La manera ideal para viajar este verano es a través de estas rutas en coche, con las que descubrir la costa de Cádiz o los campos de Castilla. Carreteras secundarias para adentrarnos en la isla de Ibiza o recorrer las bodegas riojanas. Las posibilidades sin salir del país son amplias, infinitas y más que recomendables.
EXPLOSIÓN DE NATURALEZA EN PICOS DE EUROPA
Quienes escogen esta maravilla natural como destino de vacaciones suelen hacerlo movidos por sus inmensas posibilidades para el senderismo y la escalada. Eso no quiere decir, claro está, que sus espléndidos paisajes no se puedan conocer también en coche. Esa es la apuesta.
La ruta perfecta lleva a recorrer parte de Asturias y Cantabria, partiendo, por ejemplo, de la bella Cangas de Onís, la que fue antigua capital del Reino de Asturias y sirvió a Don Pelayo de emplazamiento para preparar a sus tropas contra los musulmanes. El viaje continúa hasta los Lagos de Covadonga, una explosión de belleza en la que la naturaleza se muestra en todo su esplendor, y donde aprovechar también para visitar su santuario. La obligada parada en Arenas de Cabrales nos servirá para degustar, cómo no, el producto estrella de la zona: el queso de Cabrales, siempre acompañado de un buen culín de sidra. Saltando al lado cántabro del Parque Natural Picos de Europa, llegaremos hasta Potes, para después adentrarnos, curva a curva, hasta Fuente Dé, donde aparcar el coche y tomar el teleférico que sube hasta la zona más alta de Picos de Europa. Las vistas allá arriba son indescriptibles. Acabar el road trip en los pueblos del valle de Liébana nos dejará con el mejor sabor de boca.
EL LITORAL DE CÁDIZ SOBRE CUATRO RUEDAS
El plan ideal arranca en Tarifa, donde cataremos la esencia del sur con un refrescante baño en ese mar de color azul intenso que tan bien describe Cádiz. La ruta puede continuar con un toque de historia y cultura en las ruinas romanas de Baelo Claudia, en la playa de Bolonia, para acto seguido hacer parada en Zahara de los Atunes. Aquí tocará disfrutar del ambiente veraniego con una buena tapa de atún rojo de almadraba en cualquiera de sus versiones.
Nunca estará de más visitar el tradicional mercado de abastos de Barbate o cualquiera de los chiringuitos de la playa de El Palmar. En ellos la puesta de sol es de las que no se olvidan . Un buen road trip por el sur pasa por hacer una excursión por las famosas Calas de Roche, pero también para aprenderlo todo sobre la Andalucía más arraigada en las callejuelas del casco histórico de Conil. Alcanzar Chiclana de la Frontera, empaparnos de sur en El Puerto de Santa María e investigar los detalles sobre uno de los vecinos más famosos que dio San Fernando, Camarón de la Isla, son experiencias imprescindibles.
Para finalizar la ruta, por supuesto, se alcanza la capital, Cádiz: un recorrido por el barrio de la Viña y un cartucho de pescaíto frente a La Caleta pondrán el mejor punto y final a esta ruta por la costa gaditana.
LA VUELTA A IBIZA SIN PRISAS
¿Qué sería del periodo estival sin la isla del verano por excelencia? Un itinerario para disfrutar de Ibiza con calma, dejando a un lado la fiesta y la noche para embriagarse de todas aquellos encantos que destacan a la luz del sol, supone un plan de lo más apetecible para los próximos meses. ¿En el bolso? Una toalla y el traje de baño. Poco más necesitaremos.
Cualquier ruta en coche debe arrancar en su capital, Ibiza, ideal para una primera toma de contacto con su lado más cultural e histórico. ¿Cómo hacerlo? Visitando Dalt Vila, la antigua ciudad amurallada declarada Patrimonio de la Humanidad, o paseando por el atractivo puerto deportivo. Después llegará el turno de las playas y calas. No deben faltar en la lista Cala D´Hort o Cala Bassa, antes de alcanzar Sant Antoni de Portmany, donde disfrutar de un rico almuerzo en cualquiera de sus terrazas. ¿Más mar? Por supuesto, en Cala Saladeta, Cala Benirrás, Cala Comte o Cala Xarraca. El Mediterráneo más puro invita a pasar las horas chapoteando en sus aguas y disfrutando de increíbles puestas de sol.
Otra cara maravillosa de la isla es la que se descubre en el pequeño pueblo de Santa Eulària des Riu, donde el derroche de esencia ibicenca invita a desconectar en el ambiente más relajado. Un plan que nunca falla es hacer una incursión a Las Dalias, el mercadillo que rememora los años más hippies de la isla.
RUTA POR LAS BODEGAS DEL VINO DE RIOJA
Quien dice Rioja dice ricos vinos, imponentes bodegas y días repletos de catas saboreando la esencia de este pedacito de España.
Este recorrido pasa por algunos de los templos más emblemáticos del vino de Rioja —son más de 500, 80 de ellos visitables, la elección se pone difícil— pero para comenzar, Marqués de Riscal, uno de los imprescindibles en la Rioja Alavesa. La parada no solo nos regalará la oportunidad de probarlos, también conocer sus instalaciones, su museo del vino y sorprendernos, sin duda, con el increíble diseño arquitectónico de su edificio, obra del aclamado Frank Gehry. El trayecto continúa por el bello paisaje vinícola hasta alcanzar en Laguardia Bodegas Ysios. También puede presumir esta casa de original edificio, obra de Santiago Calatrava. Una vez aquí, quizás no esté de más pasar por Eguren Ugarte para conocer su bodega subterránea, absolutamente fascinante.
