltica de 50 metros de altura y casi un kilómetro de largo, recortado por el río Fluviá. En un extremo del risco, despunta en el skyline el campanario de la iglesia de Sant Salvador, excelente mirador. El centro de la Vila Bella es la plaza de Sant Roc, donde se levanta la torre rosada del Reloj y de la que parten sus dos calles principales, enmarcadas por casas de piedras.
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PALS
Nada en Pals desentona, es uno de los pueblos medievales de la comarca gerundense del Baix Empordà y tiene su mérito. El núcleo antiguo mantiene su esencia medieval, protegido en otro tiempo por una muralla y con un castillo en el alto del que ya solo queda la torre de las Horas, pero cuyas piedras al menos sirvieron para reconstruir la iglesia de Sant Pere. Un delicioso pasatiempo resulta recorrer su entramado de empinadas calles empedradas adornadas con casas de piedra arenisca y color ocre, torres visigóticas, arcos de herradura, portaladas y acabar contemplando desde el mirador de Josep Pla la llanura ampurdanesa y hasta el mar.
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PERATALLADA
A pocos minutos de la Costa Brava encontramos este pueblo de Girona que es como un escenario de la Edad Media. Por sus calles hay que andar sin rumbo, porque el trazado del conjunto medieval es de lo más irregular y lo más divertido es perderse. Protegido protegido por un triple recinto de murallas y un foso que se conservan en muy buen estado, la plaza de les Voltes y la plaza Mayor ejerce de centro, y de ellas parten sus callejones, con caserones fortificados con galerías, arcos góticos y ventanales renacentistas. Todos los caminos conducen al castillo, con su torre cuadrada elevándose imponente sobre los tejados de la villa.
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RUPIT
Recorriendo el valle de Sau, de pronto hace su aparición este pueblo de Barcelona que parece de postal. Y es que entrar en él es trasladarse al Medievo, con calles empedradas y peatonales, numerosas casas centenarias, la plaza del Cavallers, el esbelto campanario de la iglesia de Sant Miquel y un monumental puente sobre el río. Pero la belleza de Rupit no acaba aquí, porque en sus alrededores de Rupit está la espectacular cascada de Sallent, que precipita sus aguas en una caída de casi 80 metros. Un poco más allá, la iglesia románica de Sant Joan de Fàbregues es una sorpresa más al borde del precipicio.
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MIRAVET
A este pequeño pueblo de Tarragona aupado sobre una colina lo define su imponente castillo templario, que antes fue atalaya musulmana. Desde sus alturas se admira el meandro que dibuja el Ebro, por el que se puede navegar en el último transbordador del río que funciona sin motor, tan solo arrastrado por la corriente del agua y la maestría del barquero. Después hay que fijarse en cómo las casas del pueblo ascienden por la pared rocosa, cómo se estira el pueblo hasta llegar al barrio del Raval y detenerse un buen rato a contemplar la iglesia Vieja y su plaza-mirador.
BESALÚ
Hay una imagen que identifica a primera vista este bonito pueblo medieval de la comarca de la Garrotxa, en Girona, es la de su espectacular puente de piedra románico sobre el Fluvià, construido utilizando las piedras del río. Cuando se cruza se van descubriendo el resto de sus encantos, como la antigua judería, donde podemos ver el único miqvé –baño sagrado para purificar el cuerpo en el judaísmo– que existe en España, en el mismo lugar donde estuvo la sinagoga. Más adelante está la plaza de la iglesia del monasterio de Sant Pere, los templos de Santa María, San Vicente y San Julián, el ayuntamiento, la Casa Cornellà o los soportales de la calle Tallaferro.
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CARDONA
Para entender este pueblo de Barcelona hay que empezar por enfundarse el casco de minero y adentrarse en la Mina Nieves, en el Parque Cultural de la Montaña de Sal, la prueba de cómo la explotación de su valle salinero creó tanta riqueza. Una vez conocido, se descubrirán con otros ojos los mejores rincones de la localidad, que tiene la calle Escassany como eje vertebrador. La capilla de Santa Eulalia mártir, los pórticos d’en Soler, la colegiata románica de Sant Vicenç… y, sobre todo, la plaza de la Fira. Además de acoger cada domingo un bullicioso mercado, aquí se agrupan el ayuntamiento, los soportales de la Curia y el conjunto parroquial de Sant Miquel. En lo alto sobresale el castillo, que fue residencia de los Duques de Cardona.
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GUIMERÀ
Llegar a este bonito pueblo de Lleida desde la carretera de Vallfogona de Riucorb y contempla desde la distancia, con sus casas levantadas de forma escalonada en la ladera de un cerro, es quedar enamorado al instante. Antes de llegar, el río Corb invita a dar un paseo por su orilla y seguir disfrutando de las vistas. El recorrido por el conjunto medieval comienza en la parte baja y va in crescendo por el laberinto de calles empedradas y estrechas que ascienden hasta la iglesia de Santa María o hasta la torre del castillo, que ofrece otra excelente panorámica sobre los tejados del pueblo y el paisaje que la rodea. Pasajes, fuentes, rincones y una cuidada arquitectura medieval van saliendo al paso mientras se camina por sus calles sin rumbo que parecen haberse parado en el tiempo.
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