Procesión de Medina del Campo, Valladolid

VALLADOLID

Así es la villa castellana que tiene la Semana Santa más antigua de España

 Entre tambores, incienso y la silueta solemne de su castillo, esta localidad de Valladolid ofrece unos días únicos, donde la emoción de la fe se funde con siglos de arte, patrimonio y memoria.


16 de abril de 2025 - 7:45 CEST

Pocas localidades en España pueden presumir de una Semana Santa con la antigüedad, arraigo y escenario tan majestuoso como la de Medina del Campo. En esta histórica villa de alma comerciante, encrucijada de ferias medievales, intrigas cortesanas y fervores comuneros, la Pasión se vive como un ritual identitario que conjuga estética y emoción. Y es que, según una antigua tradición, fue aquí donde en 1411 el predicador valenciano San Vicente Ferrer instituyó las primeras procesiones de disciplina de España, estableciendo el origen de una devoción que perdura hasta nuestros días

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Aunque los historiadores se muestran prudentes con esta afirmación, no cabe duda de que Medina del Campo es una de las cunas más antiguas de la Semana Santa peninsular. Lo que se inició como una manifestación de penitencia extrema, con flagelantes y disciplinantes recorriendo sus calles, ha evolucionado a través de los siglos hasta configurar una celebración de extraordinaria riqueza artística y profunda emotividad. La villa cuenta hoy con 9 cofradías y cerca de 3000 cofrades, que sacan a la calle una treintena de pasos distribuidos en una docena de procesiones entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección.

Procesión de Medina del Campo, Valladolid© Javier García Blanco

La riqueza de esta Semana Santa no solo radica en su historia, sino en su notable patrimonio escultórico. Entre sus pasos destacan auténticas joyas del Renacimiento y del Barroco, como el majestuoso Cristo de la Agonía o el conmovedor grupo escultórico de La Quinta Angustia, que conviven armoniosamente con creaciones contemporáneas como el impactante Cristo en brazos de la muerte, obra del reconocido escultor zamorano Ricardo Flecha. Esta última talla, expuesta en el Centro Cultural San Vicente Ferrer, generó en su momento una encendida polémica por mostrar a Cristo completamente desnudo, aunque finalmente procesiona cubierto por el tradicional paño de pureza.

Medina del Campo fue también pionera en contar con un centro de interpretación dedicado exclusivamente a la Semana Santa: el Centro Huellas de la Pasión, donde el visitante puede adentrarse en el simbolismo, el arte y la historia de estas procesiones. Además, existe una ruta de la Pasión que recorre los espacios clave de la celebración, desde iglesias y conventos hasta sedes cofrades. Entre ellos destaca la colegiata de San Antolín, verdadero corazón religioso de la villa, donde se custodian imágenes de gran devoción y donde residen tres cofradías.

HISTORIA VIVA ENTRE PIEDRAS

Pero si algo distingue a Medina del Campo es su capacidad para convertir la historia en un presente palpitante. Y eso se nota también en su impresionante patrimonio monumental. Coronando el alto de La Mota se alza su castillo, una de las fortalezas más emblemáticas de España. Construido entre los siglos XII y XV, el castillo de la Mota fue durante siglos plaza codiciada por reyes y escenario de episodios decisivos. Allí estuvo preso César Borgia, que protagonizó una de las fugas más audaces de la historia medieval, y también Juana I de Castilla (más conocida como Juana la Loca). Declarado Monumento Histórico Nacional en 1904, el castillo es hoy uno de los mayores atractivos turísticos de la localidad.

© Javier García Blanco

También en Medina dictó testamento y murió Isabel la Católica, uno de los personajes más decisivos de nuestra historia. El Palacio Real Testamentario, situado en la plaza Mayor, conserva la estancia donde la reina castellana firmó sus últimas voluntades, y alberga un pequeño, pero evocador museo que explica la relación de la monarca con la villa.

