Nacido en lo que hoy es el barrio salmantino de Tejares (en aquellos tiempos una población independiente), el Lazarillo de Tormes —icono inmortal de la picaresca española— nos legó una lección imperecedera: en el siglo XVI, el pan no era solo alimento, sino trofeo de ingenio. Cada racimo de uvas hurtado, cada trago de vino a escondidas, eran gestas de supervivencia en un mundo de miseria donde la astucia era moneda de cambio. Si Lázaro regresara hoy a su cuna natal, quedaría boquiabierto ante el festín que Salamanca pone sobre la mesa. Hornazos dorados, chanfainas humeantes y dulces raquetas harían que sus andanzas se tornaran banquete. La ciudad, que aún conserva el sabor de sus raíces, ha sabido maridar tradición y vanguardia en espacios donde la cocina se convierte en arte. Comer en Salamanca no es solo saciar el apetito: es una deliciosa excusa para perderse entre las piedras doradas de una de las ciudades universitarias más bellas de Europa.
Iniciar la jornada en Salamanca puede ser una experiencia tan memorable como recorrer sus monumentos. El Eunice Hotel Gastronómico (eunicehotel.com) representa uno de los enclaves más refinados para este primer encuentro con la gastronomía salmantina. Ubicado a unos pasos de la Plaza Mayor, junto al palacio de Monterrey, este establecimiento —que abrió sus puertas hace menos de un año— ha convertido el concepto hotel gastronómico en su verdadera esencia, no en un simple reclamo publicitario.
"Más que un hotel con restaurante, el concepto es el de un restaurante con hotel. No suele haber muchos hoteles en los que se coma y se desayune bien. Así que aquí, desde un primer momento, nos planteamos hacer algo especial", explica José Manuel Pascua, propietario del hotel y chef del restaurante Pascua. Y no hay duda de que lo han conseguido: el desayuno a la carta en Yantar (la sala que Eunice dedica a la primera comida del día) sorprende por su meticulosa elaboración, con productos locales tratados con esmero por unos chefs que trabajan a la vista del comensal, y con un personal de sala siempre atento a las necesidades del cliente, con un trato y un desempeño exquisitos. Así, cada mañana los desayunos de este hotel, que cuenta con dos opciones en su carta (“Eunice” o “Amanecer”, de duraciones diferentes) se revelan como una invitación a saborear Salamanca desde su faceta más exclusiva.
Para quienes prefieren un desayuno más informal o un brunch contemporáneo, Brooklyn&Co (brooklyn-co.com) ofrece una alternativa estimulante. Esta cafetería, ubicada en la calle Concejo —que arranca en una esquina de la Plaza Mayor— combina la estética neoyorquina con el sabor del auténtico café de especialidad y una carta de brunch y comidas que prepara al visitante para un día de descubrimientos.
La tradición renovada: del mercado a la mesa
Una verdadera inmersión en la gastronomía local debe incluir una visita al Mercado Central de Abastos (mercadocentralsalamanca.com), también a un paso de la Plaza Mayor. Diseñado por el arquitecto Joaquín de Vargas y Aguirre, este edificio que data de principios del siglo XX es un espacio donde la esencia culinaria salmantina se muestra en todo su esplendor. Aquí, los ingredientes que protagonizan la cocina local —desde el célebre jamón ibérico de Guijuelo hasta las lentejas de la Armuña— esperan a ser descubiertos por el visitante con espíritu de gourmand. La cocina tradicional de Salamanca se caracteriza por platos contundentes y sabores intensos, reflejo de su clima y su historia. El hornazo, consumido tradicionalmente el Lunes de Aguas, es uno de los platos más emblemáticos de la ciudad. Pero no es el único: la chanfaina, un guiso de cordero con arroz, cebolla, ajo, comino y pimentón servido en cazuela de barro, o las patatas meneás, que combinan la sencillez del tubérculo con el sabor intenso de productos de la matanza, son auténticas joyas del recetario charro.
Al mediodía, las opciones para saciar el apetito son muchas y variadas, y dos de ellas nos traen de nuevo el nombre de José Manuel Pascua. En la calle del Prior, otra de las vías que conducen al foro principal de la ciudad, abre sus puertas el restaurante Bambú (bambubrasas.com), parada obligatoria para los amantes de la buena mesa. A escasos metros de la Plaza Mayor, este establecimiento hoy dirigido por Pascua –representa la tercera generación de esta familia volcada a dar de comer a salmantinos y visitantes desde hace más de cuatro décadas– ofrece una experiencia gastronómica bajo el concepto 'Tapas y Brasas', con una apuesta firme por el producto de calidad, la tradición y la constante innovación.
Siguiendo la estela de su abuela Eunice —a la que homenajeó bautizando con su nombre el Hotel Gastronómico que se encuentra a apenas unos metros de allí—, Pascua y su equipo proponen un espacio en el que compartir y tapear se convierte en un ritual sin reglas. La barra presume de ser el showcooking más antiguo del mundo, y descubre al comensal una cocina pura, directa y sin artificios, anclada en los mejores productos de temporada y que apuesta por ingredientes charros en su carta.
