Está en esa porción de la Costa Brava que da la espalda al mar para retraerse apenas unos kilómetros hacia el interior y refugiarse bajo las cumbres entre viñedos infinitos. Está en esta tierra de paso que es el Empordà, donde el paisaje, la historia y la cultura beben de los Pirineos y del Mediterráneo en la más perfecta armonía. Aquí, en el corazón mismo de esta comarca gerundense a la que se ha bautizado como la Toscana catalana, emerge Peratallada junto a un rosario de pueblos deliciosos ensimismados en su propia historia que es, a su vez, la historia de muchas civilizaciones. Pueblos desperdigados por las colinas y dotados de robustos sistemas defensivos (torres, barbacanas y baluartes) que resultan desproporcionados para su diminuto tamaño, con apenas un par de calles y unas cuantas casas.
UNA VILLA PARA VIAJEROS TRANQUILOS
Peratallada es probablemente el más codiciado, y seguramente, el más turístico. Un impecable entramado esculpido en piedra de color miel, que también responde al patrón de fortaleza inexpugnable. Así debió serlo gracias al solemne castillo que preside la villa, asentada sobre un promontorio rocoso, resguardada por una muralla y, por si fuera poco, protegida por un foso excavado en la roca con una profundidad de 7 metros. Esta piedra cortada (pedra tallada) es la que le da el nombre.
Pero pese a la atracción que suscita su aspecto feudal, conservado como la imagen estática de un libro de caballerías, pese a las numerosas visitas que recibe en alta temporada, es ahora cuando este pequeño pueblo se muestra solitario y silencioso. En estos meses, ajenos aún al ajetreo vacacional, Peratallada desvela una autenticidad solo apta para viajeros pausados.
En estos meses sin el ajetreo vacacional es cuando este pequeño pueblo se muestra solitario y silencioso y desvela autenticidad.
DONDE EL RELOJ SE CONFUNDE
Hay que pasear despacio por sus callejuelas serpenteantes para percibir el romanticismo que destilan los elementos góticos en la piedra ocre, las enredaderas que tapizan los muros, la explosión cromática de las buganvillas que irrumpen a cada vuelta de la esquina. Una belleza que le ha valido su declaración como conjunto histórico y bien cultural de interés nacional (BCIN).
Así se da primero con la iglesia de Sant Esteve y su imponente fachada, que es ejemplo del románico tardío ampurdanés. Y después se accede al recinto a través del Portal de la Virgen, la única puerta que se mantiene de la muralla medieval, allí donde se encuentra el foso que amortiguaba los asaltos. A partir de este punto el reloj se confunde, perdido en las horas de otra época.
BELLOS RINCONES
Es fácil caminar sin rumbo fijo por Peratallada, olvidándose del mapa y de la orientación. Porque siempre se cruzará la calle Mayor, en la que están algunos de los rincones más hermosos, y la coqueta plaza de los Esquiladores, donde antaño se exhibían las ovejas y hoy se viene a admirar el trazado original de sus casonas.
Pronto, en el camino, aparecerá la plaza de Les Voltes, cuyos maravillosos pórticos conforman una de las postales más típicas. Aquí la gente se concentra en las terrazas de los restaurantes Pau Dolç y Cala Nena (en los números 6 y 11, respectivamente) que sirven productos de la tierra en un ambiente agradable.
Pero el culmen de toda visita es la plaza del Castell, donde descansa el castillo fortificado con su característica torre del homenaje coronada por imponentes almenas. Un castillo cuyo origen está documentado en el año 1065 (aunque algunas estructuras arquitectónicas parecen ser anteriores) y al que le fue adosado un palacio en la parte baja del núcleo defensivo.
MIMO, DESCANSO Y CAPRICHO
Junto al castillo-palacio, el Bar del Poble ejerce de oficina de turismo, siempre bajo la atenta mirada de la torre, que propicia decenas de fotos desde distintos ángulos. A sus pies, el restaurante Can Nau ofrece delicias ampurdanesas, mientras que, a su espalda, El Pati (hotelelpati.net) se esmera en una cocina basada en productos de calidad, dentro de un bonito jardín interior.
Y es que, al paladar, como a la vista, se le trata muy bien en Peratallada, como dan fe los sencillos, pero grandes, templos gastronómicos que se encuentran al paso. También se cuida el descanso, claro, en hoteles boutique como El Cau de Papibou (hotelelcaudelpaibou.com), y el capricho, en tiendas como L’Encant (Calle Mayor, 10), donde se vende ropa y bisutería de diseñadores de proximidad.
Incluso hay un lugar en el que se rinde homenaje a todos los sentidos. Se llama The Eleven House (theelevenhouse.com) y es un concept store, una galería de arte, un espacio para hacer yoga, una sala de workshops, un estudio para reuniones, talleres o rodajes… En definitiva, una eclosión de arte, diseño y bienestar para exprimir la creatividad en la vieja dama del Empordà.