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DETENERSE EN EL CANAL DE CORINTO

El canal de Corinto es, quizás, una de las obras de ingeniería más increíbles del mundo. Muchas son las veces que se trató de dar forma –desde el siglo VII a. C.– a esta idea, pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando se consiguió. Creado para evitar rodear 400 kilómetros alrededor del Peloponeso, este canal fue excavado sobre el istmo de Corinto, con 21 metros de ancho y 6,3 kilómetros de largo. Este punto, situado a unos 78 kilómetros de Atenas, coge de camino para otras excursiones. A solo 2 kilómetros se encuentra la Antigua Corinto, una zona arqueológica en la que destaca el templo de Apolo, construido en el año 550 a.C.

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ZONA ARQUEOLÓGICA DE DELFOS

Declarada Patrimonio de la Humanidad, la zona arqueológica de Delfos es uno de los lugares imprescindibles en un viaje a Grecia. A unos 184 kilómetros de Atenas, estas ruinas muestran la grandiosidad de tiempos pasados, especialmente el templo de Apolo, el teatro –con capacidad para 5000 personas– y el estadio. Justo al lado de esta pequeña ciudad se encuentra el museo arqueológico, donde descubrir más a fondo cómo fue esta urbe situada en la ladera sur del monte Parnaso. Ya fuera del recinto, a unos 500 metros andando, está el oráculo de Delfos, lugar sagrado al que acudían peregrinos de todo el país para recibir los consejos de Pitia, la sacerdotisa más famosa de la época. Aquí se encuentra una de las estructuras más fotografiadas del país, la del templo circular o tholos.

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EGINA

Si algo define a Grecia es la arquitectura blanca de sus islas y las aguas cristalinas que las bañan. Muy cerca de Atenas, en medio del golfo Sarónico y a 2 horas de ferri, está Egina, la isla que todo el mundo conoce por su templo de Afaya, que junto al Partenón y el Templo de Poseidón forma el triángulo sagrado de Grecia. Lo primero que llama la atención nada más bajarse en el puerto es la iglesia de Agios Nikolaos, con sus cúpulas rojas, nada que ver con los templos típicos en tonos azules y blancos. Ya en el interior es el monasterio Agios Nektarios, cuya arquitectura es muy similar a Santa Sofía de Estambul. A Egina se viene también a descansar y a refrescarse en sus playas, más de 20, entre las que destacan la de Agia Marina o la de Eginitissa, que cuenta con restaurantes y bares muy coquetos a su alrededor.

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VISITAR EPIDAURO Y SU TEATRO

Al norte del Peloponeso, en la región de la Argólida y a unos 140 kilómetros de Atenas se encuentra Epidauro. Esta ciudad fue, en la antigua Grecia, un importante lugar de peregrinación, ya que aquí se encontraba el santuario del dios griego de la medicina Asclepio. En la ladera de la montaña Knortion se pueden ver no solo las ruinas de este templo que se utilizaba como centro terapéutico, también el teatro de Epidauro, el mejor conservado hasta la fecha. Para hacerse una idea completa de su grandiosidad lo mejor es subir a lo alto de las gradas que podían acoger hasta 14.000 espectadores. Desde allí se obtiene una increíble panorámica mientras otros visitantes prueban la excepcional acústica del lugar dando palmas o recitando. Para completar la visita es recomendable entrar en el museo para admirar sus restos escultóricos y arquitectónicos.

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NAUPLIA

A unas dos horas en coche de Atenas (140 km) está la encantadora Nauplia, ciudad que según la mitología griega fue fundada por Nauplio, hijo de Poseidón y Amimoni. En lo más alto de la ciudad se encuentra la fortaleza de Palamidi, desde cuyos muros se obtiene la mejor panorámica de la bahía y del golfo Argólico. La subida se puede hacer en coche o, para los más valientes, a pie desde el casco viejo, aunque para ello hay que ascender unos 900 empinados escalones. Un plan perfecto para empaparse del ambiente y la magia de esta ciudad es sentarse en una de las terrazas del puerto a degustar la exquisita comida griega mientras se observa el islote de Bourtzi, con un pequeño castillo que parece estar flotando. Después se puede pasear por sus animadas y coloridas calles y entrar en una de sus cafeterías a probar los postres más típicos, los loukoumades con miel o nutella para los más golosos.  

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SUNIO

A 65 kilómetros de Atenas, en un pequeño promontorio sobre las aguas del mar Egeo, está el cabo Sunio, famoso por su templo de Poseidón y las leyendas y menciones literarias sobre el lugar. Es aquí donde Egeo, al creer a su hijo Teseo muerto en combate, decidió quitarse la vida tirándose al mar y bautizando así sus aguas. A 60 metros de altura están las ruinas del templo del dios del mar, del siglo V a.C., que durante siglos sirvió de guía y referente para navegantes. Además de visitar las ruinas, en las que se conservan 15 de las 40 columnas originales, podrás darte un baño en las playas de alrededor y subir de nuevo para ver el mágico atardecer. A menos de dos kilómetros hay otro templo, este dedicado a Atenea.

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Y un poquito más lejos...

METEORA

Para esta excursión hay que desplazarse un poco más lejos, a unos 360 kilómetros, pero el destino merece las horas extra de coche. A Meteora –que significa rocas en el aire– no se va a ver ruinas de la antigua Grecia, sino algunos de los monasterios cristianos ortodoxos más espectaculares del mundo. Ya desde el pueblo de Kalambaka –lugar ideal para alojarse si se van a ver los monasterios– se ven las increíbles masas rocosas talladas por la erosión. En lo alto de algunas de estas construcciones naturales con más de 30 millones de años están los santuarios que tanto impresionan. En la actualidad solo quedan 13 de los 24 monasterios originales, de los cuales 6 se pueden visitar (cada día uno de ellos cierra al público) El ascenso, no apto para personas con vértigo, es toda una experiencia y regala unas vistas del entorno inmejorables. El más grande e importante es el monasterio del Gran Meteoro y el de Varlaám. En su interior, pequeñas iglesias recubiertas de frescos de los siglos XV y XVIII, así como coquetos y cuidados miradores.

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