Si el Pitarque naciese en el Pirineo o en la cordillera Cantábrica sería uno más entre un millón de ríos. Pero como brota de sopetón, con un chorro tumultuoso, en el corazón de una de las comarcas más áridas de España, el Maestrazgo de Teruel, es un diamante. Y los hombres somos así: nos complacen las rarezas, los contrastes, los diamantes, los pitarques...
CÓMO LLEGAR
Pitarque está a 126 kilómetros al noreste de Teruel. Conduciendo por la carretera A-1702 desde Ejulve a Cantavieja.
LOS ÓRGANOS DE MONTORO
En media hora desde Ejulve, o quizá algo menos, se atraviesa un desfiladero cuyas paredes semejan cuchillos puntiagudos, altos como rascacielos. Esos cuchillos (en realidad, estratos calcáreos del Cretácico Superior, y luego quebrados y erosionados por la acción del viento, la lluvia, el hielo y las aguas del río Guadalope, que parte el cañón por la mitad), la imaginación popular ha preferido ver los tubos de unos órganos colosales. Por eso, y por estar en las vecindades de Montoro de Mezquita, se les conoce como los Órganos de Montoro.
LA PRIMERA FÁBRICA DE PAPEL MONEDA
Tras rebasar el mirador de los Órganos, el asombro se acrecienta. Varias revueltas y un túnel excavado en la roca permiten a la carretera descender rápidamente a las profundidades por las que corre el río Pitarque. Es un paraje abrupto a más no poder. Abajo, junto al río, se descubre el histórico hostal de la Trucha, cuyos muros albergaron en tiempos la primera fábrica de papel moneda de España, el cual era acarreado cada mes hasta Madrid por 40 burros. Y un kilómetro y medio más adelante, el desvío que conduce al pueblecito de Pitarque.
SENDERO AL NACIMIENTO
Una hora y media, como mucho, lleva acercarse caminando desde el pueblo hasta el nacimiento del Pitarque en una ruta que no tiene ninguna dificultad. Cómodo y bien señalizado, el sendero va primero ondulando entre bancales abandonados por un valle abierto y luminoso hasta la ermita de la Virgen de la Peña. Y a partir de aquí, se adentra en un gran cañón formado por las moles calizas de Peñarrubia y la Peña de la Virgen, cuyos escarpes acogen una colonia de buitres leonados. No puede ser mayor el contraste: arriba, la piedra monda de tonos anaranjados; abajo, el río bravo de aguas verde esmeralda abriéndose paso por una espesura de bojes, aulagas, tilos, olmos, arces, quejigos, serbales, avellanos y sauces.
CASCADAS Y LAGUNAS
Poco a poco, el camino se va volviendo más estrecho y boscoso. Las paredes del cañón estrangulan el cauce del río y, para proseguir, es necesario cruzar un pequeño puente de cemento. Pasando bajo una inmensa bóveda pétrea, llegaremos a un paraje de cascadas y lagunas donde hay que pellizcarse para creer que de verdad se está en Teruel y no soñando con alguna isla tropical.
LA GRUTA DEL PITARQUE
Adosada a la pared del cañón (la izquierda, según se sube), hay una chimenea natural de roca, de unos cuatro metros de altura, por la que el agua brota y cae en cascada, siempre y cuando las lluvias hayan sido generosas. Ya solo queda superar un par de escalones rocosos, equipados con peldaños y asideros metálicos, para asomarse a la gruta donde nace el Pitarque impetuosamente, con un caudal de 1.500 litros por segundo. Aquí hay que pellizcarse de nuevo. O zambullirse en la gran poza que se forma justo debajo.
DE PUEBLOS
El viaje continúa en coche por la carretera A-1702, bordeando precipicios y bonitos pueblos de casas colgadas como Villarluengo y Cañada de Benatanduz, hasta llegar a la amurallada Cantavieja, también al borde de un cortado y conjunto histórico. Destaca en ella, por su monumentalidad, la porticada plaza de Cristo Rey. Y por su curiosidad, el museo de las Guerras Carlistas.
Una docena de kilómetro más allá está La Iglesuela del Cid, pueblo medieval cuya estampa más típica es la torre almenada de los Nublos recortándose sobre la plazuela que comparten la iglesia, la casa de la Villa y el palacio Matutano-Daudén. También aquí, instalado en el antiguo convento de los Paules, podemos ver el Centro de Interpretación del Textil y de la Indumentaria. E incluso comprar algunos de los manteles, toallas y mantas que tejen como hace siglos en el taller textil Puig, en La Iglesuela del Cid, que es el más antiguo de Aragón, documentado ya en 1746.
Y al norte, Mirambel, la población más bella de la comarca, con casas solariegas, portales de la antigua muralla, torreones y un castillo-palacio, que ya hace más de 30 años recibió el premio Europa Nostra a la restauración del patrimonio arquitectónico.
EL DESCANSO
En Villarluengo, a 10 kilómetros de Pitarque, está la masía Torre Montesanto (torremontesanto.com). En Cantavieja, Balfagón (hotelbalfagon.com) es un hotel con spa y excelente restaurante. Las Moradas del Temple (lasmoradasdeltemple.es) es una buena elección en Mirambel, con coquetas suites en una casa tradicional rehabilitada con maestría.
A MESA PUESTA
Un clásico de la comarca es Casa Amada (tel. 964 44 33 73), en La Iglesuela del Cid, donde probar cocina casera a buen precio: patatas rellenas, chuletas de cordero, flan de nuez… Y rural a tope, con con la olla en el centro de la mesa llena de judías con perdiz, albóndigas en salsa o garbanzos con ajoaceite, Casa Matilde (tel. 964 17 85 23), en Tronchón.
Otros reportajes sobre Teruel:
Alcañiz, un pueblo monumental a la vista y sorprendente bajo tierra
La casa rural del futuro existe y está en Teruel