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FRÍAS

La silueta del altivo y original castillo de Frías, levantado sobre una inverosímil atalaya rocosa, preside un pueblo que el tiempo y la historia han convertido en un atractivo núcleo de sabor medieval. Más alejado, pero co vistas extraordinarias desde lejos del conjunto, también sorprende el puente medieval sobre el río Ebro, que mide 143 metros de largo, tiene 9 arcos y una torre del siglo XIV que servía para controlar el paso y cobrar el impuesto de portazgo. 

 

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COVARRUBIAS

El valle del Arlanza enmarca el singular perfil de esta villa medieval que evoca en cada rincón el mítico origen del reino de Castilla. Las siluetas del torreón de Fernán González y de la colegiata gótica presiden un caserío que invita a perderse por sus empedradas plazas y estrechas calles para disfrutar de una original arquitectura popular donde predominan casas nobles con entramados de madera.

 

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ORBANEJA DEL CASTILLO

Si hubiese que elegir un lugar en el que el paisaje burgalés ha conseguido superarse a sí mismo este sería el cañón del Ebro a su paso por Orbaneja del Castillo, un pueblo de de viejas y escalonadas rúas que ha conservado todo el sabor de su arquitectura popular y que pasa por ser el más armonioso conjunto rural de toda la región.

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LERMA

Lerma es un pueblo precioso. Una villa ducal cuyo carácter señorial y refinado se percibe desde lejos, plantada como está en un altozano, con vistas privilegiadas y un perfil noble y distinguido. Tiene un casco urbano del XVII, murallas, palacio, colegiata y un monasterio, el de la Ascensión del Señor, famoso por la repostería que elaboran las monjas clarisas. 

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PEÑARANDA DE DUERO

En la Ribera del Duero y a poco más de veinte kilómetros de Aranda, Peñaranda es una villa señorial y recia, pero tranquila; se nota que fue importante paseando por sus calles a las que asoman escudos de rancio abolengo. En su caserío, que se extiende en torno a la calle Real y a la elegante plaza del Duque, hay casonas nobles como el palacio de Avellaneda, viviendas tradicionales de piedra y adobe, una iglesia imponente –la de Santa Ana–, restos de la muralla que la protegía, una botica del siglo XVII y un castillo en lo alto se remonta a la época en la que árabes y cristianos se disputaban las orillas del Duero. 

 

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POZA DE LA SAL

A los pies de su imponente castillo, esta tranquila y bonita villa conserva todo el sabor de su densa y rica historia, tan vinculada a la sal. Su escalonado caserío –un laberíntico conjunto de estrechas y empedradas calles que aún rezuman aires medievales y en el que se levantan casas con entramados de madera–, sus salinas –que ya fueron explotadas por los romanos- y la ruta que sigue los pasos de su hijo más ilustre, el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, son sus platos fuertes.

 

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