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Desde la Illa de Arousa a La Guardia, recorremos un tramo de costa donde el mar y la naturaleza se funden hasta el infinito. Allí donde los romanos situaron la morada de los dioses en sus islas y donde, muchos siglos después, The Guardian eligió a la mejor playa del mundo. En el camino, pueblos llenos de sabor marinero y una capital repleta de plazas de postal. Con estos atractivos no es posible resistirse a iniciar un viaje por Pontevedra, en el que será el Miño quien detenga nuestro camino frente a Portugal, tras un puñado de paradas imprescindibles.

 

ISLA DE AROUSA, EL INICIO DE LA RUTA
Las suaves calas de fina arena blanca y las kilométricas playas de la isla de Arousa compiten con las de las islas Cíes y son un buen comienzo para este recorrido por las Rías Baixas. En esta isla unida a la península por un puente de casi dos kilómetros que cruza la ría de Arousa, la más grande de Galicia, un montón de actividades para hacer: desde una ruta en barco recorriendo la isla para descubrir las artes de la pesca y vivir en primera persona una jornada de trabajo en el mar (amareturismonautico.com), a practicar kitesurf (kitesurfgalicia.es), hacer una ruta en kayak (piraguilla.com) o dar un paseo a lo largo del carril bici por la costa. © Piragüilla.

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CAMBADOS (a 15’ en coche)
Desde Arousa hay que dirigirse a Cambados, parada imprescindible en la ruta y capital del vino Albariño, para recorrer con calma su bonito casco antiguo, que tiene la plaza de Ferfiñáns, con un pazo monumental y la bodega más antigua de la Denominación de Origen Rías Baixas, uno de sus mejores rincones. Una vez en la localidad hay que aprovechar para disfrutar de sus excelentes restaurantes y tabernas como la que brinda la cocina de Yayo Daporta (yayodaporta.com) o Taberna do Trasno (atabernadotrasno.com). © Turismo de Galicia.

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PENÍNSULA DE O GROVE Y PLAYA DE A LANZADA (a 17’ en coche)
La siguiente parada en la ruta nos lleva a la península de O Grove, a la que se accede a través de una playa por la que los pontevedreses sienten devoción, y más aún si son amantes de las olas. Es la playa de A Lanzada, un increíble arenal de 2,5 kilómetros rodeado de dunas naturales muy frecuentada por surfistas. Playa y dunas forman el complejo Intermareal de Umia-O Grove, uno de los mejores sitios para ver pájaros en Galicia, especialmente en invierno. Unas pasarelas de madera que hay justo a espaldas de la playa con varios miradores permiten disfrutar del paisaje y en la carretera que conduce a O Grove hay varios observatorios de aves. En la playa hay que acercarse a conocer la ermita de Nossa Señora de A Lanzada, una capilla pequeña y sencilla, románico del siglo XII. Y si eres un viajero gourmet en O Grove encontrarás uno de los mejores restaurantes de la costa gallega, D’Berto (dberto.com), donde los camarones, bogavantes y langostas son todo un espectáculo.© Shutterstock.

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COMBARRO, SABOR A MAR Y ESENCIA GALLEGA (a 34’ en coche)
Una de las villas marineras con más encanto de las Rías Baixas, una pura postal con 60 hórreos, la mitad de ellos alineados junto al mar. Aunque en temporada alta puede llegar a estar muy lleno de visitantes merece la pena la visita y un paseo por su casco histórico, detenerse en sus soportales y plazoletas presididas por crucerios. El conjunto de hórreos de piedra situados a orillas del mar se descubre en un paseo en paralelo a la ría repleto de restaurantes, tiendas de recuerdos y pequeñas tascas donde pararse a degustar un buen Albariño.

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PONTEVEDRA, LA CIUDAD DE LA MIL PLAZAS (a 16’ en coche)
Pontevedra muestra todos sus encantos en sus plazas, el verdadero corazón de esta ciudad tranquila. Y para que quede bien claro, no hay más que echar un vistazo a los elementos que las decoran: cruceiros, pazos, soportales, fuentes ornamentales… La de la Ferrería es el centro monumental del casco histórico y uno de los rincones más animados, además del lugar donde está la curiosa (por su forma de vieira) capilla de la Peregrina, protectora perpetua de los peregrinos que marchan por el Camino Portugués de Santiago. Aneja a la Ferrería queda la plaza da Estrela. Y luego están la Verdura, la Leña, la de Méndez Núñez o la señorial del Teucro. Los pazos señoriales, algunos de ellos convertidos en sede del Museo de Pontevedra, la basílica de Santa María la Mayor o la Illa das Esculturas son otras sorpresas en la ciudad.

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ATARDECER EN CABO HOME (a 46’ en coche)
El punto más cercano de a las islas Cíes al continente (solo 2,5 km) es el cabo Home, en la parte más occidental de la península del Morrazo. Un espacio protegido por gran valor natural y paisajístico donde se encuentra la playa de Melide, a la que se llega por un camino de tierra que discurre por la costa de la Vela. Situada entre los cabos de Punta Subrido y Punta Robaleira, apenas tiene 250 metros de largo y 40 de ancho, pero rodeada como está por un gran pinar y flanqueada por tres faros, es uno de los escenarios más especiales para ver ponerse el sol contemplando este archipiélago perteneciente a las Islas Atlánticas. © Gabriel González.

