Ir al contenido principalIr al cierre de página
Salvador Rofes en la antigua bodega de Vermuts Rofes, Reus, Tarragona© Andrés Campos

RUTAS GASTRO

Esta es la ciudad del vermú, el paraíso de los que aman esta bebida

El vermú no se inventó en esta ciudad de las cercanías de Tarragona, pero casi. En el siglo XIX ya había 30 bodegas y 50 marcas. Quien tuvo, retuvo, y este lugar sigue siendo el jardín de las delicias de los vermuteros, su paraíso original.


29 de abril de 2025 - 17:00 CEST

Fueron unos frailes bávaros los que, en el siglo XVI, maceraron vino con wermut –ajenjo, en alemán– con propósitos medicinales. Y fue el turinés Antonio Benedetto Carpano quien, en 1786, convirtió aquella pócima monacal en un aperitivo que hacía y aún hace pasarse a medio mundo el dedo pulgar por los labios, como diciendo: “Pero qué bueno que está (y que estoy)”. Pero fue en Reus –a 16 kilómetros de Tarragona capital y al pie de las montañas vinícolas de Prades y del Priorat– donde la idea de mezclar vino blanco, azúcar, alcohol, ajenjo y otros muchos botánicos –entre 20 y 100– cayó y echó raíces mejor que en ningún otro lugar del planeta. En 1892 se registró la primera de las más de 50 marcas de vermú que han producido 30 bodegas de esta ciudad. La bebida es a Reus lo que la cerveza Guinness a Dublín o la manzanilla a la Feria de Sevilla. Se toma con fruición y a todas horas, sin catas, sumilleres, copas Riedel, maridajes ni otras zarandajas, con unas simples aceitunas o con unas patatas fritas. Para saber todo sobre ella y saborearlo bien, hay que tomarse cuatro en los siguientes lugares. Pero con moderación: uno en cada lugar, no cuatro en cada uno. 

Degustación con una guía en la casa del vermut y del vino, Reus, Tarragona© Andrés Campos
Degustación en la casa del vermut y del vino.

EL PRIMERO, EN LA ESTACIÓ ENOLÒGICA

La cercana ciudad de Tarragona era –y es– la capital administrativa de la provincia, pero quien llevaba las riendas del negocio era Reus. De hecho, era la segunda ciudad más importante de Cataluña, después de Barcelona. En solo 38 años, los que van de 1814 a 1852, aquí nacieron Prim, Fortuny y Gaudí. En Reus hay 30 arquitecturas modernistas, nada menos, lo cual es un indicativo del mucho dinero que se movía. Una de ellas es la Estació Enològica (Passeig de Sunyer, 4-6), un precioso edificio creado en 1905 por Pere Casellas en el que tiene uno de sus laboratorios el Instituto Catalán de la Viña y el Vino (INCAVI). En su planta baja se encuentra la Casa del Vermut y del Vino, donde se explica a los visitantes la posición dominante que tuvo la ciudad en el comercio del aguardiente y su larga tradición vermutera. "Reus, París y Londres", se decía en el siglo XVIII, cuando las tres ciudades fijaban el precio de los aguardientes, y lo siguen diciendo ahora los reusenses para presumir delante de los forasteros, sacando pecho.

Con vídeos y paneles informativos, se cuenta la vida y milagros del vermú de Reus. O de los vermús, porque hay tres fábricas que los producen ­­–Miró, Yzaguirre e Iris-De Muller– y ocho marcas que las mismas destilerías elaboran para ellas o por encargo para otros, como los restaurantes que vamos a visitar a continuación. Antes de marcharnos, apuraremos el primer vermú –la visita es gratuita, pero pagando 3 € incluye una degustación– y le echaremos un último vistazo al edificio, en cuya fachada brotan, aquí y allá, uvas, avellanas, granadas y aceitunas. No se nos ha subido el vermú: fue un guiño del arquitecto a la dedicación agrícola del centro. Más información de esto y de todo lo de Reus, en reusturisme.cat

