Una vez en la vida habría que visitar esta ciudad italiana en Carnaval para vestirse con uno de esos trajes y máscaras de época y participar en el que es uno de los carnavales más antiguos y reputados del mundo. Una fiesta llena de colorido, sensualidad y misterio aderezada con esa teatralidad que ha caracterizado a la que está considerada una de las ciudades más bellas de Europa. Desfile de góndolas por el Gran Canal, carrozas acuáticas en estructuras flotantes, bailes de máscaras y elegantes trajes inspirados en la moda del siglo XVIII, conciertos y fiestas temáticas y música en la plaza de San Marcos se suceden en este escenario teatral que acaba de comenzar y que volverá a fascinar un año más, como lo lleva haciendo desde hace siglos.
La ceremonia de inauguración permitió ver en la ciudad italiana carrozas acuáticas en estructuras flotantes, acrobacias que parecen imposibles y mujeres con vestidos medievales saludando a la multitud.
La ciudad italiana se convierte estos días en un auténtico hervidero de turistas.
Arlequines a la orilla del canal della Giudecca, con el fondo de la isla La Giudecca, un oasis de sosiego por el que vagar entre sus deliciosas callejas admirando la tan fotografiada planta de la basílica de San Giorgio Maggiore, en la islita vecina del mismo nombre, así como la del Redentore o Santa Eufemia.
La puesta en escena para dar comienzo a esta fiesta con glamour ha tenido todos los ingredientes para fascinar. Todo un espectáculo de luz y color que ha hecho las delicias de los presentes.
El ‘Pantegana’ una gran rata gigante, lanza globos y humo en el canal Canareggio al final de la regata tradicional que ha abierto oficialmente el Carnaval 2016.
Miles de personas han participado este año en la ceremonia de apertura de uno de los carnavales más antiguos y reputados del mundo.
Dos mujeres vestidas con señoriales trajes vagan por el empedrado de la plaza de San Marcos.
Espectáculo de fuego en el río Canneregio durante la inauguración del Carnaval 2016.
Desde hace siglos, los venecianos ocultaban su identidad tras las máscaras para sortear los rigores de la Cuaresma, los 40 días de ayuno para los católicos que preceden a la Pascua.
Como mirador más privilegiado de la ciudad, el Campanille exento de la basílica de San Marcos es testigo de primera del Carnaval.
