Pocas ciudades en España pueden presumir de una larga historia que supera los 2.000 años. Emplazada en el noroeste de la provincia de Cáceres, a poco más de 30 kilómetros de la frontera con Portugal, conserva un impresionante conjunto monumental que se extiende por un irregular trazado medieval repleto de palacios, cárceles y conventos, protegido por una magnífica muralla romana casi circular con 20 torres de planta cuadrangular. Por esta ciudad extremeña pasaron caudillos celtas, cónsules romanos, jefes visigodos, visires musulmanes y reyes leoneses, pero la huella que ha perdurado más en esta población regada por el río Alagón es la de los Duques de Alba. Coria fue la antigua sede del Marquesado de Alba y el principal apoyo de una de las diócesis más antiguas de España. Hablamos de Coria, una encantadora villa que descubrimos paso a paso y que bien merece una escapada.
EL CASTILLO DEL PRIMER DUQUE DE ALBA
Esa huella de la Casa de Alba queda patente en el Castillo de los Duques de Alba, construido en el siglo XV. Desde su esbelta torre del homenaje de planta pentagonal, trazada por el arquitecto Juan Carrera entre 1473 y 1478, se divisa hoy como en el pasado todo su casco histórico al que se accedía por varias puertas de las que se conservan cuatro, siendo la de La Guía, coronada por el escudo de la familia Alba, la que mandó construir Don García Álvarez de Toledo, primer Duque de Alba y primer Marqués de Coria, para conectar la ciudad intramuros con el Hospital de San Nicolás de Bari, reformado en una residencia de ancianos en 1979.
Desde esta fortaleza, una magnífica obra de ingeniería militar, se palpaba el modo de vida de los caurienses, en su mayoría labriegos, a la vez que se podía vigilar los ataques enemigos en un recinto casi inexpugnable con un original sistema de agua corriente que permitía recoger el agua de lluvia en unas acequias para distribuirla a otras dependencias. Así lo quiso el primer Duque de Alba para convertirlo en un fortín, como lo había sido antes como castillo templario, cuando en el siglo XII Coria fue reconquistada por Alfonso VII y se lo donó a la Orden del Temple. Desde el siglo XV luce el escudo de la casa Alba en un edificio de 3.000 metros cuadrados edificados, que preside una casa señorial jalonada con dos bellos patios góticos y un jardín mirador renacentista en un área que supera los 17.000 metros cuadrados.
DE LA CASA DE ALBA AL MÉDICO DE ALFONSO XII
El castillo fue asediado en el siglo XVI,I durante la Guerra de Independencia de Portugal, conquistado por las tropas portuguesas en la Guerra de Sucesión entre Felipe de Anjou y el Archiduque Carlos de Austria y ocupado por las tropas de Napoleón durante nuestra Guerra de la Independencia, pero los duques de Alba mantuvieron el señorío de Coria entre sus títulos hasta finales del siglo XIX. Fue en 1878 cuando el castillo-palacio se vendió al doctor Laureano García Camisón, médico personal del Rey Alfonso XII al que cuidó hasta su muerte en 1885. Dos años después, este doctor extremeño de Villanueva de la Sierra compró al duque de Alba el castillo y otras propiedades y fincas en Coria que sumaban 4.000 hectáreas. Camisón mantuvo las dependencias personales de los Alba en el palacio, como su magnífico comedor y alguno de los regalos de Alfonso XII, entre los que destacaba un espléndido sillón relleno de pelo de crin de caballo que utilizaban las damas para sentarse antes de bailar. Por último, en 2019, el castillo palaciego que ya pertenecía a la familia de Rafael Sánchez Ferlosio pasó a los herederos de este escritor y ahora el Ayuntamiento pretende abrirlo al público con el impulso a la Asociación de Amigos del Castillo de Coria.
LAS DELICIAS ARTESANALES DE LAS MONJAS FRANCISCANAS
A partir de la entrada de este castillo palaciego se abre un ramillete de calles estrechas que conducen a la otra joya arquitectónica de Coria: la Catedral de Santa María de la Asunción. Si optamos por atravesar la Calle de las Monjas, hay que detenerse en el Convento de la Madre de Dios. Catorce monjas franciscanas viven en la actualidad en este hermoso edificio, fundado en el siglo XIII, en el que destaca su claustro con un pozo medieval heptagonal, que recuerda los siete sacramentos, y un pavimento mudéjar original sobre el suelo. Tienen fama las delicias artesanales que preparan las religiosas y aunque verás un ventanuco en la entrada, donde se dispensan estos manjares, puedes llamar a la puerta para pasar a comprar, por ejemplo, corazones de San Francisco, elaborados con almendra machada en almirez y yema de huevo, mazapanes artesanos o yemas de Santa Isabel, entre una amplia selección de bizcochos, magdalenas...
LA CÁRCEL REAL
No queda lejos del convento la Cárcel Real, del siglo XVII, en la que puedes pisar una celda de castigo y sentir la angustia de esta vetusta prisión que siguió funcionando como penitenciaría hasta 1981. Hoy sus remozados calabozos se han transformado en un Museo de Historia, Arqueología y Etnografía.
Desde ese número 2 de la Calle de las Monjas se vislumbra la Plaza de España, con su viejo ayuntamiento, y la calle Alojería que conduce a la Plaza de la Catedral. El gran templo de Coria, emplazado junto a un barranco en el que se puede ver el río Alagón, alberga una de las reliquias más preciadas de la Cristiandad: el mantel sagrado de la Última Cena. Se tiene constancia de su existencia en la catedral desde 1403 y la pieza, que mide 4,42 metros de largo por 92 centímetros de ancho, se exhibe en el museo catedralicio. Este tejido de lino con bandas decorativas azules fue sometido en 1960 a un examen en los laboratorios del Museo de Ciencias Naturales de Madrid y fue datado en el siglo I, conclusión que obtuvo también en 2001 el profesor norteamericano John Jackson, autor también de una de las investigaciones de la Sábana Santa de Turín en 1978, quien analizó el mantel con un equipo de científicos de la NASA. Lo cierto, desde el punto de vista histórico, es que cada 3 de mayo desde 1495 a 1791 los peregrinos acudían a esta catedral atravesando el cercano puente de piedra del siglo XVI para contemplar este tejido en el balcón de las reliquias, pero el fervor era tan intenso que los creyentes arrancaban pedazos del mantel por lo que se decidió no mostrar públicamente más la reliquia debido a su continuo deterioro.
FIESTAS GATRONÓMICAS
Antes de abandonar Coria no está de más probar la típica gastronomía en alguno de sus bares, taperías y restaurantes. Los productos derivados del cerdo ibérico son muy populares -merece probar los morros de cerdo en el restaurante Al Karika-, y también han alcanzado fama los de la carne ibérica del toro de lidia como los platos de rabo, guisos y estofados. Por este motivo, a lo largo del año se organiza en la ciudad un extenso calendario de fiestas gastronómicas, casi una por mes, dedicadas al cabrito, el cerdo ibérico, el toro de lidia, el cordero y el pimentón, el aceite y la miel, la cereza, el queso y el vino, el tomate, la vaca y la ternera, la caza, la seta y los dulces navideños.
¿DÓNDE DORMIR EN CORIA?
El Palacio Episcopal de Coria, convertido en el hotel, es el AHC Palacio de Coria (ahchoteles.com), es ideal para una escapada a esta ciudad del norte de Coria por su precio y por su ubicación junto a la Catedral y las Murallas Romanas. En su coqueto jardín desde el que se observa la bella torre catedralicia destaca un hermoso pozo medieval y una amplia terraza.