© Javier García Blanco

Las piedras de la localidad están cargadas de memoria. Prueba de ello es la llamada Quema de Medina, uno de los episodios más dramáticos de la Guerra de las Comunidades. En 1520, la villa fue incendiada por las tropas imperiales de Carlos V por negarse a entregar sus piezas de artillería, un gesto que hoy es recordado cada verano durante la espectacular Feria Renacentista, que convierte las calles de la localidad en un vibrante decorado de historia viva.

© Javier García Blanco

Pero Medina es mucho más que su Semana Santa y sus gestas pasadas. La villa conserva una espléndida plaza Mayor de la Hispanidad, una de las más grandes de España, rodeada de soportales y edificios con historia. En sus alrededores se levantan templos de gran interés, como el convento de Santa María Magdalena, con frescos renacentistas de Luis Vélez, y el convento de San José, fundado por Santa Teresa de Jesús en 1567.

A la riqueza religiosa se suma un pasado comercial que aún hoy late en el corazón de la villa. Entre los siglos XV y XVI, Medina albergó las Ferias Generales del Reino, que atrajeron a mercaderes de toda Europa. Aquella herencia se celebra en el Museo de las Ferias, uno de los más singulares de Castilla y León, con piezas ligadas al comercio, la banca y el arte de aquellos tiempos. Y esa vocación mercantil se mantiene viva: los domingos, los comercios abren sus puertas, convirtiendo la villa en un hervidero de actividad y tapeo. 

En Medina se comen en estas fechas cagadillas de gato, capirocadas, las tradicionales torrijas y la limonada, un vino especiado que nada tiene que ver con su homónimo refrescante

COMER BIEN, DORMIR MEJOR

En cuanto a gastronomía, Medina está a la altura de su historia. Platos típicos de estas fechas, como el potaje de garbanzos o el bacalao comparten protagonismo con dulces de Semana Santa como las cagadillas de gato (unas rosquillas de limón y anís), las capirocadas (pastas de té con forma de capirote bañadas en chocolate), las tradicionales torrijas o la limonada, un vino especiado, que nada tiene que ver con su homónimo refrescante. Además, es costumbre la tarde de Jueves Santo recorrer siete iglesias visitando al Santísimo en los altares preparados para ello; otra tradición ligada a este rito es la de recorrer también siete bares o tabernas, en las que es tradición beberse un vaso de limonada. 

© Javier García Blanco
Miguel Ángel de la Cruz, chef de la Botica Matapozuelos.

Entre los establecimientos que merece la pena visitar para descubrir la cocina de Medina figuran el restaurante Continental, el más antiguo de la villa (encendió sus fogones en 1904), situado en la misma plaza Mayor, y La Mejillonera (restaurantebarmejillonera.es), un local en el que apuestan por el producto de proximidad al tiempo que acercan los sabores del mar al corazón de Castilla. Ya fuera de la villa, a unos 16 kilómetros, se encuentra La Botica de Matapozuelos (laboticadematapozuelos.com), un establecimiento con el chef Miguel Ángel de la Cruz, que cuenta con una estrella Michelin y una propuesta que reinterpreta la cocina tradicional desde una óptica contemporánea. 

Medina del Campo contaba con un alojamiento con encanto con el Hotel Balneario Palacio de Las Salinas, un elegante edificio de estilo ecléctico, rodeado por 80.000 metros cuadrados de jardines, pero el establecimiento cerró a finales de 2022 tras casi 130 años abierto al público, pues se inauguró en 1893 como uno de los centros termales más prestigiosos de Europa. Sus aguas mineromedicinales, consideradas entre las más mineralizadas del continente, fueron durante más de un siglo destino de descanso, salud y bienestar. Aunque hay planes para su remodelación y reapertura en 2026 o 2027, por el momento quienes deseen disfrutar de un alojamiento de características similares pueden alojarse en el cercano Hotel Castilla Termal Olmedo (castillatermal.com), que cuenta también con spa y circuito de aguas termales, y se ubica en el antiguo convento de Sancti Spiritus.

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