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VIGO, RUMBO A LAS ISLAS CÍES (a 51’ en coche)
La ciudad pontevedresa más poblada merece una parada para descubrir un puñado de monumentos interesantes: la concatedral neoclásica, la casa de Ceta, la casa-torre de Pazos de Figueroa, los soportales del barrio de pescadores O Berbés y el mercado de la Piedra con una zona peatonal donde degustar exquisitas ostras recién cogidas o los restos del castillo de San Sebastián con una excelente panorámica de la ría.

En Vigo hay que acercarse, sobre todo, al puerto donde varias compañías organizan excursiones a las Islas Cíes, aquellas a las que los romanos denominaron ‘islas de los dioses’ (Mar de Ons, mardeons.es o Nabia Naviera, piratasdenabia.com): San Martiño, O Faro y Monteagudo, estas dos últimas unidas por la que un día el periódico The Guardian definió como mejor playa del mundo, la playa de Rodas. El intenso verde de sus pinos, su fina arena blanca y sus aguas cristalinas color esmeralda son el mejor premio a esta ruta por las Rías Baixas. © Turgalicia.

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NIGRÁN Y BAYONA (a 33’ en coche)
Espesos bosques en el interior y brillantes arenales forman la quintaesencia de Nigrán, pero también sus pazos –especialmente los de Cea, Cadaval y A Touza–, los mejores testimonios de la nobleza que controlaba estas tierras en época medieval. El municipio tiene varias playas de tronío, pero la que se lleva la palma es Playa América, dos kilómetros de arena que la unen a la de Panxón, mientras la de Patos, abierta y de oleaje considerable, es uno de los paraísos del surf en las Rías Baixas. El puente de Ramallosa que no es romano, aunque así se le conozca, sino del siglo XIII, une Nigrán y Bayona. Y bonito, muy bonito, con sus diez ojos y un crucero en medio de él. Una vez cruzado lo que toca es el paseo por las calles estrechas y empedradas de esta villa de aire medieval ubicada en una amplia ensenada señalada por la península de Monterreal, en la que despunta su monumental fortaleza protegida por murallas y torreones que fue residencia de gobernadores militares y hoy acoge el parador de turismo. En el camino sorprenderá la colegiata de Santa María y el cruceiro de la Santísima Trinidad e imprescindible recorrer los más de dos kilómetros de paseo marítimo desde los que contemplar mientras baten las olas la bahía, la fachada marítima con sus galerías acristaladas y, un poco más allá, las Islas Cíes.

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ATARDECER EN EL MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE OIA (a 24’ en coche)
Las ruinas de este monasterio cisterciense miran melancólicas al mar junto al pequeño puerto donde los pescadores, al regresar de la faena, secan sus pescados al sol. Este monasterio forma parte del conocido como Camino Portugués de la Costa, que arranca en A Guarda y lleva hasta Compostela, y de la ruta del Císter en Galicia. En él solo es posible visitar su iglesia.

En el barrio del Arrabal, que rodea al monasterio, se encuentran algunos restaurantes, parada perfecta al caer la tarde, muchos de ellos con magníficas terrazas al mar donde disfrutar del espectáculo del atardecer frente a la costa y al monasterio. Un buen vino, una ración de pulpo o un lacón con grelos y las vistas son el broche perfecto a cualquier jornada. Buenas opciones pueden ser A Casa da Henriqueta, de excelente cocina tradicional, o la Tapería Gamboa, con una terraza que es toda una delicia. © Contando Estrelas.

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A GUARDA Y EL CASTRO DE SANTA TEGRA (a 14’ en coche)
Dicen que el castro de Santa Tegra es uno de los diez lugares únicos que hay que visitar en Galicia y no nos sorprende. Ubicado en lo alto del monte, a 341 metros sobre la villa marinera de A Guarda, las vistas desde la cima son de auténtico infarto. Eso sí, si con suerte la niebla no forma un mar de nubes que nos impida la panorámica. Lo más habitual es subir en coche (los valientes pueden hacerlo a pie), la carretera bien señalizada sube desde A Guarda hasta el castro y la entrada cuesta 1€, que se abona en una caseta al inicio de la subida. Abajo, en A Guarda, podemos pasear por su puerto, picar algo en sus muchas taperías y recorrer la senda del litoral que lleva por las faldas del monte Santa Tegra hasta las hermosas playas de O Muiño, justo donde el Miño se funde con el océano, razón por la que las playas son de agua salada cuando sube la marea y de agua dulce cuando baja.

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ACTIVIDADES EN EL MIÑO
El Miño se presta para un montón de actividades, desde remar por sus aguas en piragua a dar una vuelta en barco de día o de noche bajo las estrellas. Entre las empresas que ofrecen actividades, Tamuxe Kayak (tamuxekayak.com) alquila piraguas y bicicletas de montaña para recorrer el estuario del Miño y también organiza rutas en kayak, senderistas y de multiaventura. Y Verdeazul (verdeazul.es), además de rafting por los rápidos de este río gallego, excursiones en kayak, a pie y en bici por el entorno de Tui y paddel surf en el Miño. © José Luis Yáñez.

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