Si quien vive en España no es ya suficientemente afortunado por tener una gran variedad de paisajes, climas, monumentos, pueblos, culturas y espacios naturales, otro de los pluses es gozar de la cercanía del sur de Francia. La franja que cruza el país vecino del Cantábrico al Mediterráneo dejan a su paso toda suerte de rincones donde escaparse por unos días es todo un sueño. Con Toulouse como su ciudad más conocida, no son pocas las villas medievales que se encuentran a poca distancia. Además de Albi, Castres y Cordes-Sur-Ciel, una hora separa la Ville Rose de otras tres maravillas que combinan historia y naturaleza.
CASTELNAU-DE-MONTMIRAL, LA INEXPUGNABLE
La ruta comienza por Castelnau-de-Montmiral, una ciudad fortificada que consiguió defender su patrimonio frente a numerosas guerras. Sus intactos encantos hacen que hoy se encuentre entre Les Plus Beaux Villages de France, con el marco incomparable del inigualable bosque de Grésigne y las suaves colinas de su alrededor, en las que destacan los viñedos que la incluyen en la zona conocida como Toscana de Francia. Para adentrarse en la bastida se ha de cruzar una de las tres puertas que siguen en pie en sus murallas, que adentran al visitante en un auténtico laberinto de callejuelas.
Las bonitas casas de ladrillo típicas de la región se visten de entramado de madera y piedras blancas, levantándose irregulares entre el deambular de las calles que se cruzan, se estiran y se reencuentran en plazuelas, como la Place des Arcades. En este punto de encuentro, con sus cuatro costados llenos de arcadas ojivales, puede verse un buen ejemplo de arquitectura medieval, hogar del mercado y de eventos no tan agradables durante la Edad Media. Entre sus construcciones, además del Ayuntamiento, restaurantes y cafés, se puede admirar todavía la antigua picota.
Pero esta localidad, nacida a principios del siglo XIII, tiene otros tantos atractivos. A tan solo una calle de distancia sorprende la Iglesia de la Asunción, del siglo XV, y su brillante relicario, antaño perteneciente a los condes de Armañac: la cruz de Montmiral, adornada con hasta 310 piedras preciosas, que logró salvarse de la Revolución Francesa. En la cercana Place de la Rose, punto de partida de los peregrinos hacia Roma y Compostela, existe aún un lavadero del siglo XVII y restos del antiguo castillo, además de residencias como la antigua casa de Luis XIII.
PUYCELSI, EL CORAZÓN DEL BOSQUE
Dentro del prestigioso círculo de Grands Sites Occitaine junto a Castelnau-de-Montmiral y compartiendo lugar también en el listado de los pueblos más bonitos de Francia, Puycelsi se eleva sobre una gigantesca roca sobre el río Vère. Ubicada en el corazón del bosque de Grésigne se convierte en el lugar ideal para perderse por sus arboledas y ver algún que otro ciervo. En la cima de la colina, esta villa amurallada flanqueada por dos torres y puertas fortificadas fue totalmente restaurada para ofrecer una de las vistas más bellas de la región, sin hablar de sus atardeceres.
Del castillo que los condes de Toulouse construyeron en el siglo XII no quedan más que los restos, visibles desde el antiguo camino de ronda, pero sí que queda el testimonio de la historia de su valiente resistencia a los envites de unos y otros enemigos. En este diminuto pueblo se puede visitar la Iglesia de Saint-Corneille, famosa entre otras cosas por su techo azul decorado con hojas de acanto y escenas de la Pasión de Cristo, pero también por la escultura de un cerdo en su entrada, que responde a una leyenda que le atribuye a este animal la retirada del asedio de los ingleses a la villa.
Leyendas, callejuelas y casas de entramado aparte, los amantes de la naturaleza gozarán del bosque que rodea este fascinante pueblo gracias al Heritage Trail, que atraviesa el robledal más grande de Europa en un circuito de 6 a 12 kilómetros. Arroyos, cascadas y formaciones rocosas, como la punta Montoulieu, se fusionan con el patrimonio en un sendero donde también se observa una calzada romana, un oppidum y restos de una muralla construida en la época de Luis XIV. Si aún quedan ganas de explorar, las antiguas minas de hierro a cielo abierto de Janade o la aldea medieval de Laval, a los pies de Puycelsi, son ejemplos de las maravillas de una localidad que no deja a nadie indiferente.
BRUNIQUEL, DOBLE FORTALEZA
Rodeado por las espectaculares Gargantas de Aveyron y a un cuarto de hora de Puycelsi, uno de los pueblos más bonitos de Francia trepa hasta las alturas para mostrar desde allí su gallardía fortificada, distribuida en gradas. La historia de su fundación bajo el mando de la reina Brunehaut sigue viva hoy en sus fachadas de piedra caliza dispuestas entre calles empedradas con hermosas residencias del siglo XV al XVII adornadas con rosas y lilas trepadoras y jardines silvestres.
El lino, el cáñamo y el azafrán llenaron de riqueza a sus habitantes, por lo que pueden verse edificios como la Casa Payrol, una antigua casa de los gobernadores de Bruniquel, con pinturas murales del siglo XIII y un techo renacentista en su interior, además de un museo con objetos relacionados con la historia local. Sin embargo, es en lo más alto del pueblo donde reside uno de los conjuntos históricos mejor conservados de la zona y que más pasiones despierta entre los visitantes: los castillos de Bruniquel.
El Castillo Viejo y el Castillo Joven son dos construcciones que se elevan sobre la villa fortificada cercana a Toulouse. Compartiendo localización, pero con diferente historia, arquitectura y estado de conservación. El Châteaux Vieux, construído entre los siglos XII y XIII, fue propiedad de los Condes de Toulouse y está parcialmente reformado, aunque son notables los daños sufridos por el tiempo y las batallas. En su interior puede verse una galería renacentista con seis arcadas que ofrece unas vistas panorámicas inigualables del valle de Aveyron desde la torre de la reina Brunehaut, una de las partes más antiguas del conjunto.
Por otro lado, el Château Jeune, erigido entre los siglos XV y XVI, refleja una arquitectura del Renacimiento con detalles barrocos incluidos en posteriores modificaciones. En él pueden verse más espacios representativos, como la sala de los caballeros, con sus ventanas geminadas, su puerta esculpida del siglo XVII o una chimenea barroca de madera tallada en la misma época. Ambos castillos fueron escenarios del rodaje de la película Le Vieux Fusil en 1975, de la que trata una de las exposiciones permanentes de las fortalezas.