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CABO FORMENTOR (MALLORCA)

En el extremo norte de Mallorca y vigilados por un faro, los acantilados del cabo Formenteor llegan a alcanzar los 300 metros de altura en algunos puntos. Lo mejor es admirarlos desde el mar a bordo de un llaüt tradicional. Si no es así, siempre se puede conducir por la estrecha y sinuosa que a lo largo de 18 kilómetros va recorriendo en cabo asomándose a miradores como el de Sa Creueta, a 232 metros de altura.

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PLAYA DEL SILENCIO (ASTURIAS)

En Cudillero y protegida por grandes acantilados, esta playa virgen y salvaje presume de sus aguas tranquilas de color verde esmeralda. Un mirador en lo alto del acantilado permite disfrutar del espectacular paisaje que la rodea.

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LOS GIGANTES (TENERIFE)

En el Parque Rural de Teno, en la costa oeste de Tenerife, estas paredes verticales rocosas de tipo basáltico alcanzan, en algunos puntos, los 600 metros de altura. La mejor opción para contemplar los acantilados es bien subirse a uno de los barcos que salen cada día a observar delfines y ballenas en las aguas que los bañan o hacer la ruta senderista que parte desde el pueblo de Masca, un agradable paseo de unas 3 horas.

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CABO CREUS (GIRONA)

Rodeado por el Parque Natural Cap de Creus, a 87 metros de altura se eleva el faro del Cap de Creus, guía de valientes marinos que se adentran en esta complicada zona en la que la tramontana se encuentra con el levante en una costa muy abrupta. Muy cerca queda el bonito pueblo de Cadaqués. Desde aquí sale una ruta senderista sencilla hasta el Cabo de Creus, de unos 7,4 kilómetros, donde van surgiendo pequeñas calas en las que parar a refrescarse.

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LIENCRES (CANTABRIA)

En el municipio de Piélagos, el Parque Natural de las Dunas de Liencres reúne dunas, extensas playas, un bosque de pinos y espectaculares acantilados. A solo 9 kilómetros de Santander, aquí están algunas de las playas más hermosas y salvajes de Cantabria cobijadas por rocas y acantilados de unos 75 metros de altura, como las de la Arnía o Somocuevas.

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FINISTERRE (A CORUÑA)

Hasta el fin del mundo hay que enfilar para ver los escarpados acantilados sobre el Atlántico de Finisterre, sus kilométricas playas y su faro, tan importante en esta costa da Morte, escenario de numerosos naufragios. Hasta aquí llegan los peregrinos que recorren la última etapa del Camino de Santiago para observar un mágico atardecer.

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ZUMAIA (GUIPÚZCOA)

La ermita de San Telmo protege la costa de Zumaia, situada en una hermosa bahía y escoltada de acantilados. En este entorno destacan también los flysch, esas peculiares formaciones de capas rocosas de origen sedimentario erosionadas que parecen un milhojas. También puedes optar por hacer una ruta en barco y admirar, desde el mar, el espectáculo natural.

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CABO PEÑAS (ASTURIAS)

Entre Gijón y Avilés, el Cabo Peñas es uno de los lugares más singulares de la costa del Cantábrico. En la meseta más saliente está el faro de Cabo de Peñas y en él un centro de interpretación del Medio Marino. Una vez aquí hay que dar un paseo por sus inmediaciones y asomarse a estos vertiginosos acantilados con vistas al mar y a los islotes de Herbosa y la Gavierona.

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BARBATE (CÁDIZ)

Entre las playas de la Yerbabuena y Caños de Meca se extiende, en forma de arco los acantilados de Barbate, con unos 4 kilómetros de largo y que llegan a alcanzar más de 90 metros de altura.  Se pueden observar desde el mar o siguiendo la ruta de 7 kilómetros (13 si se desea ir parando en todos los miradores) que los bordea y se asoma al mar.

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VIXÍA HERBEIRA (A CORUÑA)

Con sus 615 metros de altura, Vixía Herbeira es el techo de la sierra de A Capelada y uno de los acantilados más altos de Europa. En su punto más alto hay una antigua garita levantada en el siglo XVIII, construcción dedicada a la vigilancia en la que apetece pararse a observar sus impresionantes vistas al océano y a las puntas de Tarroiba y Robaliceira.

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