El proyecto más reciente de Pascua lleva su propio nombre y late con fuerza en el corazón del Hotel Eunice. Hasta allí hay que regresar para descubrir una propuesta culinaria que es mucho más que cocina: es un tributo íntimo y emotivo a Eunice Fortes, la abuela cuya memoria inspira cada creación. En Pascua (eunicehotel.com/pascua), la herencia familiar se transforma en arte gastronómico, donde el producto se honra tal como es, sin máscaras ni ornamentos. Cada plato es una declaración de principios: respeto por la materia prima, amor por la sencillez y un equilibrio casi poético entre sabor, textura y origen.
La experiencia se eleva con una bodega que es, en sí misma, una carta de amor al vino: un viaje entre viñedos que cruzan fronteras y capturan paisajes, desde referencias locales que respiran territorio hasta etiquetas internacionales que despiertan la curiosidad. En Pascua, cada bocado roza la perfección, con la emoción de lo auténtico como ingrediente principal.
Epicentro gastronómico
Tras la comida, nada mejor que regresar a la Plaza Mayor para degustar un café en el histórico Café Novelty (cafenovelty.com), el más antiguo de Salamanca, inaugurado en mayo de 1905. Sentarse en sus mesas es participar de un ritual que han compartido algunos de los intelectuales más importantes de España. Miguel de Unamuno hizo de este establecimiento su tertulia diaria, y entre sus paredes también se han inspirado figuras como Torrente Ballester, Antonio Tovar, Francisco Umbral o Carmen Martín Gaite.
Afuera, en la terraza, la plaza despliega su armonía barroca con la elegancia de un teatro al aire libre: un espacio monumental, pero íntimo, donde la vida salmantina se representa cada día entre soportales, balcones y cafés. Aquí, el tiempo parece detenerse entre la piedra dorada de Villamayor y las conversaciones que llenan el aire, como un eco constante de historia y belleza. "Del corazón en las honduras guardo tu alma robusta; cuando yo muera guarda, dorada Salamanca mía, tú mi recuerdo". Estas palabras, salidas de la pluma de Unamuno, adquieren especial resonancia cuando se pronuncian frente a un café en el mismo lugar donde el rector eterno contemplaba la vida salmantina.
La plaza también alberga auténticos templos de la repostería tradicional. La Confitería Santa Lucía (confiteriasantalucia.com), ubicada en el número 10, es famosa por sus hornazos (empanadas rellenas de embutidos y a veces huevo duro), sus premiados roscones de Reyes y sus raquetas, un exquisito dulce salmantino que consiste en una masa hojaldrada con forma de ocho, cuyos orificios están rellenos de crema pastelera. Este peculiar postre, desconocido fuera de Salamanca, sorprende tanto por su forma como por su sabor.
La tarde —después de un recorrido por algunos de sus monumentos principales, como la Casa de las Conchas, la Clerecía, o la Universidad—, bien puede rematar con una visita a la Casa Lis (museocasalis.org), único edificio modernista de la ciudad, diseñado por el mismo arquitecto de la Casa de Abastos. Esta joya arquitectónica, finalizada en 1905, destaca por su impresionante fachada sur con galería de hierro y cristal, que mira hacia el río Tormes. En su interior, el museo alberga una exquisita colección de artes decorativas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, con muñecas de porcelana, creaciones art nouveau y art déco de gran belleza, entre otras maravillas. Su cafetería, que respeta la decoración modernista del conjunto, ofrece un entorno único para degustar un chocolate con churros, un café o un té mientras se contempla el juego de luces que atraviesa sus vidrieras de colores.
Cuando cae la noche, la experiencia Ieronimus (ieronimus.es) convierte las torres de la catedral en un escenario mágico. El ascenso por pasadizos y escaleras centenarias culmina en terrazas y miradores desde donde la ciudad dorada brilla bajo el cielo estrellado. Las luces, la música y la historia se entrelazan en un recorrido que permite acariciar la emblemática Torre del Gallo, pasear sobre los tejados de las catedrales (la nueva y la vieja) y asomarse al alma de Salamanca desde las alturas. Un privilegio que transforma la visita en una vivencia inolvidable.
Alta cocina con raíces charras
El ascenso por las torres de Ieronimus no solo eleva el alma, también despierta el apetito. Afortunadamente, Salamanca ofrece una escena gastronómica a la altura. Una de sus propuestas más destacadas es el restaurante Oroviejo (restauranteoroviejo.es), ubicado en pleno centro histórico, en un sobrio edificio de 1747. Allí, el chef Héctor Carabias firma una cocina que fusiona tradición y creatividad: desde un menú degustación con productos de temporada —donde brillan platos como el tuétano asado con carabinero y chips de wakame— hasta asados clásicos que se han ganado la fama de estar entre los mejores de la ciudad.
Otra propuesta notable es Portal de Lino (portaldellino.com), un restaurante que nace como «una evolución natural y una continuación al trabajo de nuestros otros locales», explica Jorge Lozano, responsable del Grupo Tapas. Ubicado en la calle San Juan de la Cruz, este establecimiento ofrece un entorno tranquilo, “ligero” y elegante, con una cocina de mercado, fresca y natural, donde cada mesa es un homenaje a la tradición y a la hospitalidad charra. Y es que Salamanca, como afirmaba el propio Unamuno, es una ciudad para guardar en el corazón. Y qué mejor manera de hacerlo que a través de los sabores que permanecen en nuestra memoria mucho después de que hayamos dejado atrás sus calles doradas.