UNA CERVEZA DE ALTURA EN ST. JOHANN IN TIROL
El aeropuerto de Múnich es el punto de partida habitual de una ruta circular por el Tirol. A tan solo 95 kilómetros se encuentra uno de los pueblos más encantadores de Austria: St. Johann in Tirol. Enclavado en el valle de Leukental, a 659 metros de altitud, un sinfín de tonalidades verdes enmarcan esta localidad que, en invierno, ofrece 43 kilómetros de pistas de esquí para todos los niveles. También lo es durante el buen tiempo para el turismo de montaña, incluido el familiar, por sus 200 kilómetros de circuitos a pie o en bicicleta. Pero en cualquier época, St. Johann es un destino en sí mismo gracias a la belleza de sus calles peatonales con fachadas policromadas y detalles de madera y flores en cada rincón.
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De día, y más aún cuando cae la noche, es momento de probar la cerveza austriaca, de merecida fama. Si nos gustan las artesanas, las premiadas y los sitios de moda, habrá que ascender los 27 metros de la torre Huber Bräu. A sus ingredientes –solo lúpulo, cebada malteada y agua (preferiblemente de manantial), como dictamina la Ley de Pureza de 1516–, se suma la pasión de su maestro cervecero y la de una familia dedicada a esta tradición. Tomar una St. Johanner Original (o una Augustine) acompañada de un goulash y unas vistas fabulosas a la cumbre alpina Cuerno de Kitzbühel no puede ser mejor elección.
Si buscamos una experiencia auténtica, reservaremos una habitación en Oberhabach (oberhabach.at), la encantadora granja tirolesa del siglo XIV de la familia Marlen&Sepp Seiwald. Tras un sueño reparador y un excelente desayuno eco, nos espera una ruta por granjas, paseos a caballo o en poni, caminatas por el bosque con los cabritillas, las tirolinas de Hornpark (hornpark.at) o Kitzbühel, el pueblo que conquistó los pinceles de uno de los artistas más relevantes de Austria: Alfons Walde.
ESQUIAR CON LAS ESTRELLAS Y BRINDAR CON SIROPE DE FLORES
A los pies del pueblecito medieval de Kitzbühel, de pasado minero y presente sibarita, se encuentra la estación de Hahnenkamm, el punto de partida de un ascenso histórico en góndola. Diseñado por el arquitecto y pintor Walde, este fue el primer funicular del país y desde 1927 permite a los amantes de los deportes de invierno acceder a las cumbres nevadas y disfrutar de un paisaje increíble. Lejos han quedado aquellos hombres que desafiaban laderas escarpadas con sombrero y chaqueta de paño tirolés, y de mujeres que descendían con sus primitivos esquíes con faldas de lana y grandes tocados.
Lo que sí permanece intacto en sus 233 kilómetros de pistas es el esquí en paralelo que exportaron al mundo Toni Seelos y Hannes Schneider, y la pasión por practicar toda gama de deportes estacionales, con el pico Steinberghogel (1943 metros) como telón de fondo, desde snowboard o raquetas de nieve hasta parapente, golf, natación en lagos alpinos o descensos de vértigo a dos ruedas.
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Si nos gusta el bullicio, en enero se celebra el Hahnenkam-Rennen, uno de los campeonatos más espectaculares del mundo, tanto que la localidad multiplica por 10 su población (8600 habitantes). Y si preferimos alternar deporte y experiencias, tres planes en Kitzbühel: visitar la torre del siglo XII que alberga el Museo Alfons Walde, su edificio más antiguo; disfrutar de una travesía de esquí de fondo bajo la luz de la luna y saborear, frente al crepitar de una chimenea, un Hollunder Satt, un sirope frizante de flor de sauco. Así se entiende por qué este lugar cautivó a Marilyn Monroe o Liz Taylor… ¡y sigue de moda!
FLOTAR BAJO LA LUNA
El valle de Ötztal es una excelente opción para pasar unos días en un paraje idílico con buenos planes. La carretera alpina desemboca en uno de los imprescindibles de la zona: el balneario Aqua Dome (aqua-dome.at), reconocido como uno de los destinos termales más especiales de Centroeuropa. Un mamut gigante, cuyo tamaño se corresponde con las montañas majestuosas que coronan esta llanura frondosa, hace de puerta de entrada a este espacio para la desconexión.
En sus 22.000 metros cuadrados hay espacio para momentos wellness en familia, con un mundo acuático diseñado a la medida de los más pequeños. Y también un espacio only adults para los que buscan paz y tranquilidad, así como áreas reservadas exclusivamente a los huéspedes: spa, saunas, zonas de relax, lounge bar para sibaritas en albornoz, miradores acristalados y una carta de masajes para conquistar el cuerpo, la calma y el olfato. En el exterior, el vapor de las termas se acompaña de una música relajante y el juego de las luces LED al atardecer. Si quieres vivir una experiencia inolvidable, el viernes es el día elegido para disfrutar de este caprichoso espacio bajo la luz de la luna.
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800.000 LUCIÉRNAGAS SOBRE EL LAGO
Solo 75 kilómetros separan los prados de Ötzal de la elegancia imperial de Innsbruck: una ciudad vibrante, con alternativas culturales, gastronómicas, deportivas y de bienestar alrededor de su Tejadillo de Oro. Es difícil elegir qué impacta más, si el brillo de sus 12.657 tejas de cobre, el silencio sobrecogedor del cenotafio de Maximiliano I en la iglesia de la Corte, la subida vertiginosa en media hora desde el centro de Innsbruck (574 m) a la cordillera Nordkette (2256 m) o la impactante arquitectura de Zaha Hadid en las estaciones blancas que se suceden en el ascenso.
Descubre un paraje insólito a más de 2000 metros de altura subiendo en el teleférico de Nordkette
La obra Prima es uno de los destellos artísticos que se pueden contemplar en los Mundos de Cristal de Swarovski (kristallwelten.swarovski.com), a las afueras de la capital del Tirol. Con motivo del centenario de la apertura de la fábrica en Wattens, André Heller diseñó un universo de 75.000 metros cuadrados llenos de poesía.
Un destino obligado para descubrir cómo el cristal ha inspirado obras irrepetibles de Salvador Dalí, Andy Warhol, Alexander McQueen, Armani, Yayoi Kusama o Arik Levy. Un gigante verde (o vestido de blanco en invierno) custodia las denominadas 17 cámaras de las maravillas, donde cada autor ha diseñado una sala, que también cuenta con su propia melodía y su perfume a medida. En el exterior, 15 millones de cristales giran en el carrusel del español Jaime Hayon. Si se prefiere un momento mágico para recordar, nada mejor que sentarse en el restaurante Daniels cuando caiga la noche y observar; es entonces cuando 800.000 luciérnagas comienzan a brillar sobre un lago cristalino, bajo la intensidad de un cielo azul cobalto.