Nadie duda en la península de Indochina de que Camboya es la indiscutible capital asiática de los templos. No solo por el más sagrado de todos, Angkor Wat, el monumento religioso más grande del mundo, sino por los cientos de ruinas y templos que se agolpan en los alrededores de Siem Reap, el epicentro del imperio jemer. El país arrastra un reciente pasado oscuro, pero hoy sorprende por sus bellezas naturales. Arrozales, playas paradisíacas en sus islas meridionales, el caudaloso río Mekong y las montañas del norte esperan en este hermoso país que invita a la aventura.
Hay que dedicar al menos tres días para entender el universo de mil templos de Angkor.
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Las islas del sur camboyano recuerdan lo que la mayoría identifica como el paraíso: playas de arena blanca y aguas cristalinas con un abanico amplio de actividades deportivas entre las que destaca el submarinismo, el kayak o el trekking.
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En Mondulkiri, en el más salvaje este del país, se puede disfruta de la experiencia de pasar una jornada con elefantes en algunos de sus centros de rescate.
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Tonlé Sap es el lago de agua dulce más grande del sudeste asiático.
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El circo Phare, fundado por refugiados y huérfanos del genocidio de los Jemeres Rojos, propone un emocionante espectáculo en Siem Reap que mezcla danzas y acrobacias con teatro moderno y música original en vivo / Foto: Auckland Sports Photography.