Museo del Vermut de Reus, Tarragona© Andrés Campos

AL MUSEU DEL VERMUT PARA TOMAR EL SEGUNDO

No es como el Museo del Jamón o el de la Empanada, que de museos no tienen nada. En el Museu del Vermut (museudelvermut.com) se exhiben 2200 botellas –incluidas varias italianas muy raras de finales del siglo XIX–, 300 carteles y 4000 objetos más de 56 países relacionados con la bebida que nos ocupa y se come de vicio en las salas y patios de lo que hace un siglo era una fábrica de sombreros, en un edificio diseñado también por Pere Casellas, en 1918. Es un museo-restaurante o un restaurante-museo, según la hora y la intención con que se entre. Para tomar el aperitivo, que es a lo que vamos, hay una carta con más de 70 vermús de cinco países. En vez de servirlos con unas olivas o unas patatas bravas, como hacen en muchas partes, aquí los acompañan con un combinado de berberechos, mejillones y aceitunas rellenas, con conservas premium –de anchoas, de boquerones en vinagre, de zamburiñas en salsa gallega…– y con tres tipos de gildas.

Para comer-comer, hay cuatro ambientes temáticos –el más llamativo, el Espai Martini, adornado con objetos y carteles de la icónica marca italiana– y una carta de platos extraordinarios. Las minicocas de pan de cristal con sardina ahumada, tartar de tomate y albahaca son para quitarse el sombrero. Nunca mejor dicho, porque esto fue una fábrica de eso. ¿Qué ya lo habíamos dicho? ¡Vaya! Nos empezamos a repetir, y eso que solo llevamos dos vermús. Por suerte, no tenemos que coger el coche, porque estamos en el centro –en Vallroquetes, 7– y vamos a seguir en él.

vermut curiosidades
El vermú se toma con unas simples aceitunas o con unas patatas fritas.

En 1892 se registró la primera de las más de 50 marcas de vermú que han producido 30 bodegas de esta ciudad

EL PENÚLTIMO, EN VERMUTS ROFES

Un paseíto de cinco minutos –suficiente para que el aire nos refresque el lóbulo frontal y no volvamos a incurrir en repeticiones–, nos acerca al número 21 de la calle Sant Vicenç, donde lleva desde 1908 Vermuts Rofes (vermutsrofes.com). Aquí tampoco se come mal. Las habitas con chipirones y gambas al aroma de vermú son tan adictivas, que el que las prueba, lo primero que hace al subirse al AVE –la estación de Camp de Tarragona está a 18 kilómetros– es bichear en Internet buscando la receta para hacerlas nada más llegar a casa. Un consejo: con habas de soja edamame, que cuestan la tercera parte que las habitas, el plato sale también rico. Lo segundo mejor de Vermuts Rofes es la bodega del fondo, donde se pueden ver las barricas de 50.000 litros en las que antiguamente se elaboraba el elixir de la casa y enormes fotos en blanco y negro de la vieja fábrica y del camión de reparto de 1936 con parte de la plantilla a bordo, que Salvador Rofes –bisnieto del fundador– enseña encantado a todo el que pasa por su restaurante, que eso es ahora Vermuts Rofes. Ya no elaboran vermú. Se lo hacen, por encargo, en una de las tres fábricas de Reus. Y se lo hacen tan bien, tan delicioso, que aunque lo ideal sería comprar un par de cajas y llevárselas en una carretilla, al menos hay que venir con una mochila para cargar con dos o tres botellas de Rofes. Parecen grandes, pero no duran nada: ¡dos aperitivos!

Monumento de Gaudí niño cerca de su casa natal, Reus, Tarragona© Andrés Campos
Monumento de Gaudí niño cerca de su casa natal.

Y EL ÚLTIMO, EN LA PLAÇA DEL MERCADAL

La plaza del Mercadal, la mayor y más animada de Reus, es un lugar excelente para tomarse el último vermú. Cualquiera de sus terrazas vale. Incluida la del Centre Gaudí, un edificio modernísimo –que no modernista– en el que se repasan la vida y las tropecientas obras del hijo más famoso de Reus, que –vaya por Dios– no fue profeta en su tierra, porque no hizo nada aquí, salvo nacer, ver a su padre hacer calderos y suspender en Doctrina Cristiana –vaya también por Dios– y en Aritmética en las Escuelas Pías. Entre sorbo y sorbo de vermú, si no cerramos los ojos de gusto, veremos al suroeste de la plaza Casa Navàs (casanavas.cat), obra de Lluís Domènech i Montaner, que es la más bella de estilo modernista de Reus y la única de Europa que conserva su interior original, con un millón de flores pintadas, labradas, vidriadas, forjadas y esgrafiadas por doquier. No es lo que se ve después de cuatro vermuts. Es lo que hay.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.