Tras recorrer 22 kilómetros, cruzamos a la localidad riojana de Haro, con tres imperdibles en la ruta: CVNE, inaugurada a finales del siglo XIX en el barrio de la Estación y cuyas instalaciones aún conservan sus primeras dependencias; Baigorri, ubicada en un imponente y moderno edificio acristalado de 7 plantas bajo tierra y en la que la gravedad es la protagonista en la elaboración; y Ramón Bilbao, donde tradición y modernidad se dan la mano. ¿Lo mejor? Acabar la ruta catando sus ricos vinos.
LA RUTA MÁS COMPLETA POR LEVANTE
Enntre Murcia y Castellón, donde el Mediterráneo es protagonista de numerosos pueblos desbordantes de encanto y de hermosas playas de fina arena, discurre este nuevo viaje. Empezando por la zona más al sur, con la encantadora Cartagena a la cabeza y las calas paradisíacas de los parques naturales de Calblanque o La Muela, ideales para tostarse al sol. Subiendo por el litoral no cesan los baños y el vuelta y vuelta sobre la toalla en las extensas playas del Mar Menor. Es el viaje ideal para relajarse.
La Comunidad Valenciana es la siguiente parada de este road trip en el que no puede faltar una visita a Alicante, a su castillo de Santa Bárbara y a, claro está, sus playas. Tampoco hay que olvidarse de los clásicos como Jávea, Denia o Altea. Aunque tenemos que dejar de mirar al Mediterráneo para descubrir y sorprendernos, algo más en el interior, con el Palmeral de Elche, Patrimonio de la Humanidad. Una vez en Valencia, tenemos que dedicarle, al menos, un par de días a perdernos por su casco histórico, adentrarnos en la Ciudad de la Ciencia o descubrir los barrios de toda la vida como la Malvarrosa o El Cabanyal. Antes de continuar, por supuesto, es obligada la cata de una de sus míticas paellas, cuyo arroz, por cierto, crece en el Parque Natural de la Albufera, otra de las joyas naturales de la zona.
En Castellón acaba la ruta, y lo hace a lo grande. En Benicassim no todo es música. Además del mítico festival, la ciudad también cuenta con rincones preciosos poblados de impetuosas villas de principios del siglo XX. Mientras que en Peñíscola, la belleza de su patrimonio complementa a la perfección con ese Mediterráneo que ha sido el más fiel compañero de viaje.
LA CASTILLA MÁS RURAL TAMBIÉN SORPRENDE
Esta es una opción para aquellos espíritus libres que en verano huyen del mar y de las multitudes. Castilla-La Mancha invita a avanzar por eternas carreteras mientras se atraviesan los inmensos campos manchegos que fueron testigos de las hazañas de Don Quijote. ¿Qué mejor plan?
La ruta arranca en Toledo, ciudad de las tres culturas, para descubrir su pasado musulmán, judío y cristiano mientras se recorre el interior de sus murallas. El Alcázar, las sinagogas, la catedral o el Museo del Greco son paradas imprescindibles antes de volver a tomar el coche, esta vez con destino a Ocaña, con su majestuosa plaza Mayor. Aunque si existe en La Mancha una plaza mayor en mayúsculas, esa es la de Tembleque, con hermosos soportales de madera del siglo XVII. De nuevo en carretera, pronto aparecerán las siluetas de esos molinos tan cervantinos que dominan Consuegra hasta alcanzar Daimiel y los humedales del Parque Nacional Tablas de Daimiel.
Almagro sorprende a cada paso. Es, sin duda, una de las localidades más hermosas de La Mancha. Sus calles esconden casas solariegas, palacios, e incuso un espectacular corral de comedias del siglo XVII. Podemos continuar hasta Villanueva de los Infantes y saludar a Don Quijote y Sancho Panza, pasar por Ossa de Montiel para visitar la Cueva de Montesinos y alcanzar, finalmente, Campo de Criptana, para disfrutar con la estampa más manchega: la de los inmensos molinos que Don Quijote confundió con gigantes.
LANZAROTE A RITMO LENTO
En cuanto el avión aterriza en esta isla canaria el relax se apodera del espíritu. Recorrer Lanzarote en coche invita a hacerlo sin horarios impuestos ni planes cerrados. La isla irá descubriendo poco a poco sus encantos.
Encantos que supo ver mejor que nadie su hijo predilecto: César Manrique, que dejó su huella de manera magistral a lo largo y ancho de la isla. Para comprobarlo hay que visitar joyas como la Fundación César Manrique, el Jardín de Cactus o la Casa-Museo del Campesino. Pero si hay una protagonista en Lanzarote, esa es la propia naturaleza, que adquiere formas y representaciones de lo más maravillosas en las que Manrique también supo dejar su huella, como los Jameos del Agua, la comunión perfecta entre tierra y arte, mientras que la Cueva de los Verdes invita a adentrarse en las entrañas de esta isla volcánica y descubrir su belleza más pura. El Parque Natural del Timanfaya es parada más que obligada, donde cambiaremos el coche por un autobús guiado para recorrer el paisaje marciano más espectacular. Su restaurante, El Diablo, es la parada perfecta para probar las delicias de Lanzarote cocinadas al calor del volcán.
Continuar el road trip por La Geria pasa por visitar sus bodegas, en las que se elabora el vino local más exquisito, y por admirar el increíble paisaje de la lava solidificada que sirve de terreno de cultivo a sus vides. Para seguir alimentando el alma de lugares bonitos, nada como asomarse a Los Hervideros, al Charco Verde o a las Salinas de Janubio. El tiempo se para en la playa del Papagayo, donde aprovechar para disfrutar de un día al sol, pero también en las pequeñas localidades de Teguise o Haría. Al alcanzar, curva a curva, el imponente Mirador del Río, llega también la despedida perfecta de Lanzarote, la que regala las mejores vistas de la vecina isla de La Graciosa.