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Andalucía es tierra de cultura, historia y buena gastronomía. También de fortalezas, palacios y barrios. De sol, mar y olivos. Y, por supuesto, también de fiestas. Así lucen las ocho capitales andaluzas el Día de la Comunidad Autónoma.

SEVILLA
Colorista, bulliciosa, presumida, bonita… Así es Sevilla, una ciudad cortada en dos por las aguas del Guadalquivir y con una historia que haría palidecer a capitales de medio mundo. Para disfrutarla conviene recorrerla a pie, sin prisas, prestando atención a los sonidos y a su elegante ritmo ciudadano sentado en algunas de sus terrazas, en los paseos que flanquean el río, a la sombra de la Giralda, en los jardines de los Reales Alcázares, en la Plaza de España o entreteniéndose en los comercios de la calle Sierpes, en el barrio de Triana, en el barrio de Santa Cruz… Si de algo sabe esta ciudad es de un culto placentero a la vida.

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CÁDIZ

La más americana de las ciudades españolas, la más colonial –durante siglos llegaban a ella todas las riquezas del Nuevo Mundo–, la más luminosa, la más alegre y viva se despereza cada mañana mirando al Atlántico, marinera y comercial como es ella. Abierta a la diáfana bahía que lleva su nombre, la ciudad de Cádiz tiene en la playa de La Caleta, una de las más bellas de Andalucía, una de sus imágenes más representativas. Un arco de arena de color canela que flanquean el castillo de San Sebastián y el de Santa Catalina y que, a la caída de la tarde, regala unos atardeceres espectaculares. © Javier Pascual.

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JAÉN
Un inmenso mar de olivos rodea la capital jienense, cuyo nombre en árabe significa “encrucijada de caminos”, por eso la capital del Alto Guadalquivir ha sido desde siempre parada y fonda de viajeros y mercaderes. Jaén es una ciudad en cuesta, una urbe populosa, viva y comercial que se esparce desde las faldas del cerro de Santa Catalina, coronado por el castillo de Santa Catalina. La fortaleza de origen árabe es, junto a la catedral renacentista del gran arquitecto Andrés de Vandelvira, sus dos emblemas patrimoniales. Y aunque presume de ambos, ninguno como el de ser la capital mundial del aceite de oliva.

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CÓRDOBA
Muy pocas ciudades europeas pueden acarrear una historia tan copiosa como Córdoba. Allí donde se mire, exhala arte y sabiduría. Su centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad, está salpicado de palacios barrocos, tabernas centenarias, museos de pintura, animadas calles y plazas. De su Mezquita-Catedral al Alcázar de los Reyes Cristianos, pasando por sus patios, su puente sobre el Guadalquivir o sus barrios de resonancia popular, la capital cordobesa sigue ejerciendo el hechizo de sus mejores tiempos.

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GRANADA
Granada es una ciudad como la copa de un pino. En lo más alto, un mito imperecedero, la Alhambra y el Generalife, el último reducto del poder de Al-Andalus. Guardándole las espaldas, las cumbres de Sierra Nevada, y frente a ella, sus dos barrios más emblemáticos: el Albaicín y el Sacromonte, de callejuelas estrechas y plazas abiertas a lindos miradores famoso uno por sus cármenes y el otro por sus casas-cuevas. Pero la capital granadina es también una ciudad para vivirla intensamente, para sentarse en las terrazas de plaza Nueva y contemplar el trasiego de la ciudad, para probar su repostería conventual, participar en una zambra gitana, caminar por el Paseo de los Tristes recordando a García Lorca, ir de compras por el viejo zoco de época nazarí o sucumbir al placer del tapeo, que aquí es un ritual de lo más asequible.

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MÁLAGA
Como corresponde a las grandes urbes abiertas al mar, la capital de la Costa del Sol es una de las ciudades más luminosas, modernas y cosmopolitas. A los pies del castillo de Gibralfaro se extiende una ciudad colorista, de barrios de arquitectura marinera, colonial y burguesa que ha hecho de la cultura y el turismo sus señas de identidad. Por seguir los pasos de Pablo Ruiz Picasso en su ciudad natal, admirar desde la Alcazaba la ciudad baja, el puerto y la bahía bañada por el Mediterráneo, deambular por la plaza del Obispo o la calle Larios, frente a la catedral, tomar un espeto de sardinas en la playa, darse un baño en la Malagueta, entretenerse en Muelle Uno o visitar sus museos –el Centro Pompidou, el Estatal de Arte Ruso de San Petersburgo, el Carmen Thyssen…–, Málaga merece una o muchas escapadas.

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Al ritmo de Pablo Alborán por su Málaga querida

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ALMERÍA
La más luminosa de las ciudades españolas la corona una Alcazaba que es la fortaleza palaciega más grande construida por los árabes en la Península ibérica. Una vez admirada la extraordinaria panorámica desde sus adarves toca bajar de sus alturas para perderse por sus barrios populares, como la Chanca o Pescadería, o la madeja de callejuelas que desde la Plaza Vieja descienden hasta el paseo marítimo descubriendo iglesias, palacios señoriales y hasta una catedral que más parece una infranqueable fortaleza. De su estrecha relación con el mar habla su arquitectura portuaria e industrial, cuyo mejor ejemplo es el Cable Inglés. Los paseos que separan Almería de las orillas del Mediterráneo se extienden hasta las proximidades del Parque Natural de Cabo de Gata, uno de los espacios protegidos más misteriosos y fascinantes de España.

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HUELVA
Abrazada por dos ríos, el Tinto y el Odiel, que la acercan al océano Atlántico, a las mismas aguas que vieron partir en 1492 a las tres carabelas capitaneadas por Cristóbal Colón, la capital y su entorno están íntimamente ligadas al descubrimiento de América, del que da testimonio el monasterio de La Rábida, en el que el almirante encontró consejo y consuelo. Pero Huelva también es una ciudad nueva, creada por el empuje industrial de la minería en el siglo XIX, con su caserío colonial, sus barrios ingleses, sus iglesias barrocas y esas calles convertidas en un pequeño museo de escultura al aire libre donde tapear, que Huelva, si tiene fama es de saber comer. Por algo este año es Capital Española de la Gastronomía. © Shutterstock.

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