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ALBARRACÍN

No tiene grandes palacios, pero por las calles de este pueblo de Teruel corren tantas leyendas como almenas tienen sus murallas. O casi. El acceso al casco antiguo se hace por la plaza Mayor, desde aquí da un poco igual qué camino tomar, porque todos resultan placenteros. En el camino van saliendo al paso la catedral, el Palacio Episcopal, el convento de San Esteban, las iglesias de Santiago y Santa María, además de algunas casas singulares, como la de la Julianeta, la del Chorro y la de la calle Azagra.

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CASCADA DE CALOMARDE

Del buen número de cañones, cárcavas, surgencias y cascadas que se descubren en la sierra de Albarracín, una de las más espectaculares es la de Calomarde, entre los pueblos de Royuela y Calomarde. Un conjunto de resaltes y pozas de toba caliza por las que el río Blanco, afluente del Guadalaviar, se desploma en un escenario de gran belleza. La cascada principal tiene unos veinte metros de caída y durante mucho tiempo fue aprovechada por un molino harinero.

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MUDÉJAR DE TERUEL

De torre en torre se puede pasar un buen rato entretenido en la capital turolense. Cuatro de ellas –San Pedro, San Martín, el Salvador y la de la catedral– forman parte del conjunto mudéjar que la Unesco ha incluido en su lista del Patrimonio Mundial. Su maestría es esa combinación de tradición islámica aragonesa con influencias del sur peninsular. En el conjunto también se incluyen la iglesia de San Pedro y el artesonado y techumbre de la catedral, el templo mudéjar más grande de España.

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VALDERROBRES

Un puente de piedra sobre el río Matarraña da acceso a la villa, en otro tiempo señorío del arzobispado de Zaragoza. Desde él se observa la imagen más bella de su conjunto urbano, que se asienta sobre la ladera de una colina coronada por el soberbio castillo de los Heredia y la iglesia de Santa María la Mayor. Además del edificio del Ayuntamiento que preside la Plaza de España, en la población, declarada conjunto histórico artístico, no faltan los rincones típicos, con portalones adovelados y casas señoriales.

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LA IGLESUELA DEL CID

Que fuera en este lugar donde Rodrigo Díaz de Vivar se detuvo en su largo viaje hacia Valencia le ha dejado a esta villa amurallada del Alto Maestrazgo su nombre y un importante episodio de su historia. Pero La Iglesuela tiene mucho más por descubrir, como un casco urbano adornado de bellas mansiones – la de los Guijarro, la de los Aliaga…–; el portal de San Pablo, el último de los cinco con que llegó a contar la muralla; la torre del Nublo, que era la antigua torre del castillo templario, o, entre esta y la iglesia de la Purificación, la casa consistorial.

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EL PARRIZAL DE BECEITE

En el Bajo Aragón, la comarca del Matarraña es un territorio distinto a todo, donde conviven olivares, elevados puertos de montaña y pueblos con tanto sabor como Beceite, Valderrobres, Calaceite, Ráfales o La Fresneda. En este entorno, hay una ruta obligada, es la que discurre por los estrechos del Parrizal, un paseo de unos 8 kilómetros y tres horas de duración que lleva al nacimiento del río Matarraña. El camino discurre por senderos, saltando de piedra en piedra y por pasarelas de madera hasta llegar al punto final de recorrido, Els Estrets del Parrissal, un cañón de 60 metros de altura y 1,5 de anchura.

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MORA DE RUBIELOS

Todavía se intuye que este bonito y tranquilo pueblo de la montuosa comarca de Gúdar-Javalambre, a unos 40 kilómetros de la capital, fue una villa monumental –como lo es también la otra villa con la que comparte nombre y apellido, pero en otro orden, Rubielos de Mora. Resaltaba con un castillo que domina la escena, cuenta con una plaza mayor cuajada de fachadas blasonadas en piedra de sillería, varias puertas de la muralla que en otro tiempo la delimitaba y una colegiata dedicada a Santa María que es un templo gótico levantino con unas dimensiones fuera de la común.

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ALCAÑIZ

La capital del Bajo Aragón turolense es también una de sus localidades más monumentales. Si su castillo, ahora Parador de Turismo, es la memoria en piedra de la Orden de Calatrava, el paseo por sus calles va descubriendo diseminadas sus otras joyas arquitectónicas, como la lonja, el Ayuntamiento, la plaza de España o los pasadizos subterráneos que, según la leyenda, unen el castillo con la ex colegiata de Santa María.

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TAMBORRADAS DE CALANDA

Calanda es famosa por tres motivos bien distintos: por ser la localidad natal de uno de los grandes cineastas españoles, Luis Buñuel; por sus melocotones con denominación de origen, y por su tamborrada, un estruendo acompasado que comienza con el ‘romper de la hora’ el Viernes Santo y no cesa hasta el mediodía del día siguiente. Calanda forma parte de la Ruta del Tambor y Bombo, en la que también se encuentran otras localidades como Híjar y Alcorisa. La Unesco acaba de inscribir este repique ritual propio de diversas poblaciones de Teruel, Albacete y Córdoba como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. 

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MIRAMBEL

La poderosa cerca de piedra que rodea la localidad es su elemento más singular. Una muralla muy tosca de la que sobresalen cinco torreones y que cuenta con otros tantos portales que dan acceso a esta localidad situada en las montañas del Maestrazgo. De piedra también es su casco urbano, ordenado en torno a su bonita plaza mayor, presidida por la iglesia, el edificio renacentista del Ayuntamiento y buenas casonas señoriales, que han servido en algunas ocasiones como plató de cine.

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