AVENIDA DE LOS BAOBABS, MADAGASCAR
Al oeste de Madagascar y próxima a la villa costera de Morondava, esta pista de tierra es, a la hora del atardecer, uno de los lugares de mayor magnetismo en África, escoltada por la silueta de una treintena de baobabs milenarios que llegan a alcanzar hasta 30 metros de altura, un árbol considerado sagrado para los malgaches y, junto con los lémures, símbolo del país. A la hora bruja, un festival de niños, puestos de artesanía y viajeros se congrega en el lugar para aplaudir el espectáculo.
LAGO NAKURU, KENIA
Difícil no caer rendido ante el embrujo del espectáculo de la mayor colonia de flamencos rosados que, en primavera, tiñen las aguas de este lago situado en pleno valle del Rift. Son dos millones de estas aves de colorido plumaje (la mitad de la población mundial) los que se acercan a sus aguas carbonatadas y poco profundas hasta cubrirlo con un manto fluorescente encajado entre praderas verdes, acantilados escarpados y acacias solitarias. Un paraíso para los ornitólogos y un auténtico portento de vida salvaje en el que no faltan jirafas, cebras, búfalos, rinocerontes… como salidos de un documental.
DESIERTO DE NAMIB
Los superlativos se quedan cortos ante los más de trescientos metros de altura que llegan a alcanzar algunas de las fotogénicas dunas de color rojizo del área de Sossussvlei, al sur de Namibia. Son la joya del desierto más antiguo del mundo, pero el Parque Nacional de Namib-Naukluft, que con sus cerca de 50.000 kilómetros cuadrados discurre paralelo a lo largo de la costa del Atlántico, también guarda otras sorpresas, como el sendero de la Welwitschia, Sandwich Harbor, las montañas del Naukluft o el cañón del Kuiseb.
DELTA DEL OKAVANGO, BOTSWANA
¿Por qué el río Okavango es uno de los lugares más fascinantes y desconcertantes del continente negro? Pues porque después de recorrer lentamente desde las tierras altas de Angola durante más de mil kilómetros de distancia va a morir, no al mar, sino al desierto de Kalahari, donde se desgaja en un laberinto de canales, lagunas e islas. Además de una inmensidad de anfibios, en sus aguas se concentra una barbaridad de fauna salvaje, incluidos los big five o cinco grandes del safari.
EL NILO
Egipto es un viaje que hay que hacer al menos una vez en la vida, pero no se concibe sin añadirle la experiencia única de surcar el «padre de todos los ríos» en barco. Pocos escenarios resultan tan sorprendentes como el que va asomando a medida que se avanza por este valle de tonalidades verdes y anaranjadas: las pirámides de Giza, el complejo de Karnak, el templo de Luxor, el insólito de Kom Ombo o el de Edfú. Auténtico disfrute para los apasionados a la arqueología y a la antigua civilización egipcia.
SERENGETI
Serengeti, en lengua masai, es el nombre de estas llanuras que forman el parque nacional más extenso de toda Tanzania, además del más famoso. Siguiendo siempre las lluvias, por él cruzan cada año a lo largo de sus migraciones más de un millón y medio de ñus, acompañados de cebras y gacelas y seguidos por la cohorte de leones y demás predadores hacia la también célebre reserva de Masai Mara, en la vecina Kenia. Para disfrutar del espectáculo, la forma más auténtica es instalarse en un campamento móvil, cuyas tiendas poco tienen que envidiar a los servicios de un gran hotel.