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Algo más alejada de la marea turística que otras islas Baleares, a Menorca se viaja, sobre todo, para disfrutar de un puñado de calas que, aunque representan sólo una pequeña muestra del amplio catálogo que posee el archipiélago, son, sin duda, la mejor carta de presentación de un estilo de vacaciones en el que el mayor de los lujos es la relación directa con la naturaleza.

 

SON SAURA

Es una playa para soñar. A su exuberancia y tranquilidad suma el suave oleaje, a pesar de estar completamente abierta al mar, y la oportunidad de toparse en el humedal cercano a la arena con tortugas y aves acuáticas. Este antiguo refugio de corsarios forma parte de uno de los tramos mejor conservados del litoral español, el que se extiende entre Son Saura y Son Bou, convertido hoy en el destino más apacible para disfrutar de la luz, la tranquilidad y la vegetación mediterránea que enmarcan la postal. Y si la vista se admira desde un paseo en barco entre las calas En Bosc o Galdana, la imagen puede llegar a ser inolvidable.

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ALGAIRENS

En el norte de la isla, alejada del bullicio turístico y azotada por el viento tramontano, es uno de los arenales más pintorescos e idílicos de Menorca, en el que la arena fina y dorada se funde con los pinos que descienden hasta sus pies. Una vez en ella, contemplar el roquedal que separa los dos abanicos de arena y caminar sobre sus dunas rosadas es una sensación única. Tras la loma se halla la playa de La Vall, junto a la desembocadura de un barranco.

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CALA PREGONDA

Una auténtica joya en la isla a la que se accede después de una excursión andando de casi media hora desde el aparcamiento de Binimel·la por terreno rocoso o bien desde el mar en una excursión en barco. Pero sin duda merece la pena para los que prefieren playas prácticamente vírgenes (cala Pregonda carece de servicios) aunque en temporada de verano se llena de bañistas por los barcos que fondean allí. Exceptuando julio y agosto es una cala tranquila, de arena rojiza en contraste con las aguas turquesa y totalmente cristalinas en un entorno natural protegido.

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CALA MACARELLA

Un arenal de aguas limpias de gran belleza, al que se recomienda acceder, sobre todo en agosto, a pie, tras un paseo de media hora desde cala Galdana. Rodeada por un denso pinar y un acantilado rocoso, está comunicada por un pequeño sendero secreto con la encantadora Macarelleta, recogida y de aguas azul turquesa. La belleza de esta calita de apenas 20 metros de longitud es la imagen de la perfección, con las encinas y los pinos inclinados sobre sus cristalinas aguas.

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PLAYA DE CAVALLERÍA

No lejos de cala Algaiarens, el tramo de la costa en torno al Cap de Cavallería, el saliente más septentrional de la isla, con vertiginosos acantilados de hasta 80 metros de altitud, resume toda la belleza del norte de la isla. Un sendero permite llegar hasta el mirador que retrata la playa de Cavallería en todo su conjunto. Es amplia, con forma de concha, con un sistema dunar al que suma el valor añadido de su arcilla. A corta distancia, la de Ferragut y, algo más separada, cala Mica son paradas imprescindibles en esta costa de leves acantilados que recorre el Camí de Cavals, la histórica ruta que circunda toda la isla.

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