1/8 © Shutterstock

ÍSCAR

Viajar por el sureste vallisoletano es hacerlo por tierras de amplios valles y altozanos. Tierras de líneas suaves, a veces blanquecinas, surcadas por mil caminos. Pero, sobre todo, tierras de pinares y de castillos. Así es Íscar también. Su fortaleza domina desde lo alto un mar de pinares y se comunica en lontananza como el de Coca o el de Portillo.

2/8 © iStock

MEDINA DEL CAMPO

El castillo de la Mota, cuyo perfil se contempla desde muy lejos, tuvo el honor de ser el favorito de los Reyes Católicos. Ya de cerca asombran sus proporciones, su torre del homenaje, su soberbio foso y también sus salas interiores. Es el símbolo de esta villa comercial ‘la de las Ferias’, que guarda muchos otros tesoros artísticos, desde el Monasterio de Santa Clara a la soberbia iglesia de San Miguel, el Palacio Real Testamentario (donde la reina Isabel otorgó su testamento), el palacio de los Dueñas, la plaza Mayor o las Casas Consistoriales. 

3/8 © Shutterstock

MEDINA DE RIOSECO

Medina, la del Riosequillo, marca los límites entre Tierra de Campos y los Montes Torozos. En la Semana Santa su mejor momento, cuando saca a las calles gran parte de su valiosa colección de tallas, piezas y pasos procesionales. Pero en cualquier otro momento, la localidad invita a descubrir las puertas que quedan de su antigua muralla, sus templos –especialmente la de Santa María Mediavilla, que es casi una catedral– y, sobre todo, a navegar en barco por esa gran obra de ingeniería que fue el Canal de Castilla.

4/8 © iStock

PEÑAFIEL

La silueta del castillo bajo la que se cobija esta villa vallisoletana inmersa en el paisaje de viñedos de la Ribera del Duero se adivina desde muchos kilómetros antes de llegar a ella. En lo alto alardea una de las fortalezas más representativas de la arquitectura medieval española, que acoge el Museo Provincial del Vino, mientras a sus pies queda una regia ciudad que es más que su castillo, con iglesias, callejas y, sobre todo, su plaza medieval del Coso, que surten un menú tan suculento como el que se ofrece en sus bodegas.

5/8 © iStock

SIMANCAS

También en un estratégico lugar, sobre el Pisuerga y lindando con Valladolid, tiene Simancas su edificio más soberbio: su castillo, que luego fue cárcel hasta que acabó convertido en el importantísimo archivo que es hoy. Pero la villa destaca, sobre todo, por su entramado de callejas, apretadas y estrechas y salpicadas de casonas solariegas en las que, al caer la tarde, se expande el aroma de sus mesones. Un mirador cercano a la plaza Mayor permite asomarse a la ribera del río, que salva un estrecho puente medieval.

6/8 © iStock

URUEÑA

Un pueblo con encanto sobre una colina de Tierra de Campos, declarado conjunto histórico y rodeado por una muralla, es el singular escenario para la única Villa del Libro de España. A cada paso se descubre una librería y sus propietarios son artesanos de la caligrafía, la ilustración, los mapas y los grabados. El corazón de la villa es el centro e- LEA Miguel Delibes donde se suceden los eventos para los amantes de las letras.

7/8 © iStock

OLMEDO

Por la llamada capital del mudéjar hay que pasear para disfrutar de sus murallas, de la espectacular iglesia de San Miguel, donde admirar la esencia de arte mudéjar y descender hacia su rincón más buscado: la cripta de la Soterraña, o buscar el monumento al Caballero de Olmedo y su Palacio, aquel al que el genial Lope de Vega situó en esta villa y que se ha convertido en su mejor embajador. El paseo hay que rematarlo con una visita al Parque Temático del Mudéjar, un singular recinto abarrotado de réplicas exactas de monumentos de Castilla y León. Levantado sobre las ruinas de un antiguo convento del siglo XII, el balneario de Olmedo, con una piscina termal en el antiguo claustro.

8/8 © iStock

TORDESILLAS

Junto al río Duero, Tordesillas es poseedora de un importante legado histórico y monumental, que por algo sus palacios, iglesias y calles han sido escenario de acontecimientos tan importantes como el reparto del mundo de los reyes de Castilla y Portugal a finales del siglo XV. Imprescindible es su Real Monasterio de Santa Clara, obra cumbre del mudéjar; la plaza Mayor, la iglesia-museo de San Antolín y también la de Santa María. 

Más sobre: