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ARRIETARA (BIZKAIA)

Las amplias y tranquilas playas urbanas de Arrietara y Atxabiribil, en Sopelana, comparten arena, aunque no hay delimitación entre la una y la otra; juntas forman la segunda playa más larga de Bizkaia, tras la de Bakio. Protegidas por varios acantilados, ofrecen la posibilidad de realizar numerosas actividades, especialmente el surf. Arrietara es el epicentro de este deporte en la zona, alberga importantes citas deportivas y cuenta con varias escuelas y clubes. Es una de las más cambiantes de Vizcaya porque en función de las condiciones del mar puede ser un arenal muy tranquilo o peligroso. Atxabiribil, también conocida como El Peñón, es una zona de olas de playa que rompen sobre rocas.

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BOSQUE DE OMA (BIZKAIA)

El pequeño barrio de Oma, en Kortezubi, encierra cerca de las cuevas de Santimamiñe un bosque singular y muy colorido. Este espacio mágico lo creó en 1984 el escultor y pintor bilbaíno Agustín Ibarrola para relacionar naturaleza y arte. Las huellas que se pueden ver en árboles y piedras, fueron ideadas con el propósito de unir el trabajo de los ancestrales artistas del Paleolítico con la tendencia moderna del land art, donde el paisaje se convierte en el lienzo del pintor. 

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CASCADA DE GUJULI (ÁLAVA)

A un paso de Vitoria y a otro de Bilbao y en el límite del parque natural de Gorbea, que tiene el monte Gorbeia, cuna del montañismo vasco, como techo, las aguas del río Jaundia se precipitan al vacío desde un escarpe calizo de más de 100 metros de altura creando un espectáculo sorprendente antes de llegar al mar. El mirador situado al borde del precipicio permite disfrutar de la impresionante panorámica.

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ELORRIO (BIZKAIA)

Esta localidad vizcaína fue siempre una ciudad señorial y como tal, con un casco viejo de esos de nivel, con una muralla que circundaba el centro y de la que hoy quedan algunos restos, como la puerta de Don Tello, pero también casas solariegas y palacios de los siglos XVII y XVIII que son verdaderas obras de arte en piedra y sillería labrada.

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ACANTILADOS DE JAIZKIBEL (GIPUZKOA)

Hondarribia esconde varias sorpresas en las laderas del monte Jaizkibel, la formidable barrera montañosa al borde del Cantábrico: el castillo de San Telmo, los fuertes de San Enrique y Guadalupe, el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de la ciudad, faros como el de Higuer, caseríos, miradores… pero también abruptos acantilados de gran belleza, calas a la irlandesa y cuevas esculpidas por el viento que se pueden disfrutar desde un barco o a pie a través del sendero Talaia, que a lo largo de 22 kilómetros une Hondarribia con Pasaia, y más allá, hasta 80, con Mutriku, asomado al borde del Cantábrico / © shutterstock

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LABRAZA (ÁLAVA)

En lo alto de un cerro, Labraza es un caserío de claro sabor medieval que resulta toda una sorpresa en la Rioja Alavesa. Y así es porque está en lo alto de un cerro, protegida por murallas, con casas de piedra y tres únicas calles –algunas de ellas con pasadizos– que llevan hasta la iglesia de San Miguel, con una esbelta torre / © Quintas fotógrafos

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PASAIA DONIBANE (GIPUZKOA)

Entre los montes Ulia y Jaizkibel, a ambos lados de la bahía de Pasaia, donde se encuentra el puerto comercial más importante de Guipúzcoa, toma asiento este bonito pueblo de arquitectura marinera, cuyas casas se sitúan alrededor de una única calle que, en ocasiones, pasa por debajo de ellas a través de varios pasadizos. Aquí se viene a degustar un buen plato de pescado, pasar por la plaza de Santiago abierta a la bahía, contemplar las vistas desde el castillo de Santa Isabel y visitar la casa de Víctor Hugo, aquella en la que el escritor veraneó hace casi dos siglos

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PUENTE DE GETXO (BIZKAIA)

Donde el mar se junto con el río Nervión se levanta este puente obra de un discípulo de Eiffel, que fue levantado a finales del siglo XIX con la idea de unir las dos orillas sin interrumpir el tráfico marítimo. Patrimonio de la Humanidad, se puede subir en un ascensor panorámico a su pasarela peatonal situada a 50 metros de altura para contemplar sus vistas / © shutterstock

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ARÁNTZAZU (GIPUZKOA)

Una vertiginosa carretera de montaña sube desde la villa monumental de Oñati hasta este santuario presidido por la basílica que diseñó Sáenz de Oiza a mediados del siglo XX y cuyo origen se remonta a una primera ermita que la Virgen pidió que le construyeran en este lugar cuando se apareció en 1468. Además de un lugar de peregrinación, el santuario es también punto de partida de numerosas rutas de montaña, incluida la que asciende al Aitxuri, la cumbre más alta del País Vasco.

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EL VALLE SALADO DE AÑANA (ÁLAVA)

Creado sobre lo que hace 200 millones de años fueran las aguas de un vasto mar, el paisaje blanquecino que dibujan las salinas de Añana no puede ser más alucinante. Son 5.000 plataformas la que conforman este soberbio escenario sobre las que se vierte la muera (agua salada) para la obtención de sal por evaporación solar. Mientras que una extensa red de canales de madera distribuye en agua. Además del recorrido, entre los meses de abril y octubre se puede disfrutar de un spa salino al aire libre / © shutterstock

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