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PALACIO DE SCHÖNBRUNN

El Versalles vienés atesora parte de la historia austriaca. En él vivió con sus hijos la Emperatriz Isabel, con los que seguramente daría buenos paseos por sus inmensos jardines llenos de fuentes. La visita a este palacio no quedaría completa sin conocer también el palacio imperial de Hofburg, un auténtico contenedor en el que cabe de todo, desde las joyas de la corona, a la Biblioteca Nacional, los conciertos y hasta el arte ecuestre de la Escuela Española de Equitación / © Shutterstock

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PALACIO DE WINDSOR

Un viaje corto en tren desde Londres lleva al castillo de Windsor, el mayor y más antiguo habitado del mundo, una de las residencias oficiales de la Reina Isabel II, donde pasa la mayoría de fines de semana. Su visita permite conocer los apartamentos de Estado, la capilla de San Jorge, la casa de muñecas de la reina María, además de la conocida Round Tower sobre el río Támesis, que desde lo más alto, a 65,5 metros, permite disfrutar de unas vistas sin igual del castillo, del parque que lo rodea, del valle del Támesis y hasta del perfil urbano de Londres.

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PALACIO DA PENA

La carretera que trepa desde Sintra hasta el palacio da Pena es de una hermosura que irrita. Una vez en él se admira que parece diseñado a imagen y semejanza de los de Baviera. Un delirio de eclecticismo arquitectónico cuyas torres despuntan sobre las colinas. Construido en el siglo XIX, en él se funden entre un laberinto onírico de patios y escaleras de caracol, miradores y escondites de estilo barroco, manuelino, renacentista, gótico o arabesco.

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PALACIO DE DROTTNINGHOLM

Para llegar a este palacio que es una de las residencias oficiales de la Familia Real sueca y en la lista de los lugares Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, hay que hacerlo en barco, porque está en la isla de Lovön, a solo unos quince kilómetros del centro de la capital sueca. Remodelado en el siglo XVIII en estilo rococó, sus jardines barroco e inglés, su iglesia y su teatro, donde se realiza un importante festival de ópera, son sus grandes tesoros / © Shutterstock

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PALACIO DE AMALIENBORG

La foto más conocida de la residencia invernal de la Familia Real danesa es la del cambio de la guardia, al que se puede asistir todos los días a las 11,30 de la mañana cuando la reina está en él. Amalienborg no es solo un palacio, sino cuatro, de estilo rococó, distribuidos en torno a una plaza presidida por la estatua de su fundador: el rey Frederick V / © Shutterstock

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PALACIO DE LEDNICE

Imagina un imponente palacio neoclásico, protegido por la Unesco, con un interior espectacular y un exterior rodeado de canales y tres lagos creados en el siglo XVII, otro natural y un romántico minarete turco. Ese lugar lleva el nombre de Lednice, está en la región de Moravia, en República Checa, y ha pertenecido a la familia Liechtenstein durante 700 años. Su invernadero de hierro fundido es el más grande del imperio austrohúngaro, con sus 92 metros de longitud y más de 250 especies botánicas tropicales diferentes, incluyendo alguna palmera de más de 500 años / © Libor Svácek

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PALACIO DE INVIERNO DE SAN PETERSBURGO

El Palacio de Invierno, el que fuera residencia de los zares de Rusia, es el más relevante de los seis edificios que forman el Museo Hermitage. A orillas del río Neva reúne la colección de arte que estos fueron reuniendo a lo largo de los siglos y que incluye más de tres millones de obras, sobre todo, pinturas. En este palacio, el contenido es tan magnífico como el continente.

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PALACIO DE VERSALLES

Al principio, no era más que un pabellón construido por Luis XIII para ir de caza. Fue su hijo Luis XIV quien transformó Versalles, a 50 minutos de París, en palacio para ser sede de la Corte y del gobierno de Francia y los reyes que le sucedieron fueron después embelleciéndolo. Patrimonio de la Humanidad, este inmenso conjunto formado por tres palacios, jardines y un parque hoy es símbolo del absolutismo real y encarnación del arte clásico francés.

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PALACIO DE TOPKAPI

Ampliado y engalanado con valiosísimas colecciones de arte por los sultanes otomanos, este palacio de Estambul fue la sede del Imperio otomano hasta que en el XIX se trasladaron al más europeo palacio de Dolmabache. Los numerosos y pequeños edificios que lo conforman se organizan en torno a cuatro patios. Durante la visita a su interior hay que prestar especial interés al Tesoro y el Harén, donde residía el sultán con su familia y su séquito femenino / © Shutterstock

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PALACIO DUCAL DE VENECIA

En la misma plaza de San Marcos y unido a la vieja prisión dei Piombi a través del archiconocido Puente de los Suspiros, el que fue sede de los dux o doges que gobernaron Venecia en los tiempos de la República es un lugar para entretenerse largas horas. La visita por su interior comienza en la escalinata d’Oro y continúa por sus aristocráticas salas en las que se exponen obras de Veronés, Tiziano y Tintoretto, entre otros grandes artistas / © Shutterstock

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